A un lado, los taxistas, en su versión más buenista, garantes del servicio público del transporte de pasajeros. La licencia, hay que tenerlo en cuenta, se adquiere por concesión en el Ayuntamiento o por compra directa a otro taxista, lo más habitual. El importe medio de esa licencia está entre los 120.000 y 140.000 euros. El coste en el Ayuntamiento es mínimo. La anomalía que genera el poder traspasarla entre conductores con un cambio de nombre y, por lo tanto, venderla, hace que se considere de facto una “jubilación”.
Parece ser que este es el principal problema. Un aumento de las licencias VTC haría descender drásticamente su “jubilación”. Argumentan que no es justo que ellos tengan que hacer frente al pago de esa licencia para poder operar y las VTC no. Habría que matizar que el Estado no ha cobrado por esas licencias, apenas unas tasas, fueron sus propios compañeros los beneficiarios de esos importes. Adicionalmente, pretenden imponer barreras de entrada importantes, como es el tiempo mínimo de contratación previa del servicio, una cuestión fundamental, ya que la inmediatez de la contratación vía aplicación es unos de los valores añadidos de las VTC.
En el otro lado de la moneda, las VTC, taxistas 4.0, una versión mejorada. Coches nuevos, alta gama, aplicaciones que facilitan la contratación del servicio, geolocalización. No piden la liberalización del sector, de momento solo piensan en conseguir licencias, que es un negocio más que rentable. La obtención de una de esas licencias apenas cuesta 38 euros, también a través de los ayuntamientos, pero ya se han pagado entre 50.000 y 60.000 euros en reventa. Los fondos de inversión han entrado con fuerza en este tipo de empresas, han apostado por un modelo de movilidad muy concreto, el uso del coche particular en las grandes ciudades irá en retroceso en los próximos años frente a otras soluciones más sostenibles, ya sean alquiler de patinetes o motos eléctricas o los propios coches eléctricos que se alquilan por tiempo sin conductor.
no es un problema complejo, es un problema de dinero
No es un problema complejo, es un problema de dinero. Podríamos pensar que esto es por culpa del mercadeo de las licencias entre taxistas, pero también es verdad que la licencia es un activo intangible amortizable y por lo tanto, se lo han deducido del IRPF. Así que menos focalizar la atención en ellas. Esto se empieza a parecer más a la negociación por la venta de una empresa que a una negociación por la regulación sectorial.
Aquí todos seguirán empeñados en darle la vuelta a eso de las licencias, pronto serán las VTC las que se ofrecerán para comprarlas aportando su granito de arena a la solución, los políticos facilitarán la conversión de las licencias de los taxistas en VTC y adicionalmente dotarán los presupuestos con ayudas para la “transición tecnológica” del sector. Con la excusa, seremos los usuarios los que pagaremos un extra por trayecto, para cubrir el coste. Y ya que estamos, dado el enorme esfuerzo que vamos a hacer todos, lo mejor es que no se den más licencias hasta que el propio mercado haya digerido las actuales, 10 años por lo menos. Por arte de magia acabamos de convertir un servicio público en un sector privado de no menos de 7.000 millones de euros, que es el valor aproximado de las licencias en España. Igual me paso un poco con mi previsión de cómo van a evolucionar los acontecimientos, pero creo que están privatizando el servicio sin liberalizarlo y eso es muy indecente.
Veremos cómo acaba, espero equivocarme, pero sin una liberalización efectiva y real, vamos a cambiar de carceleros, mucho ‘tech’, mucha ‘app’, pero el taxi será más caro y encima acabarán ganando dinero vendiendo los datos sobre nuestros trayectos a empresa de marketing.