CASTELLÓ. El clima de anuencia en la Diputación de Castellón se contagia de los malos rollos en la política nacional. La crispación gana terreno en la corporación a medida que los partidos incorporan en sus argumentarios temas que exceden de las competencias propias de la entidad provincial. El ideario marcado desde Madrid o València va calando poco a poco en el debate, hasta el punto de asumir un protagonismo estelar frente a los asuntos domésticos, en teoría de mayor enjundia pero que quedan relegados a un segundo plano.
En los dos últimos plenos la armonía de la que siempre ha presumido el presidente, José Martí, ha sucumbido al ruido del fuego cruzado. La vehemencia de los portavoces a la hora de defender temas como la Constitución, el Poder Judicial o la monarquía ha dejado en mera anécdota acuerdos de mayor peso institucional y emanados del consenso.
El cierre de Martí durante la sesión del pasado martes, la ordinaria del mes, resultó especialmente revelador. El rifirrafe protagonizado por algunos de los diputados a cuenta de los símbolos nacionales obligó al presidente a recordar que, más allá de las discrepancias entre la izquierda y la derecha, había que congratularse por las cuatro declaraciones institucionales aprobadas entre las distintas fuerzas.
El líder socialista puso el acento en esa comunión, en un claro intento por rebajar la tensión y consciente de que su sello de identidad reside precisamente en la concordia. No en vano, términos como pacto y pacificación siempre han definido su gestión. Al menos, hasta ahora.
El cambio tranquilo, que consolidaba en el primer año de mandato una etapa marcada por la unidad, muestra fisuras desde que el PSOE, PP, Compromís y Ciudadanos han decidido incorporar en su acción política la agenda de sus direcciones en los órganos legislativos de ámbito estatal.
La marca ideológica de cada formación se ha hecho más visible con la vuelta de las vacaciones. La moderación se ciñe exclusivamente al papel, esto es, a aunar posiciones para aprobar una propuesta por el bien común. Otra cosa bien distinta es lo que sucede cuando toca justificar el voto. La irritación y el denuesto irrumpen en el plenario para provocar un alboroto impropio del talante mesurado del arranque de la legislatura.
Las sinergias que antes permitían avanzar ahora encuentran piedras en el camino, fruto de la división en cuestiones que trascienden las fronteras de la provincia. La cohesión institucional que promulga Martí se empieza a poner cara, y así se ha constatado en los dos últimos plenos. El próximo martes, en el Debate sobre el Estado de la Provincia, se adivina un nuevo episodio de confrontación entre el equipo de gobierno y la oposición.