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el sur del sur  / OPINIÓN

Diana, o pacto, o riesgo

28/01/2024 - 

Hay una leyenda extendida en determinados medios -sobre todo aquellos que se significaron por la exacerbada loa a la figura de Ximo Puig- de que el congreso del PSPV iba a ser una especie de camino de rosas en la que la actual ministra de Innivación, Universidades y Cienca, Diana Morant, debía ser alzada como la nueva secretaria general de los socialistas valencianos por la obra y gracia de Pedro Sánchez. O por la obra y gracia, simplemente. Pero los acontecimientos han desmentido ese relato. Y todo aquel que ha anunciado que optará a las primarias -Alejandro Soler ya lo ha verbalizado con toda solemnidad, y Carlos Fernández Bielsa lo ha aventurado- se ha convertido en una especie de disidente, que quiere romper con la armonía de aquellos años felices en los que sí, el PSPV fue la fuerza más votada en la Comunitat, pero que fue derrotado el pasado mayo y va contra los elementos de un establishment que vivió bien en los años dorados del Botànic, y que ahora se ha acomodado en los sillones de la oposición sin importarle por dónde respira la militancia, qué sede está abierta o cerrada, o porque a algunos  de sus munícipes le levantan alcaldías con acuerdos oscuros y al más puro estilo de la política de los 90, sin capacidad de reacción.  Y ¿el partido? Ahora se acuerdan las viejas amistades.

Recordemos. Todo quedó suspendido el fatídico 12 de enero, el día que se aplazó por segunda vez la ejecutiva que debía fijar el calendrio del congreso. Fue la cúpula de Ferraz la que dijo que había que dejar tiempo hasta la convención de A Coruña, y que allí se iba a intentar el acuerdo para llegar a una candidatura única (entonces Soler ya había pregonado que se presentaría y Bielsa había exhibido su equipo). Pero eso no se ha dado. Allí, Sánchez no llamó a capítulo a nadie - y eso que ve a Diana todos los martes-; tampoco Santos Cerdán no les encerró en una habitación y les dijo: "De aquí no sale nadie hasta que haya acuerdo ". La leyenda de que Diana debe ser porque así lo quiere el presidente del Gobierno se ha caído por su propio peso hasta el día de hoy.  De momento, Ferraz deja hacer. Pero el mantra ha quedado tan alicatado como que Alicante es la última provincia en inversión per cápita (pese a que después ha llegado más dinero del que dijo el sufrido papel de los PGE).  

Una mentira se hace verdad a base de reptirla. Y en eso, sí que hay reconocer que el ximismo ha logrado imponer un relato en el cap i casal a través de sus terminales mediáticas -hoy irreconocibles- que no se ha consumado. Y para variar, para todos esos, Alejandro Soler sigue siendo ese loco del sur que se recorre sedes y agrupaciones, pero que desafía a Ferraz y la hoja de ruta de la herencia; y Fernández Bielsa el eterno aspirante en cuya espalda lleva escrito el fracaso de no conseguir amarrar el Gobierno de la Diputación de Valencia, pero que el propio ximismo quiere hacer ver que puede recurrir en cualquier momento si hay que derrotar a esa amenaza que representa el acabar con el establishment. Después, cada uno tiene sus números y cuentas. Soler también lo tiene en sus oraciones por si hay que ir a la segunda vuelta.

Y en esas está Diana Morant, que debe decidir  -se presentará el lunes- si es valiente y consigue en apenas 10 días los respaldos necesarios para una tarea a la que no estaba llamada, hasta ahora: pisar sedes y persuadir a la militancia. Claro que sabe hacerlo, pero con un riesgo: si Diana se presenta, no puede perder. O sí. A riesgo de que su jefe, al que ve todos los martes en el Consejo de Ministros, se lleve otro guantazo del Madrid mediático (uno más) por el relato impuesto por unos (y permitido por otros, también hay que decirlo).  Y que los partidos del nuevo Gobierno de la Generalitat -y las otras terminales- desconsideren si de verdad está preparada para ser la alternativa al Palau de la Generalitat, cuando, en el supuesto de no ganar, quedaría bastante en evidencia.

Así está el panorama. En ese escenario, claro está que no hay acuerdo. Los hechos hablan por si mismo. Pero lo puede haber. Entonces, ¿por qué temer las primarias? ¿por qué temer ver con qué fuerzas cuenta cada uno? ¿por qué no comprobar qué quiere la militancia? Ha pasado muchas veces: basta con decirle a las bases lo que hay que votar para que hagan los contrario. Solo a los acoctumbrados a los contubernios les molestan que las bases se pronuncien. Cabe recordar que Puig ya se llevó dos sustos: en mayo de 2017, cuando Sánchez ganó a Susana Díaz (no es menester recordar en qué contexto). O en julio de ese mismo, cuando un tal Rafa García le sisó el 42% de los votos a todo un secretario general y president de la Generalitat.  Y el actual proceso puede acabar demostrando algo que muchos piensan: Puig, muy bien apuntalado por determinadas tribunas, se ha movido desnudo durante este tiempo. 

Ante tal escenario, Diana tiene dos caminos: o lanzarse por el tobogán y ver si llega al final a base de decirle a la militancia que es la preferida (de Pedro, pero también de Ximo), o pactar. Alejandro Soler se lo ha dejadó fácil: una cosa es la secretaría general, la otra, la candidatura a la Presidència de la Generalitat. La ministra lo tiene fácil si no quiere ponerse roja. Si quiere riesgo, además de pelearlo, importunará a más de uno de los que le rodean: comenzarán las presiones y los pactos, algo que a la larga no ha funcionado.

Ahora bien, pase lo que pase, de lo que no hay duda, es que el PSPV necesita un reset: que el/la militante hable, que las sedes abran y que el partido esté en la calle. Por lo que viene: esperar que el péndulo cambie de dirección.

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