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Y así, sin más

Christian Dior, sus diseñadores y que fluyan las palabras

22/10/2023 - 

CASTELLÓ. “Vivo en la calle, huelo a Christian Dior”, me cantó mi amiga cuando le dije que estaba con este artículo en un intento de rapear un verso de no sé qué rapero que se le quedó grande. No sé de qué me hablaba, muchas veces desconozco muchas cosas. Vivimos en un mundo en el que pasan formas todo el rato, de forma continua. Me es imposible vivir pegado a una pantalla y a pesar de parecer todo lo contrario, soy una persona que necesita mucho tiempo para sí misma. Me gusta escucharme y reflexionar, tener tiempo, a pesar de que a veces el ruido –propio y el de en derredor– lo vuelve imposible.

Puede que la gente piense que escribo para ser leído –por supuesto, ningún escritor escribe nada sin una pequeña ilusión de que alguien le lea. Ni un verso ni la lista de la compra–, pero escribo porque necesito contar. Escribir es mi forma de poner palabras a mi alrededor cuando no las encuentro, porque en el habla no tengo el momento que me conceden las letras para pensar. Por eso son tan buenas amigas ellas para mí. Porque fluyen. Hay palabras que son como un disparo al corazón al unirlas, pero ellas no tienen culpa porque las dicen bocas que no tienen perdón.

Pienso en palabras bien escritas y a mi mente viene otra forma de expresarse. La moda. Desde el primerizo New Look hasta la arquitectura de Gianfranco Ferré y la locura de John Galliano o el feminismo de Maria Grazia Chiuri, Dior Pasarela (Editorial Blume, 2023) pretende dejar testimonio –visual, a través de 180 colecciones y más de quinientas páginas a todo color; y escrito por una combinación de buenas palabras que tienen no solo nuestro perdón, sino admiración completa– de la historia de una de las casas más importantes de la moda universal hecha en París y, por lo tanto, de alta costura. Si Blume publica novedad allá hay que ir. ¿No es esa la devoción más bella posible para una editorial?

Hace 70 años, en París, empezaba la historia de la icónica casa Dior. Hoy son ya 7 los grandes diseñadores que durante este largo periodo han puesto sus manos e ingenio a disposición de la firma: Christian Dior, Yves Saint Laurent, Marc Bohan, Gianfranco Ferré, John Galliano, Raf Simons y la esperada Maria Grazia Chiuri -la primera y única mujer-.

El modisto francés trajo la magia -un mes de octubre del 1946– y la hizo crecer hasta convertirla en una casa de moda reconocida. A sus 41 años fundó una las firmas que cambiaría la silueta de la mujer. En 1947 -con el desfile de su primera colección- su silueta del New Look originariamente llamada silueta Corolle o Huit de hombros torneados, cintura estrecha y falda voluminosa saltó a la fama, y tras la Segunda Guerra Mundial recuperó el lujo perdido. Junto a Jacques Rouët contruyó una potente marca empresarial, con perfumes -el primero lanzado en 1948-, zapatos, bolsos, joyas… A pesar de las restricciones de la Guerra Mundial y la posterior posguerra, Dior contaba con las mejores sedas, tafetas y gasas para la elaboración de trajes de noche que hicieron que se creara una gran reputación ante sus contemporáneos, que no tenían la suerte de acceder a esos tejidos. El artista falleció en 1957, dejando un legado eterno que sería cogido por relevo creativo de Yves Saint Laurent, quien lo había podido aprender todo del maestro. La muerte de Christian Dior fue repentina, nadie esperaba aquello, por lo que a un jovencísimo Saint Laurent de 21 años le llegó la oportunidad de realizar todo aquello que se le había negado.

Su primera colección Trapeze -de silueta en forma de triángulo invertido- siguió el estilo de Dior y tuvo un gran éxito, llevándolo de gira mundial y apoderándose de las calles de París. En la siguiente -en 1959- decidió levantar el largo hasta las rodillas y ajustar más la cintura, cosa que no fue bien recibida. Las siguientes, acercándose cada vez más al prêt-à-porter, tampoco tuvieron buena respuesta: su colección «Beatnik» de 1960 consistió en chaquetas moteras de piel de cocodrilo, abrigos de visón y cuellos de tortuga, cambios que poco a poco le fueron quitando su puesto hasta, en 1960, ser sustituido por Marc Bohan.

