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reflexionando en frío / OPINIÓN

Consejos para gobernar en coalición

sandra gómez psoe valencia
18/10/2022 - 

ALICANTE. Gobernar en coalición es una trampa; no es la bicoca aparente que se presupone cuando se sellan los pactos. No está de más recordarlo ahora que vienen tiempos electorales y teniendo en cuenta que las mayorías absolutas parecen algo del pasado. Casi siempre, la torpeza a la hora de gestionar la relación con el cónyuge electoral provoca que en el divorcio de los siguientes comicios uno se lo lleve todo condenando al otro a un oscuro ostracismo. En las coaliciones de Gobierno parece que firmas un matrimonio de gananciales y cuando es demasiado tarde te enteras de que estás en uno de separación de bienes; cada uno debe mirar por su propio patrimonio político, el votante sólo se puede quedar con uno y el segundo en discordia tiene las de perder.

Existen sonoros casos en los que el partido minoritario en la coalición ha sido absorbido por la fuerza mayoritaria. Ocurrió en las pasadas elecciones andaluzas cuando el PP de Juanma Moreno se deshizo de Ciudadanos enviando al paro a sus antiguos compañeros de despacho. Ocurrió lo mismo en Madrid con el ciclón Ayuso y la desaparición de la capital de un Cs que no pudo salvar los muebles ni con Edmundo Bal. El problema que tienen los acuerdos de Gobierno es que la formación con menos escaños puede quedar solapada a la otra; al elector le cuesta diferenciar qué medidas ha tomado cada partido en el Gobierno y tiende a elegir a los cuatro años al que llevaba el bastón de mando. En la Comunidad de Madrid, por ejemplo, Isabel Díaz Ayuso sacaba pecho de su plan económico en campaña electoral cuando la Consejería de Economía estaba en manos de su socio. Una mala gestión de la imagen y la falta de criterio propio pueden desencadenar en un funeral. Nick Clegg, líder de los Liberal Demócratas británicos y viceprimer ministro de David Cameron vio cómo su partido pasó de gobernar con los conservadores en el 2010 con 57 diputados en la Cámara de los Comunes a caer en la irrelevancia política en el 2015 con 8 escaños mientras los tories se hacían con una histórica mayoría absoluta.

Marcar perfil propio: la clave para gobernar en coalición y no morir en el intento. Puede que nos escandalicemos al escuchar a Juan García-Gallardo, vicepresidente de Castilla y León, pero lo está haciendo muy bien. Construyendo un personaje con más minutos televisivos que el propio presidente de la Comunidad está consiguiendo que se le conozca. Tomando por bandera eso que decía Dalí de "que hablen mal o bien; lo importante es que hablen de mí" es rara la semana en la que alguna televisión no se haga eco de sus subidas de tono e impertinencias. Constituye un ejemplo claro de lo que hay que hacer cuando gobiernas en minoría si quieres sobrevivir más allá de una legislatura. 

Sandra Gómez, vicealcaldesa socialista de Valencia, ha sabido también desmarcarse del líder de su Ejecutivo discrepando hasta el límite con alguna de las medidas tomadas por sus socios. No ha sido una prolongación del alcalde, ha marcado distancias con propuestas y agenda independientes; ha conseguido adelantar a Compromís en algunas encuestas y a día de hoy encabezaría, según esos sondeos, un Gobierno de izquierdas. Por el contrario, su vecina Maricarmen Sánchez, vicealcaldesa de Alicante, es un claro modelo de lo que no se tiene que hacer. Pese a haberse marcado importantes tantos relacionados con el turismo de cruceros, no ha encontrado la manera de diferenciarse del PP al no desarrollar un itinerario paralelo. Acto en el que está Luis Barcala, acto en el que te encuentras detrás a Sánchez. No ha entendido que en coalición se debe ir juntos, pero no revueltos. Parecía del Partido Popular en lugar de Ciudadanos.

Hacer pactos de gobierno es un arma de doble filo si no se sabe manejar la conveniencia con el compañero de habitación. Si te mueves puede que no salgas en la foto de la siguiente legislatura; quizá tu colega convoque elecciones, cierre la puerta y ya no te deje pisar de nuevo la moqueta del poder; o lo que parecía un idilio en el fulgor de las negociaciones se convierte en un infierno que quema toda voluntad de gobernar.

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