CASTELLÓ. Apela a la prudencia en lo que a la relación entre pandemia y salud mental se refiere. “Es pronto para saber su impacto. Ahora mismo los datos hay que cogerlos con pinzas”, dice Mikel Munárriz, psiquiatra de la Unidad de Salud Mental en Burriana y uno de los dos coordinadores de la Oficina Autonómica de Salud Mental de la Conselleria. Reconoce que fruto del confinamiento se han acelerado las consultas por parte de un sector de la población poco habitual como son los niños y adolescentes, pero aclara que esta tendencia “se veía venir” y que la crisis sociosanitaria la ha hecho emerger con más velocidad.
Para Munárriz sí hay, sin embargo, un impacto claro: la pandemia ha despertado el interés por la salud mental “y por fin ésta ocupa el lugar que merece en la agenda política”. También, que el virus y sus consecuencias han puesto a prueba los servicios de atención a los pacientes con esta enfermedad, “muy saturados previamente”.
-¿Puede decirse que la pandemia ha afectado a la salud mental de la población de la provincia?
Es todavía pronto para analizar el impacto sobre la salud mental de la población. Lo que podemos anticipar es la huella sobre los servicios de salud mental y de una manera aproximada: hay mucha gente que puede estar sufriendo problemas de salud mental que no llegue a los equipos de atención. Es una situación tan nueva que es difícil responder a esta pregunta con precisión. Ya es compleja sin pandemia, así que imagina.
-Opta por la prudencia...
Ahora mismo los datos los hemos de coger con pinzas, con provisionalidad. Pueden no estar reflejando la situación general de la población sino la respuesta de unos servicios que ya estaban desbordados. Lo que ha supuesto la pandemia ha sido probar al estado de atención a la salud mental. Había muchas deficiencias, falta de cobertura, y ahora esto se ha puesto de manifiesto de una forma más evidente.
Esta crisis sí ha logrado despertar el interés de la opinión pública en temas de salud mental: ya era hora de que una cuestión tan central ocupara el lugar que merece en la agenda política. Este es el principal impacto. Ahora nos preocupa mucho que tanto los planes estatales como autonómicos de resiliencia y recuperación tengan en cuenta la salud mental. Según cómo salgamos de esta como sociedad, nos irá de una forma o de otra.
-¿Qué opina cuando oye que la enfermedad mental es la nueva pandemia que deja la Covid?
Que no lo es. Este tipo de discurso no define lo que hay. No es una pandemia nueva. Plantear que a partir de la irrupción del virus han aumentado los problemas de salud mental desvirtúa la idea de que la salud mental está ahí y necesita y un tratamiento transversal, flexible y adaptado al paciente. Es el mensaje que podemos decir hoy, igual que podríamos haberlo dicho hace año y medio. Si la covid ha dado lugar a nuevas patologías, eso está por ver.
Más que una pandemia de problemas de salud mental deberíamos tener un auge de servicios para atender la salud mental. La consecuencia del virus debería ser un incremento epidémico de la calidad de la atención a estos pacientes.
-¿Qué realidad arrojan en este momento las consultas de las unidades de salud mental?
No ha habido sorpresas en el sentido de tratar casos no habituales en este sector del sistema sanitario, pero sí se han disparado tendencias que se veían venir. Los servicios de salud mental son como detectores precoces de tensiones que se ven en determinados colectivos. Un ejemplo: era evidente que la situación de niños y adolescentes era preocupante, y eso se plasma ahora en el número de consultas que llegan a los hospitales y que no era habitual antes. Consultas que tiene que ver con autolesiones, problemas de conducta y alimentarios, intentos de suicidio… Sabíamos que tenemos un problema como sociedad con el trato a niños y adolescentes, y ahora se ha visto que cuando la cosa se ha puesto dura (por las condiciones de la cuarentena) la emergencia ha saltado.
-Han sido entonces los jóvenes los peor parados en esta situación
Imagina lo que es pasar la adolescencia confinado en casa, con tus padres, en un momento de deseo de emancipación. Para muchas personas el confinamiento fue un alivio, porque frenó la sobrecarga que llevaban, pero para ellos no. Este colectivo ha sufrido además una estigmatización añadida con la culpabilidad de los brotes… Estas afirmaciones deberían hacerse con datos.
-Por los casos atendidos: ¿hay colectivos más vulnerables desde el punto de vista de la salud mental a las consecuencias que deja el contexto sociosanitario?
No es lo mismo pasar el confinamiento en una casa de 70 metros cuadrados ocho personas que en un chalet una pareja. No es lo mismo pasarlo en la cárcel que en casa; disponer de ingresos garantizados o no; vivir en un hogar con armonía familiar que en otro donde ésta no existe. Pero eso pasaba antes de la pandemia también.
-¿Qué síntomas deben ponernos en alerta y cómo se puede paliar el impacto de la enfermedad mental?
Hacer una infografía para diagnosticar claramente los síntomas es muy complejo. ¿Se puede prevenir la enfermedad mental? Se da por hecho que sí: promocionando formas de vida más saludables, garantizando la equidad, el apoyo social o cuidando las relaciones. Y luego en la medida en que muchos problemas de salud mental están vinculados a cuestiones sociales (estigma), la atención a grupos vulnerables es clave. Las estrategias de prevención han de ser transversales, multidisciplinares.
-¿Qué prejuicios permanecen aún a día de hoy en torno a la salud mental y a sus pacientes?
Hay estereotipos que en su extremo más negativo (ligado al concepto de locura) identifican a estos pacientes como personas peligrosas o que en su extremo compasivo, pero igualmente negativo, ratifican su incapacidad para aportar algo a la sociedad.
El estigma que aún prevalece es el de ver a las personas con enfermedad mental como ciudadanos de segunda y eso es una discriminación real y un atentado a los derechos: la enfermedad mental no hace que tus opciones no deban ser tenidas en cuenta.
-¿Es otro estereotipo a combatir pensar que sólo una parte de la población es susceptible de sufrir una enfermedad mental?
Ninguno estamos libres de un sufrimiento psíquico, que tiene además una determinación social. Los servicios de atención a la salud mental son clave, pero no hay que olvidar que la salud mental es cosa de todos y tiene que ver con las decisiones que se toman no sólo en la esfera sanitaria, sino en los ministerios de Educación, Hacienda o Servicios Sociales.