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Desnazificar Arabia Saudí y pa' la saca

23/04/2022 - 

Gerard Piqué es visto desde hace años como un futbolista atípico, fundamentalmente por dos razones. Por un lado, por su interés por desarrollar áreas de negocio (normalmente, pero no siempre, en el ámbito de la gestión deportiva), además en ocasiones muy ambiciosas, como es el caso de su reformulación de la Copa Davis de tenis. Esta perspectiva empresarial que ha adoptado Piqué desde hace años, cuando además aún está en activo como futbolista, se aleja mucho de lo habitual en el sector, donde la figura del exfutbolista tiende a mantenerse en un segundo plano y vivir de rentas; como mucho, algunos se reciclan como entrenadores o comentaristas, y así continúan ligados con el mundo del fútbol.

Por otro lado, Piqué es uno de los contados futbolistas que ha manifestado opiniones políticas que se salgan de hacer declaraciones genéricas sobre la grandeza inherente a la ciudad/región/país de que se trate. Opiniones que le han causado problemas, pues muchos las interpretaron como un posicionamiento inequívocamente independentista (cuando, en realidad, Piqué nunca se ha ubicado en ese espacio claramente, como sí lo han hecho otros odiados por el respetable hiperespañol, como es el caso, el más notorio, de Pep Guardiola), y de hecho condujeron a que Piqué abandonase prematuramente la selección española, y a que lo hiciera por la puerta de atrás.

Pues bien: a la vista de las revelaciones publicadas por El Confidencial en la última semana, que continúan creciendo con nuevas entregas diarias en el momento de escribir estas líneas, cabe decir que Piqué ha superado, claramente, sus supuestas "veleidades" independentistas, pues sus socios en sus negocios no pueden ser de raigambre más hispánica: el presidente de la Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y el mismísimo rey emérito, Juan Carlos I, entre otras figuras de renombre que poco a poco van saliendo. Y, si se me permite abundar, también diré que en su forma de hacer negocios la cosa no se aleja mucho de lo que uno está acostumbrado a ver en el mundo del fútbol (y en otros mundos), desmintiendo al menos en parte esa imagen que se había forjado Piqué de empresario innovador. De ideas innovadoras, puede; pero en cuanto al procedimiento, es el de toda la vida: llamadas a contactos, tratamiento especial, y comisiones por doquier. Con estos mimbres, Piqué está preparado para asumir la presidencia de un club de fútbol de primer nivel, aunque quizás el presente escándalo dificulte la consecución de esta empresa.

Eso sí; hay quien diría que no hay tal escándalo. El propio Piqué, en conversaciones con los periodistas, así lo defiende. Por no hablar del presidente de la RFEF, Luis Rubiales, que va más allá: no sólo es que no haya nada malo en montar la Supercopa de España en Arabia Saudí, sino que es un ejemplo de modernidad pleno en valores democráticos que pone de manifiesto la preocupación de la RFEF por los derechos humanos: ¡si hasta las mujeres saudíes pueden ir ahora a ver el fútbol, incluso disfrutando de cuartos de baño propios en el estadio, gracias a Rubiales! Ítem más: no sólo es que Rubiales consiga un avance de derechos sin parangón en las últimas décadas (¿Gandhi, tal vez?), sino que lo hace logrando, además, que Arabia Saudí le suelte un pastón, a él, a Piqué, y a los equipos españoles, sobre todo al duopolio Madrid-Barcelona. ¡Todos contentos! Salvo, tal vez, Arabia Saudí, que estaría pagando millones de euros para que el astuto Rubiales socave los fundamentos de su teocracia medieval por la vía de enviar ahí a los equipos españoles, espolón de proa de la democracia y los derechos humanos.

Otra lectura podría ser, tal vez, que el chanchullo de la Supercopa en Arabia Saudí sólo sirve para blanquear a su régimen (y por eso pagan, y bien a gusto, además de por tener allí a los jugadores que visten esas camisetas que compran los saudíes en el centro comercial, se llamen como se llamen), mientras se desnaturaliza más, si es posible a estas alturas, el fútbol como espectáculo deportivo con una mínima conexión con los aficionados de los equipos que venden las camisetas. Un chanchullo que, además, presenta obvios problemas de incompatibilidad por parte tanto de Piqué (que es jugador de uno de los equipos beneficiados en la operación, el Barcelona, además de beneficiario directo en calidad de comisionista) como de Rubiales, encargado de designar a los árbitros de los partidos de Liga y Copa del Rey de los que salen los equipos escogidos para jugar la Supercopa. Y si estos son Real Madrid y Barcelona se incrementaría considerablemente el pago anual de Arabia Saudí a la RFEF, para beneficio del propio Rubiales, que cobra un fijo anual y además un 0,15% de los ingresos de la federación como parte variable de su sueldo, estimado en más de 600.000€ anuales en total.

Por otro lado, cosas como que Piqué le pregunte hace un par de años a Sergio Ramos, capitán entonces del Real Madrid, por el litigio que tenían entonces Luis Rubiales y el presidente de la asociación de futbolistas españoles, y éste conteste con nota de voz diciendo que ellos no deberían meterse en esa guerra, para que a continuación Piqué le pase el audio de Sergio Ramos a Rubiales, no es que dejen en muy buen lugar al jugador del Barcelona. Está claro que los audios privados que salen a la luz pocas veces mejoran la imagen pública de sus protagonistas, pero aquí no hablamos de que Piqué sea un "acusica" que pide la opinión de Sergio Ramos para luego dejarle en mal lugar, sino de que Piqué se dedica a montar negocios turbios en los que se produce un conflicto de intereses manifiesto, y a muchos niveles. Y sin que falte el toque de calidad en muchas de estas operaciones: la llamada al Rey Emérito para que tercie, pues nadie mejor que él para facilitar todo tipo de tratos fuera del radar. Ya saben que, como nos vendieron durante décadas, Juan Carlos I es "nuestro mejor embajador".

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