Que el campo valenciano en particular y el español en general sufre pérdidas y es insostenible económicamente, lamentablemente, no es nada nuevo. Las manifestaciones y concentraciones de los agricultores, incluso tirando o repartiendo sus productos para demostrar que esa pérdida no les supone nada, se vienen reiterando desde hace lustros. En los últimos días, se ha reavivado una protesta que siempre ha estado latente. Los agricultores ya no pueden más. Con toda la razón.
Es así porque pasan los años y, lejos de desaparecer, la situación empeora. La crisis de rentabilidad, propiciada sobre todo por el aumento de los costes de producción, lleva al abandono de los campos y a que no haya relevo generacional. Una renuncia que provoca una menor producción y el encarecimiento de los alimentos para los consumidores.
El problema es gordo, pues está en juego lo que comemos y con ello nuestra salud y bienestar. Cada campo que no se cultiva es un perjuicio enorme para la ciudadanía y el medio ambiente. No pasemos por alto que el abandono de los campos favorece la despoblación.
Por eso, es imperdonable que muchos agricultores se vean obligados a dejar sus tierras porque ya es que no ganan, es que pierden dinero. Ante esta situación, las administraciones públicas tenemos la obligación de contribuir a la solución y detener la pescadilla que se muerde la cola. Desde la Diputación de Valencia actuamos a través de las áreas en las que tenemos competencia, como son Medio Ambiente, Carreteras, Desarrollo rural y Ciclo Integral del Agua.
Por ejemplo, estamos impulsando un plan para mejorar el estado de los caminos rurales, son vías fundamentales para el acceso a los campos de cultivo; se está trabajando con la Federación de Caza de la Comunidad Valenciana en el diseño de ayudas para controlar la fauna silvestre; así como en la programación de un plan de formación provincial que mejore las capacidades tecnológicas de nuestros agricultores. Además, como ya he señalado en otras ocasiones desde esta tribuna, estamos trabajando intensamente, de manera transversal, frente a la despoblación.
Por otra parte, el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, se ha reunido esta semana con el Foro Agrario de la Comunitat Valenciana. Un encuentro fructífero que concluyó con la decisión de hacer un frente común en defensa del campo valenciano. ¡Así se hace!
Ahora bien, la madre del cordero es el Gobierno de España. Un Ejecutivo ausente, al que preocupan y ocupan otros asuntos. Mientras sigue en sus trece, sin importarle la gran mayoría de españoles, desatiende las necesidades de los agricultores, no se sienta con el sector, desoye sus reivindicaciones. Y encima tiene el cinismo de decir que está con ellos. Ver para creer.
Al contrario, lejos de estar con ellos, Sánchez es rehén de un planteamiento medioambiental lleno de ideología y vacío de realismo. ¿En serio no se da cuenta de que nuestros agricultores son los auténticos defensores del medio ambiente y los verdaderos protagonistas de la lucha contra el cambio climático? Una vez más, estamos antes el mundo al revés de Sánchez.
Sí, ese mundo en el que cuando una exministra socialista francesa ningunea a nuestros productores y cuestiona la calidad de nuestros tomates ecológicos, el presidente del Gobierno le invita a probarlos y asunto arreglado. En ese mundo que imagina y que quiere hacer creer, eso debe ser una estrategia sabia y eficiente.
Sin embargo, el apoyo a nuestros agricultores y ganaderos pasa por medidas concretas y por una defensa firme en Europa para que el sector supere esta dilatada crisis. Eso por parte del Gobierno. Desde nuestras casas también podemos contribuir consumiendo nuestros productos, que son de una alta calidad, no solo por cumplir los estándares exigidos, sino también por su sabor.
En Valencia tenemos la suerte de tener una tierra fecunda, que nos proporciona una diversidad muy amplia de productos. Más allá de nuestras apreciadas naranjas, producimos otras frutas como el caqui de la Ribera, todo tipo de verduras y hortalizas en nuestra maravillosa huerta, el arroz de la Albufera, un gran aceite y unos buenos vinos en las comarcas de interior. Y ahora, para que nadie lo dude, tenemos a nuestro cava de Requena reconocido con su denominación de origen. Es lo justo y merecido. Como lo es que los agricultores puedan vivir de su esfuerzo y sacrificio. Hay que devolver la dignidad a la agricultura ya. Sin ella, no hay vida. Que no se nos olvide.
Por cierto, o el tomate que se comió Ségolène Royal no era español o no tiene ni idea de cómo sabe un buen tomate.