30 años del paso de la antorcha de Barcelona’92 por la provincia

El día que el fuego olímpico iluminó Castellón

Tal día como hoy de 1992, cuatro jornadas antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, la llama sagrada de Olimpia atravesó la provincia en relevos de 500 metros, en manos de atletas como Luis Adsuara y Andrés Vera y de otros menos conocidos como Juan Beltrán o la tenismesista paralímpica Maria Cinta Campina

21/07/2022 - 

CASTELLÓ. Hacia las 13.15 horas de tal día como hoy -21 de julio- de hace 30 años, la llama olímpica de Barcelona’92 entró en la plaza Mayor de Castelló en manos del atleta local Andrés Vera, diploma en la final de la prueba de 1.500 metros ocho años antes, en Los Ángeles’84. En un escenario montado a las puertas del Ayuntamiento de la capital le esperaba el alcalde José Luis Gimeno. Era la meta volante de un recorrido trazado de sur a norte de la provincia en una ocasión histórica única para el deporte provincial. Muchos fueron los anónimos portadores castellonenses del fuego sagrado, orgullosos testigos de una carrera que se había iniciado mes y medio antes, el 5 de junio, en Olimpia, y que culminaría apenas cuatro días después, en la mágica noche del sábado 25 en el estadio olímpico de Barcelona, en la célebre flecha de Antonio Rebollo.

La llama de los Juegos de la XXV Olimpiada ardió en el pebetero en la plaza Mayor durante unos minutos inolvidables para los miles de castellonenses de todas las edades que asistieron al momento. Las emociones se desataron cuando la silueta de Vera, con la antorcha en lo alto, asomó por la calle Arcipreste Balaguer. "Creo que nunca he corrido más lento que en aquellos 500 metros, lo que quería era ir lo más despacio posible, e hice todo lo posible para que aquello se me hiciera largo, porque sentía que era algo único. Y además nos habían insistido en que la antorcha fuera lo más visible posible, teníamos que llevarla muy alta", rememora Vera tres décadas después. "Me decía despacio, despacio Andrés, e iba sonriendo, mirando a la gente… porque aquello estaba atestado; fue un momento muy bonito y que coincidiera con unos Juegos aquí en España, fue fantástico", rememora. 

Al volver a encontrarse con las imágenes de Antonio Pradas que inmortalizaron su entrada en la plaza Mayor, se admira sorprendido: "¡Qué fotos más chulas, y además en blanco y negro!". El mediofondista había recogido el testigo de otra leyenda del atletismo local como Luis Adsuara, campeón de España de 5.000, 10.000 y cross, además de más de 20 veces internacional. El intercambio se produjo frente la heladería La Jijonenca, en la calle Falcó. A su vez, Adsuara había iniciado su relevo frente al Hospital Provincial, proveniente la antorcha de la N-340. A Miguel Ángel Carvajal le había correspondido el honor de entrar con la llama en la capital.

Recuerdos olímpicos

Con el recuerdo "brutal" de la experiencia olímpica en Los Ángeles, Vera otorga a su papel como relevista un valor "enorme" entre los recuerdos de su carrera deportiva. "Mi entrenador en Castellón, Pepe Ortuño, me llamó para plantearme la propuesta y obviamente estuve encantado de aceptarla". 

Por su parte, el relevo de Adsuara tiene para su protagonista el sabor agridulce de quien se había perdido los Juegos de Seúl de 1988 en su mejor momento por culpa de un inoportuno resfriado que le lleva a abandonar en el Campeonato de Europa, a pocas semanas de la cita olímpica: "Son las cosas injustas del deporte -se lamenta-, porque cuando mejor estás te dan un palo de este tipo". No obstante, rememora perfectamente "la gran emoción, las ganas de disfrutar del momento, porque además yo estaba al final de mi carrera deportiva, que la cerré ese año con la Media Maratón de Castellón… y ese día es uno de los recuerdos más bonitos que guardo".

Una antorcha: 15.000 pesetas

Asimismo, Adsuara no olvida "las comparaciones que se hacían en Castelló entre mi caso y el de Andrés, pese a que participábamos en pruebas distintas: como yo me quedé en Castelló, se me ha reconocido mucho aquí, mientras Andrés era más conocido fuera". De aquel día, subraya "los miles de personas que había, como nunca había visto yo Castelló en una carrera competitiva, desde la carretera general hasta el centro". Como anécdota curiosa del día, Vera evoca el momento "incómodo" en que insistía a los responsables del Comité Olímpico Organizador de Barcelona’92 (COOB) para quedarse con su antorcha: "Al final me tocó pagar 15.000 pesetas", opción que se dio también al resto de participantes.

Uno de los que las abonó gustosamente fue el padre de Juan Beltrán, quien con 29 años competía en el Club Atletisme Castelló y que tuvo la oportunidad de hacer un relevo en Puçol (Valencia) a primera hora de la mañana de aquel mismo día (ver vídeo, desde 1'40"). Valldeuxense de nacimiento pero afincado desde niño en la capital, Beltrán estaba becado en aquel momento y recuerda la invitación a participar, sumada a varias sugerencias sobre la necesidad de marcar el ritmo, ayudando a los relevistas no deportistas -políticos y personalidades de todos los ámbitos- a avanzar sin prisa, pero sin pausa. "Recuerdo que iba con camiseta roja, e hice un total de mil metros, la travesía de Puçol sin público, y un tramo entre huertos… y también, cómo no, recuerdo que nos regalaron una bolsa para la ropa, unas zapatillas, pantalón y camiseta".

Anécdotas de la llama

Asimismo, Beltrán guarda en su memoria anécdotas como "la de una chica que casi se nos quema el pelo", y subraya que "tenía que ir mirando que no se apagara, y forzando una forma de correr algo ortopédica, porque debes llevarla en alto y es una sensación extraña". Al día siguiente, posó para la imagen que acompaña este reportaje con Juan Bautista Planelles, primer director del Servei d'Esports de la recién nacida Universitat Jaume I, y el técnico Clemente Miró. Cinco años después, el propio Beltrán se incorporaría a este servicio universitario. En su caso particular, a la recompensa de aquel día de julio se sumó la satisfacción de asistir en Barcelona a las dos semanas de los Juegos, que incluyeron recuerdos como el oro de Fermín Cacho en los 1.500 metros.  

Para la historia quedaron en la retina muchas imágenes de aquel 21 de julio. Como la de Maria Cinta Campina, onubense afincada en Castellón y tenismesista participante en tres Juegos Paralímpicos, abandonando con la llama la plaza Mayor. Vistas con los ojos de hoy, en las fotos de aquella jornada histórica para el deporte provincial sorprende la impresión de un público entregado al disfrute del momento, sin pantallas de teléfonos móviles de por medio. El símbolo de un tiempo distinto, regalado por un día único para protagonistas y espectadores. El día que el fuego sagrado de Olimpia recorrió la provincia y dejó un recuerdo imborrable.

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