VALÈNCIA. Jairo Zavala es una persona muy reflexiva, que se toma su tiempo para trabajar las cosas y que puede estar hasta cuatro años para conformar un buen disco. Sin embargo Depedro es el yang espontáneo de Zavala, y transforma ese trabajo de composición extenso en algo mucho más natural y único. Con la fusión de ambos alters surge el artista en sí, que tiene partes tanto de la parte tranquila de Zavala como de las locuras de Depedro, y estos dos juntos generan un solo disco: Máquina de piedad. Un paseo musical que habla a su vez de un gran incomprendido: el corazón, que muchas veces se divide en las decisiones con el cerebro. ¿Cuánto hay de uno en el otro?, ¿se puede crear un álbum con dos partes peleando en un mismo interior?
Depedro subió este sábado al escenario de la sala The One de San Vicente del Raspeig con un trabajo curado durante al menos cuatro años en los que el cantautor ha desarrollado sus letras hasta la saciedad y ha tenido tiempo para encontrarse en todas y cada una de sus propias interpretaciones: "Es un trabajo que se ha hecho muy poco a poco, sin prisa. No es un disco conceptual tampoco, es algo que ha ido naciendo sobre la marcha y según yo lo necesitaba". Con una instrumentación que pasa de sintetizadores a guitarras acústicas los temas de Máquina de piedad hacen un recorrido por todos los géneros musicales posibles, generando un álbum de lo más diverso.
La clave de Depedro para tocar todos los palos se rige a través de la curiosidad: "Las canciones son pura melodía y letra. La interpretación ayuda en muchos de los casos pero en mi disco en concreto lo veo todo como una forma de recopilar colores y sonidos". Esta recopilación se ha ido haciendo a lo largo de unos 4 años, en los que se generan canciones con historias únicas y sin ningún tipo de limitación. Con motivo de mostrar una esencia única si que hay una norma no escrita en las composiciones de Depedro, y esta es la espontaneidad: "A pesar de que he tardado unos 4 años en hacer el disco la grabación ha sido muy rápida, en apenas dos semanas", cuenta el artista, quien busca una clave única en todos sus temas a través de este trabajo sin pausa pero sin prisa.
El kit de la cuestión en conformar un producto único está en limitarse en cierto modo en un espacio tiempo, tal y como lo define Depedro, a veces con formas de lo más clásicas: "Una de las vías de conseguir esto es grabando en cinta. De esta manera te obligas a no cometer errores y luego no tienes tantas trabas a la hora de editar". De hecho la parte de la posproducción es algo que el artista prefiere hasta obviar en algunos casos: "Me importa mucho que se quede aquello que es puro. Necesito que el momento emocional se capte, cuando tienes tiempo para tocar eso todo se transforma". Para el artista esto responde a su vez a una idea universal en el arte, esta de que los cuadros no se terminan sino que se abandonan. Para evitar esto Depedro da punto final a su trabajo cuando de verdad considera que está completo, aunque cueste 4 años o más realizarlo.
Para el cantautor también es clave contar con nuevas voces, es por ello que en sus temas no pueden faltar artistas como Leiva o Marcos Coll. Estas voces le permiten ver sus temas desde una nueva perspectiva, e incluso a veces modifican el mensaje inicial: "La interpretación es crucial, puede hasta cambiar la analogía de las palabras". En estos nuevos enfoques trabaja también a veces la coescritura, con artistas y compañeros como Iván Ferreiro. Sin embargo cuando le toca trabajar fuera de su disco Depedro se transforma de nuevo en Jairo, y se deja llevar poco a poco por lo que le dicten sus sentidos: "Ahí no tengo nada que controlar, me dejo llevar por lo que me manden y suelo estar contento con el resultado". Pero Depedro vuelve en sí cuando le toca subir al escenario, y desvela su último truco para la espontaneidad: "Preparo el setlist apenas 10 minutos antes de subir al escenario, el concierto es casi una sorpresa para mí también".