Asistentes a un acto del PP contra la amnistía, en la plaza de Los Fueros. Foto: ROBER SOLSONA/EPHoy escribo sin ningún tinte ni corte nacionalista. No lo soy. Ni padezco hemofílicamente dicha enfermedad, tratada y curada en el postoperatorio del final de la adolescencia. Mi posición es firme y clara sobre el asunto que agita la vida social sobre la futura ley del armisticio al 1-O. No es no. Tampoco voy a salir a acorralar sedes de partidos ni a reclamar derechos que no me pertenecen.
Es legítimo protestar. Manifestarse. Prefiero vanagloriarme de usar la ironía o la palabra frente al improperio o al lanzamiento de piedras. No cuestiono mi españolidad. Mi patria chica forma parte de esa identidad forjada y malformada por pasadas acciones de reyes y reinas.
Nos toca aceptarlo. Vivirlo. Nadie es más que nadie. Y nadie puede campar a sus anchas en el reino de los privilegios. Lo sensato a todo este asunto circense es volver a convocar elecciones. Regresar a las urnas y, sí volvemos por una de estas (ojo, que cabe la posibilidad de situarnos otra vez en el empate técnico), pues incluir una ronda de penaltis, es decir, reformar el sistema electoral e ir a la segunda vuelta.
Eso sería lo más sensato y justo en un país que sus ciudadanos llevan casi seis meses sin gobierno, viviendo en un desgobierno continuo y capeando como pueden la inflación. Me cuesta aceptar la penosa situación de una amiga, que ha venido a buscarse la vida a nuestra ciudad, y que me dijo el otro día que pagaba seiscientos euros por el alquiler de una habitación. ¡Ojo, de una habitación! Claro está, trabaja en dos empleos, teletrabajando para sufragar las facturas del coste de la vida diaria.
Con estas prohibitivas e indecentes tarifas en el hospedaje del pago al uso, ¿cómo no se va a disparar la usurpación sobre la propiedad privada? No confundamos ocupación con necesidad o desesperación de infortunios por una mala gestión del patrimonio personal de cada uno.
Después de todo este salto al vacío sin presencia de paracaídas de los patriotas y antipatriotas, políticos de bien o perroflautas, comunistas y fascistas, uno se ve obligado a hacer uso de la tecnología de Google Maps para analizar la localización de la protesta liderada en València.
El acto, celebrado en una puerta simbólica del Cap i Casal levantada por orden y madandato de un Pere, para frenar a otro Pere, cruel y sanguinario según interprete cada uno la historia. Más allá del simbolismo de está llamada patriótica en defensa de España, quizás, alguno de los allí presentes, sin ser conscientes de ello, intentaron bajo la manta de flores del noves glòries a Espanya hacer justicia con la nueva historia y con el fantasma de otro Pere.
