Aunque parece lejano, el PSOE celebró el pasado fin de semana un congreso federal, que vino a respaldar a los perfiles que estaban en duda tras las informaciones del caso Aldama (o caso Koldo), conforme quieran llamarlo. La cascada de mantener a Santos Cerdán en Organización y a María Jesús Montero como vicesecretaria es que el ilicitano Alejandro Soler sea hoy el responsable de la Política Municipal y, por tanto, la persona sobre la que virarán las candidaturas electorales en municipios y grandes ciudades, y los pactos posteriores. Por otra parte, la entrada de Pilar Bernabé en la ejecutiva es un reconocimiento a su labor en la Dana, la persona que siempre estuvo al pie del cañón y que, a mi juicio, es la que puede ofrecer información más precisa (desde los órganos del Gobierno) sobre lo que ocurrió el tafídico 29 de octubre.
En clave interna, será el futuro congreso del PSPV quien reordene todos estos nombramientos. En teoría, Soler no puede (no debe) seguir en la secretaría provincial de Alicante, tampoco como máximo responsable de la agrupación de Elche ni tampoco como presidente del PSPV. Bernabé tiene ya las manos libres para coger la agrupación de València ciudad —los pelayos salieron bastante escaldados del cónclave— y para erigirse en la candidata a la Alcaldía del cap i casal, si no media impedimento mayor.
Con todo ello, Diana Morant debe confeccionar su futuro equipo, a diferencia de lo que ocurrió en el congreso de Benicàssim, que la encumbró al liderazgo con un equipo con todas las familias y territorios incluidos. Ahora, ya no caben todos. Unos, porque tienen nuevas responsabilidades; otros, porque Morant debe perfilar un equipo que vislumbre que el PSPV es la alternativa al descontrol del gabinete de Carlos Mazón, con origen en la Dana, pero con una gestión posterior en la que falló todo (o casi todo). Desde la ausencia en el puesto de mando en la hora H hasta el sueldo de los militantes, pasando por los colegios o la descoordinación, con un denominador común: una comunicación desastrosa, con (casi) los medios por delante y la portavoz del Consell, Susana Camarero, achicando agua y justificando lo injustificable.
Morant tiene dos meses para ultimar ese equipo, que debe ser un Consell en la sombra, si se quiere mostrar como alternativa. Y además del equipo, con un mensaje de empatía y conexión con todas las comarcas, pero especialmente las afectadas por la riada, que ponga negro sobre blanco las diferencias entre el caos que hemos vivido y el futuro, mejor o diferente, como ella quiera. Lo del equipo corresponde a ella, como también decidir si quién marca la alternativa es Moncloa o es la sede del PSPV o el grupo parlamentario con un mensaje propio, con aciertos, diferencias y matices. Pues si se analiza, Morant también ha caído en contradicciones, aunque hayan pasado de tapadillo.
Porque ese ha sido su principal problema: no saber si hasta ahora obedecía a las consignas del propio Sánchez porque al propio Sánchez le convenía; o de verdad hay algo de original. No es fácil cuando se está entre los bastiones de Moncloa con asesores que dicen una cosa; y los modestos consejeros del PSPV intentan que diga otra. ¿De verdad fue bueno lanzarse en plancha a aprobar los presupuestos del Consell (en teoría) a cambio de la reconstrucción, pero con Mazón dentro? ¿O debe salir primero Mazón para aprobar las cuentas? ¿Acaso no sería un fracaso que los que deben ser los presupuestos más importantes de la Generalitat tuvieran que ser prorrogados? Esa es la diatriba. Y sobre ella, determinación. ¿No son los presupuestos una oportunidad para poner contra las cuerdas al propio Mazón, condicionarle y salir a la calle y apuntarse algún tanto de la reconstrucción? Los pueblos lo agradecerían.
Vista la junta directiva del PPCV y los halagos de Tellado, Mazón va a seguir. ¿Hasta cuándo? Yo siempre he defendido que hasta que las encuestas no digan con contundencia lo contrario. De momento, Feijóo mantiene al president, que le sirve de escudo para que la ira contra la gestión del 29O vaya contra el actual Consell, incluido el vicepresidente Gan Pampols, y no hacia Génova. Después, si hay que hacer una cuenta nueva o diferente, se hará, pero la calle y el nivel de tensión marcarán la batería con la que cuenta Mazón para acabar su mandato (si puede).
Así que, por mucho que Morant ofrezca sus votos al PP para cambiar a Mazón, que Compromís presente una moción de censura y que Vox amague con no ratificar las cuentas (porque así lo impone Abascal), a todos les interesa que siga el actual jefe del Consell, incluido Feijóo. Que se queme. Y si se quema, otro nuevo/a sí pone en peligro la reedición de la mayoría de Feijóo. Y que el caso Aldama haga su trabajo, como contrapeso.
Pero mientras todo eso pasa, donde debe estar Morant es en trabajar en la alternativa para que se visualice. Y si eso a veces choca con los intereses de Moncloa, pues tendrá que chocar si quiere ser creíble. A veces no todo se hace bien. O la visión de Moncloa no es la mejor. Ese es el dilema de Morant: Moncloa o Palau. Illa lo ha hecho en Cataluña (con permiso o no) y le ha ido bien.
Mientras, Morant tendrá que hacer el equipo. Y deberá apostar por perfiles nuevos porque no todos pueden estar en misa y repicando. O se es alcalde o alcaldesa, o secretario/a provincial, o se está diseñando el futuro, sin olvidar que ante quién se va a presentar son los ciudadanos de la Comunitat Valenciana. Y a los que les han surgido las dudas, con la catástrofe, quieren saber cuál es la visión sobre la reconstrucción y otros asuntos. No solo aplaudir o replicar lo que dice Moncloa.