Netflix estrena la adaptación de la novela de Samanta Schweblin Distancia de rescate, dirigida por Claudia Llosa
VALÈNCIA. Se llama distancia de rescate al espacio que ha de salvar una madre para socorrer a su criatura de un peligro. Es ese hilo invisible que proyectan visualmente las mujeres para delimitar la separación respecto de sus hijos a fin de, sin atosigarlos, sentirse seguras de que nada malo les puede pasar, porque en caso de amenaza, podrán llegar a tiempo.
En la novela homónima de Samanta Schweblin, ese metafórico cordón umbilical se extrapola al medio ambiente. De manera lírica, velada e incluso esotérica, la trama se extiende al cuidado del planeta frente a las agresiones que están poniendo en riesgo la vida de los seres vivos.
Esa conjunción de temores que van de lo cotidiano a lo global, de la lucha de género a la climática, fueron los que atrajeron a la directora peruana Claudia Llosa para adaptar el libro. La película llega hoy, 13 de octubre, a Netflix, coescrita por la cineasta junto a Schweblin.
“Distancia de rescate trata de la intimidad de dos mujeres, pero transmite una sensación de universalidad, porque expone una fatalidad que nos toca a todos. Por un lado, habla del difícil balance entre la necesidad de proteger a nuestros hijos con la libertad que les damos para que se equivoquen y se conviertan en individuos. Y por otro, nos pide prestar atención a la madre que nos acoge, la Tierra”, detallaba la cineasta en el Festival de San Sebastián, donde el largometraje participó a concurso.
María Valverde y Dolores Fonzi protagonizan este cuento de terrores adultos, sobre una madre que llega con su hija a un bucólico pueblo del campo argentino donde descubre el envenenamiento de todo lo que le rodea. Claudia Llosa ha filmado una oda a la belleza, con planos de una sensualidad telúrica, que sin embargo, ocultan una verdad corrompida y siniestra.
“En mi país hay territorios contaminados que han arruinado miles de vida y a nadie le importan. Cuando leí la novela, pensaba en la multinacional Monsanto, en el activista argentino Fabián Tomasi, que murió por afecciones provocadas por agrotóxicos. Lo increíble es que Samantha lo plantea con elegancia, porque en su novela nunca se nombran la intoxicación ni los pesticidas”, se explaya la actriz Dolores Fonzi, que con sus palabras está haciendo referencia a las fumigaciones en la provincia argentina de Entre Ríos con glisofato, un producto que provoca abortos y malformaciones en el feto.
Llosa la eligió para el papel por su lucha a favor del aborto legal en Argentina. Cuando la actriz se alzó en 2016 con el Premio Platino por su papel en la película La patota (Santiago Mitre), aprovechó para reivindicar la liberación de una mujer presa más de dos años en Tucumán tras ser atendida de una interrupción espontánea del embarazo.
A partir de ahí, Fonzi lideró el colectivo Actrices Argentinas y durante meses coordinó acciones, atendió a la prensa, participó en manifestaciones y reuniones con políticos.
“En su decir en las entrevistas observé algo muy energético y envolvente. Más allá de una hermosura de un abismo espectacular, hay algo en Dolo que te sobrecoge, porque es terrenal y explosiva. Las cualidades de María, en cambio, pasan por una elegancia y una delicadeza combinadas con el control”, distingue la realizadora, ganadora del Oso de Oro en la Berlinale de 2009 con La teta asustada, la primera película peruana nominada al Oscar de lengua extranjera.
Como en aquella premiada película, Llosa vuelve a abordar el miedo a la pérdida desde un componente fantástico: “Es algo a lo que en lo personal me conecto muy fuerte, porque lo entiendo de una manera muy visceral, pero en Distancia de rescate se propone algo más. No es tanto el problema, que se puede ubicar, gestionar y controlar, sino la paranoia. Cuando el miedo se deforma, la realidad se desdibuja y la gestión se convierte en algo más patológico y siniestro”.
A pesar de esos mimbres, Llosa nunca he sentido que estuviera dirigiendo una película de género. El cine de terror le provoca mucho respeto. Así que durante el rodaje se tranquilizó a sí misma diciéndose que su proyecto abordaba temas pertinentes y reales.
El elemento desasosegante y fantástico que baña toda la cinta la conecta con la tradición del realismo mágico latinoamericano, donde la realidad convive con lo fantástico.
“Siempre me sostengo en lo real, pero expando las paredes del relato hacia lo inverosímil, porque ahí encuentro una salida que no me brinda el plano material. Esa manera de hablar de lo que nos duele desde ese otro lugar forma parte de la idiosincrasia latinoamericana”, concluye Llosa.
Ese elemento enigmático y de extrañeza en el relato está atravesado por el concepto de maternidad. Y ahí entran los binomios de mujer madre y de madre cuidadora. “A pesar de que la mujer se ha redefinido en el último medio siglo, la maternidad no lo ha hecho de la misma manera, y eso lo demuestran las leyes en muchos países latinoamericanos, incluido el mío. No sólo hemos de ser madres por ser mujeres, sino buenas madres. De aquí sale una peligrosa herramienta de control. Y ahí entramos en lo feminista, que por supuesto anda de la mano de lo ecológico, porque son dos luchas urgentes, de una premura que trata de contener la película”.
A este respecto, la OMS alertó este lunes en un informe sobre las consecuencias de la crisis climática en la salud, con datos como que cada minuto fallecen 13 personas en el mundo a causa de la contaminación del aire.
Esa llamada de atención, Fonzi la liga a la desigualdad, ya que la deriva medioambiental tiene una mayor incidencia negativa en los más desfavorecidos. “La injusticia climática es injusticia social y siempre termina afectando a las mujeres, porque son las que están precarizadas y oprimidas, teniendo hijos que son la mano de obra de esas mismas corporaciones que nos envenenan. Esta película es importante para la época porque habla de la crisis ambiental de una manera poética pero contundente. Estamos soltando la distancia de rescate con el planeta”.