Nacido en París e hijo de una modista, Marc Bohan sustituyó al creador del smoking. Quizás el menos conocido de los 7, empezó en la división Londres adaptando ese je ne se quois francés al estilo británico hasta ponerse al frente de la dirección en 1960. Durante las tres décadas que pasó en la firma -el más longevo de los siete- volvió a la feminidad clásica de Christian Dior. En su primer desfile -en 1961- mostró un cuidado Slim Look, recuperando la silueta de los años 20 con cinturas casi invisibles y faldas ajustadas al cuerpo. Cada una de sus colecciones fue tintada de un suave romanticismo: lazos, sedas, flores, lineas sencillas… No obstante, daría un paso más innovando con estilismos como el Look Pop, de alma juvenil, pero elegante. Se fue renovando con sus clientes y eso es algo importantísimo en una casa para no caer en el olvido. Sus vestidos para Dior serian llevados por Jacqueline Kennedy, Elizabeth Taylor, Sofía Loren o Briggitte Bardot hasta su destitución.

Gianfranco Ferré fue nombrado el nuevo director creativo en 1989, convirtiéndose así en el primer italiano en ejercer el puesto -frente a muchas críticas-. Su primera colección ganó el Dé d’Or y supuso un fuerte restablecimiento de las originales siluetas de los 40 y 50, volviendo a la esencia: cinturas finas y voluminosas faldas, combinándolo con corpiños y chaquetas con pliegues. Sin embargo, en los ocho años también se notó su predilección por las lineas arquitectónicas -haciendo justicia a su nombre de «Frank Lloyd Wright de la moda italiana»-. Como su musa para la casa escogió a Eva Perón, una de las primeras clientas de Dior. Aquello duró lo que la actualidad ocupa una pantalla y la rebeldía se apoderó de la casa Dior.

Llegó a la maison recomendado por Anna Wintour –la ya mítica editoria del Vogue estadounidense– y rompiendo con los esquemas simplistas impuestos por Gianfranco Ferré. John Galliano representó la exuberancia, la pomposidad, el exceso… Su primer desfile coincidió con el 50 aniversario de Christian Dior. Cada uno de sus shows fue un espectáculo, casi una farándula de mezclas: entre las escenificaciones de caballos, vagabundos y artistas, encontró tiempo para volver a los orígenes de la casa, recuperando las cinturas de avispa y el estilo años 50, como en su aclamada colección Primavera-Verano 2011, con capas de tul, dibujos de René Grau y degradés. Este mismo año, y tras un incidente racista en un café de París en el que Galliano se declaró antisenita y cayó en una de las épocas más duras de su vida como contó Dana Thomas en Dioses y Reyes (Editorial Superflua, 2018), sería invitado a marcharse de Dior y con ello terminó una de las eras más prodigiosas de la maison.

Después de la tormenta llegó la calma, o más bien Raf Simons. En 2012 el creador belga lo tuvo claro: era hora de mirar hacia el futuro sin olvidar el legado del fundador francés. Fue capaz de adaptar la silueta del New Look a un marco más minimalista y con ciertas notas futuristas. Además, ganó terreno en el streetwear, con prendas más funcionales y, por ejemplo, habituando la maison al uso del pantalón. Su objeto predilecto fueron las flores, y con ellas tintó gran parte de sus colecciones, como la de Primavera-Verano 2013 en el bonito Jardin des Tuileries. Otro de sus hitos fue el éxito que obtuvo con las reinterpretaciones realizadas del bolso Lady Dior.

Sin tan siquiera haber empezado su nombramiento ya fue en sí mismo noticia: Maria Gracia Chiuri es la primera mujer al mando de Dior, casa de riendas históricamente masculinas. Además, pisó fuerte. Supo hacerlo y ganar titulares: su primera colección -la de primavera-verano 2017- trajo mucho más que flores primaverales: un tono feminista y reivindicativo que no ha pasado nada desapercibido, junto con el manifiesto “Todas deberíamos ser feministas”. El primer desfile tuvo lugar en el museo Rodin de Paris, donde se vieron prendas con mensajes como Dio(R)evolution -que pasarán, sin duda, a la posteridad de la moda. A pesar de esto, Maria no abandonó los vestidos de ensueño con pedrería y varias capas.

Y así, sin más, las casas de moda siempre guardan historias de amor, humor, respeto y futuro. Y las palabras, que fluyen entre tanta magia.

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