CASTELLÓ. El Castellón se despide de 2021 con una mezcla de decepción por su corta presencia en la segunda categoría del fútbol español y de esperanza ante el reto que tiene de regresar al fútbol profesional.
El descenso a Primera RFEF sufrido por los albinegros ha marcado el balance deportivo del club en un 2021 en el que también ha habido que lamentar la falta de espectadores en las gradas durante la etapa del equipo en Segunda y la ruptura de las bases con las que el conjunto orellut dio un salto de calidad en las dos temporadas previas.
El gran artífice del regreso del Castellón al fútbol profesional, Óscar Cano, quien un año antes de aquel logro había salvado in extremis al equipo del descenso a Tercera División, fue destituido como técnico albinegro a comienzos de año tras llegar al parón de Navidad en puestos de descenso y con la sensación de no ser capaz de dar forma, en una categoría más alta, al fútbol de posesión y elaboración que plasmó con éxito en Segunda B. También es cierto que la plantilla diseñada era muy justa de calidad para esos niveles, independientemente de su propuesta de juego. Su puesto lo ocupó Juan Carlos Garrido, conocido por sus luces y sombras en el Villarreal y que regresaba a España tras muchos años entrenando en ligas árabes.
El valenciano rompió por completo con los rasgos que había creado su predecesor y apostó por un fútbol ultradefensivo como solución a la falta de resultados. Tras un inicio poco convincente, Garrido sacó al Castellón de los puestos de descenso con una secuencia de siete partidos sin perder en nueve jornadas, en una fase en la que la efectividad fue máxima en las pocas apariciones del equipo en área contraria, mientras que la de sus rivales fue mínima en sus innumerables llegadas.
La tendencia se frenó en la recta final del campeonato, cuando subió el nivel de exigencia de la competición. Los albinegros empataron dos partidos seguidos contra el Tenerife y el Logroñés, con todos los pronunciamientos a favor. Los canarios, que estaban virtualmente salvados, sufrieron una expulsión en el minuto 27 que no cambió el planteamiento conservador con el que salió Garrido. Y aún pudo haber perdido el Castellón de no haber parado un penalti Óscar Whalley, salvador de los orelluts durante la mayor parte de la segunda vuelta. Frente a los riojanos se desperdició la ocasión de noquear a un rival que llegaba a Castalia en caída libre y obtener un margen importante antes de afrontar la fase de resolución de la Liga.
De haber tenido más ambición en esos dos partidos, los albinegros habrían podido abrir una brecha importante en la zona de salvación. Pero no fue así y el siguiente partido, frente a un rival directo como el Cartagena, evidenció los males del equipo, que acabó perdiendo. Faltaban cuatro jornadas y el Castellón seguía fuera del descenso, pero no puntuó más en el resto de la competición y acabó hundido en la tabla y con un vestuario roto por la mala gestión de grupo del técnico.
Garrido fue destituido cuando la situación ya era irreversible y Sergi Escobar lo sustituyó para tratar de salvar al equipo en las dos últimas jornadas. Sus opciones de éxito eran mínimas, pues no dependían únicamente de sus propios resultados. El descenso se certificó tras su debut, ante el Rayo Vallecano. Pero el almassorense fue una apuesta a largo plazo del club, que contó con él para tratar de dar un nuevo salto al fútbol profesional.
En verano se produjo una novedad en la estructura del club con la incorporación de un director deportivo. El elegido fue Fernando Gómez Colomer, quien ya había ejercido esa función en una etapa anterior en el Castellón, logrando un ascenso a Segunda División bajo la presidencia de Toni Bonet.
Su misión era todo un reto: construir en pocas semanas una plantilla competitiva manteniendo solamente a siete jugadores de la etapa anterior. El valenciano reunió jugadores de calidad para el proyecto, destacando la incorporación de Pablo Hernández, accionista del club y que en la temporada anterior había jugado en la Premier League inglesa.
Al Castellón le costó cogerle el pulso a la competición y tras cinco jornadas se encontraba en puestos de descenso. Sin embargo, una racha de diez partidos sin perder le situó en zona de promoción de ascenso. Parte de esa secuencia se produjo tras un brote de covid-19 en la plantilla que provocó el aplazamiento de dos partidos. El Castellón recuperó en diciembre uno de esos choques en un calendario especialmente exigente que acabó pagando antes del parón.
Los albinegros llegan al nuevo año fuera de los puestos de promoción, pero a solo un punto de esas posiciones y con un partido menos. Las opciones del equipo siguen abiertas de cara a un 2022 que presenta muchos retos coincidiendo con la celebración del centenario de la fundación del club y algunos interrogantes, como la situación económica de la institución, que tendrá que aclararse dentro de un mes, en la Junta de Accionistas.