CASTELLÓ. A lo largo del calendario anual, existen fechas marcadas por un simbolismo especial. Al final de las hojas del último mes, asoma una temporada que aúna la tradición y la emoción como ninguna otra. Bien por las reuniones familiares, bien por la ilusión contenida durante días en los más pequeños; o la esperanza por el inicio de un nuevo año. De un tiempo a esta parte, la Navidad se ha convertido en una época de consumo, prisas y regalos. Así, ha perdido en una porción del imaginario popular sus valores primigenios. Pese a ello, la solidaridad, la generosidad o la gratitud resisten a marcharse en estas fechas y se dejan ver mientras impregnan las jornadas próximas a la Nochebuena. En Castelló, entre luces y villancicos, el Belén Viviente de San José Obrero se erige como un evento imprescindible para vivir las fiestas en la ciudad desde hace cerca de tres décadas.
La obra, que cumple con esta su 28ª edición, recrea el nacimiento de Jesús este jueves - en dos funciones - y viernes - a las 20.00 - en la parroquia de San José Obrero de la capital de la Plana. De esta manera, el belén viviente transforma la iglesia en un regio escenario donde transcurren los pasajes más reconocidos del sacramento; desde la lectura de la Candela a los anuncios de los profetas o la Anunciación. La representación combina la historia con notas musicales en directo para albergar una atmósfera mágica y solemne, que transporta y pone en situación al público. En total, la parroquia espera acoger a cerca de un millar de espectadores, que ya han retirado sus entradas gratuitas. "El domingo previo a las funciones realizamos un ensayo general para las familias", explica Elena Aguilar, que forma parte del equipo desde su primera edición en 1996. "Ahí ya desempolvas y te quitas los nervios de encima".
El Belén Viviente de San José Obrero surgió en aquellos años noventa a raíz de la creatividad y la inquietud de unos jóvenes pertenecientes al Movimiento Juvenil. "Empezamos de una forma rudimentaria y humilde, con el decorado hecho de cartón y con un vestuario a partir de manteles y camisones de nuestras madres", recuerda Aguilar. No obstante, desde su bautizo, la representación ha experimentado un crecimiento "exponencial, aunque paulatino". Las nuevas ideas para mejorar la función se sucedían edición tras edición, aunque la fundadora del belén viviente confiesa que el punto de inflexión llegó en 2007. "Uno de los sacerdotes coordinadores, José Juan Gálvez, accedió a un maestro fallero que nos construyó un decorado de madera". En este sentido, Aguilar subraya que, pese a no tener "nada que ver" con los inicios, el objetivo de la recreación estriba el mismo, "dar gratis lo que nos dieron gratis".
El escenario y las bambalinas de la parroquia congregan este jueves y viernes a un equipo de más de 200 personas - entre actores amateurs, más de 120, colaboradores, maquillaje, atrezo o iluminación. "Todo se coordina con cariño y resulta más fácil de lo que parece", asegura Elena Aguilar. "Ha sido un aprendizaje de 28 años, sin cambios drásticos. Hemos ido ampliando escenas y actores de forma gradual". De esta manera, el conjunto se jerarquiza en un árbol que corona un coordinador general, José Edo, responsable de cerca de quince cabezas de departamento. Detrás de cada uno de ellos, se articulan los diferentes grupos según su misión en la obra. "La información llega a su destino", afirma Aguilar. "Estamos bien comunicados y la clave es que hay muy buen ambiente. Empezamos siendo jóvenes y hemos crecido juntos, por lo que nos conocemos a la perfección".
La música supone uno de los ejes cruciales en el mecanismo que impulsa el belén viviente. "Para nosotros es un 50 por ciento de la obra", reconoce una de sus fundadoras. "Entre risas, decimos que la representación es prácticamente un musical". En cuanto a la selección del repertorio, Aguilar detalla que las canciones y sus letras están "pensadas" para cada tipo de escena. "Desde los inicios pensamos en incluir villancicos tradicionales como El tamborilero - mientras los pastores ofrecen al Niño sus ofrendas - o Noche de paz - cuando ya ha nacido". Por otra parte, a raíz del coro de la parroquia y el Movimiento Juvenil, se reproducen temas de grupos como 'Brotes de Olivo' o 'Alborada', que no se trata de "música sacra, sino más pop"; o canciones propias compuestas y adaptadas por Nacho Blasco. Los coros 'Betsaida' - de jóvenes - y 'Talitha Kumi' - de niños - ponen la guinda. "Aparte, llamamos a voces veteranas que han pasado por 'Betsaida' hace años para ampliar voces y registros", indica la creadora.
"Para mí es un privilegio, un honor y, sobre todo, una gran responsabilidad", admite Elena Aguilar acerca de llevar a cabo cada año la función. "Se ha convertido en algo tan especial que sentimos ese deber para con la ciudadanía, la comunidad y el barrio". A tal efecto, fija la meta de la obra en "transmitir lo que es para nosotros la Navidad. Que cuando la gente venga al belén y salga, haya entendido durante alrededor de una hora, sea creyente o no, cómo trasladamos el sentido de las fiestas a nuestras vidas y lo compartimos con los demás". En definitiva, Aguilar señala que haber formado parte del equipo realizador desde sus inicios representa "un orgullo", pues ha visto evolucionar la recreación desde un evento "pequeño hasta algo bonito, esperado y semiprofesional". Así, el Belén Viviente de San José Obrero llena este jueves y viernes la parroquia de Castelló con la emoción y la tradición enunciadas en los genuinos valores navideños.