VALÈNCIA. Cuando C. Tangana conoce al guitarrista flamenco Yerai Cortés se queda impresionado por su música y su singularidad. Le pregunta por su proyecto y éste le habla de un disco, un disco que, aunque es de guitarra, cuenta su vida, habla de su familia, y, en concreto, de una pena, una pena que él le quiere contar al mundo. El disco se titula La guitarra flamenca de Yerai Cortés, y de ahí nace la ópera prima de Antón Álvarez (más conocido como C. Tangana en su faceta musical), protagonizada por el mismo Cortés y que, tras inaugurar la sección New Directors del pasado Festival del San Sebastián, donde ganó una Mención Especial, alzarse con el Premio al Mejor documental musical nacional del Festival In-Edit y ser nominada en los Premios Forqué, se estrena en los cines españoles este viernes 20 de diciembre.
Alejada de la narrativa clásica del documental y con el propio Álvarez como interlocutor en varias de las conversaciones que se desarrollan a lo largo de la película, La guitarra flamenca de Yerai Cortés cuenta la historia personal y familiar del músico flamenco, las torcidas relaciones entre ellos, su pasado y su presente, sus luchas juntos, solos y los unos contra los otros, sus fantasmas, sus heridas y traumas no resueltos, sus silencios y vacíos, sus tristezas y alegrías secretas. En ese viaje que es la grabación del disco, el director y su protagonista se adentran en un proceso artístico en el que Cortés se enfrenta a esa historia personal llena de lugares en sombra a través del cual trata de redimir la relación con sus padres. El resultado es una película que también logra trascender lo personal para hablar de la complejidad de las relaciones humanas, de las contrariedades del amor, de cómo dos personas que un día se amaron pueden llegar a ser completos desconocidos años después, del deseo y la dificultad de amar y ser amados, de todo cuanto conforma nuestra identidad, de cómo nos convertimos en quienes somos y el precio que pagamos por ello, de los desgarros y las frustraciones que arrastramos a lo largo de la vida, del paso del tiempo, de la imposibilidad de olvidar, de ese pasado que queda en nosotros y lo que hacemos con él. Con ello, también del arte como posibilidad de sanación, de su capacidad de expresar esa oscuridad que nos habita, de lo que nos impulsa a contar nuestras historias.
La forma como el director narra esa historia familiar es tan asombrosa como emocionante. Emociona como se adentra y narra toda esa intimidad a través de los testimonios de sus protagonistas y su entorno, de sus voces, sus palabras, sus maneras de hablar, sus recuerdos contrapuestos, las imágenes que capturan lo que fueron ayer y lo que son ahora, la música que las acompaña y que también se convierte en una narradora más (hay secuencias musicales verdaderamente arrolladoras y conmovedoras, como la del tema ´Los Almendros`, con la preciosa voz de La Tania, recientemente publicado). Pero en esa forma de narrar también se refleja la visión y la personalidad de un director, el propósito de querer contar esa historia de un modo concreto, que esa película tenga un carácter preciso y propio. Y ahí reside una de sus grandes virtudes. La ópera prima de Antón Álvarez logra tener un estilo, una sensibilidad, un tono, un tiempo, unas texturas, unos colores (la decisión de rodar en 16mm y algunas secuencias musicales en 35mm tiene mucho que ver con el logro de ese estilo) que la singularizan y la dotan de esa belleza sombría, con momentos de gran fuerza visual y emocional, profundamente desgarradores y también de cierta luz a pesar del dolor latente.
La guitarra flamenca de Yerai Cortés es el deslumbrante y potente debut de C. Tangana como director. Una película sobre los abismos de una familia que logra ir más allá del documental al uso para reflejar la belleza y el dolor que a menudo hay en las relaciones humanas. Una historia de amor sobre cómo podemos hacer cosas hermosas a partir de la tragedia; también una suerte de bello homenaje a Flamenco, Flamenco, de Carlos Saura. Una película con alma, que, por momentos, consigue reunir la magia del cine con la de la música, dejando imágenes para el recuerdo.