Le había prometido escribir otra crónica sobre su padre. Distinta y diferente a lo que ronda, y he optado por rubricar en el papel otro asiento, otro relato del Gran Montes, del gigante jugador del Valencia C. F. La otra cara de la moneda, la no deportiva. A su hijo Rafa lo conozco muchos años y otros tantos. Este hombre de semblante serio, con mirada de capitán de barco es un referente en la noche valenciana.
Rafa me recibió a media tarde en el jardín de su morada mediterránea. El sol pegaba con vara de fusta. Quería conocer de primera mano la otra vida de un jugador profesional del fútbol en el inicio del cuero a rodar en nuestra ciudad. En una época que se tenían que comprar hasta las botas. Nada que ver con la situación actual. Al sentarme en la silla me dio un presente, una foto de su padre en la puerta de un establecimiento que regentaba. El trofeo me hizo mucha ilusión y eso que hace tiempo que no me ilusiono por nada.
Antonio Montesinos nació en Benicalap a principio del siglo XX. Su padre era labrador, y desde muy pequeño el Gran Montes ayudaría en las tareas del campo junto al resto de sus hermanos. De familia más que numerosa, diez miembros en total con paridad incluida, una manita de chicos y chicas. Pese a que hoy, Benicalap es un barrio más del Cap i Casal, en aquellos años las distancias se cubrían con tartanas.
El Gran Montes decidiría abandonar la masía familiar y asentarse en la ciudad a los 14 años de edad. Buscaba fortuna a través de los estudios que cursó en los Salesianos. Allí conocería al Padre Viñas que le empujaría a desarrollar su carrera como futbolista profesional recalando en el Valencia F.C. sin antes vestir otras equipaciones de otras escuadras regionales. Su altura, media 1,85 le hizo ser un jugador destacado en el área.
El motivo de mi visita era otro, escuchar las otras vidas, laboral y familiar, fuera de los terrenos de juego, si bien, Rafa reconocía que mientras jugaba, destacadas personalidades aficionadas al club de Mestalla (Serratosa o el Doctor López Trigo) gratificarían sus goles con donaciones particulares premiando el esfuerzo.Casado con Milagros formaron otra familia menos " numerosa " compuesta por los siete
Al dejar el fútbol recalaría en una fábrica de cementos en Buñol de la familia Serratosa. O en Lejías Alfonso. Montes hizo gran amistad gracias al fútbol con Hernández Perpiñá o Finezas entre otros. El Gran Montes fue un afortunado, conocería aquella ciudad pintoresca y también la proyectada por Goerlich. Montes trabajaría en el cupón regalo comercial situado en la finca de Hierro, torre de acceso al oeste de Goerlich. Además de contar con un cine que llevaría su nombre, Montes se establecería en la desparecida calle Alfredo Calderón número 8, y abriría un almacén de muebles siendo muy inquieto, además de ser un trabajador incansable dentro y fuera de los terrenos de juego.
Gracias a ello, le fueron bien las cosas en la vida viviendo cómodamente sin pasar penurias en una casa situada en Guillem de Castro. Al Gran Montes, emblema del Valencia C.F le tocó trabajar una vez colgó las botas. Eran otros tiempos, aquellos maravillosos años veinte. El Gran Montes vino para quedarse. Se acabó la pretemporada.