A menudo nos extrañamos de la diferencia que muestran las distintas encuestas en las previsiones de resultados. Y no es de extrañar. El método tradicional está diseñado para prever resultados en función de respuestas contundentes o que inducen a pensar cual es la preferencia del elector.
Pero ¿qué pasa en una situación, como la actual, donde las emociones están desplazando a la razón lógica y los electores se mueven en función de las mismas y les lleva a una situación donde la indecisión entre distintas alternativas les hace responder de forma diferente en breve espacio de tiempo?.
Es evidente que por la izquierda las cosas se van aclarando y las preferencias de decantan por el PSOE, que va concentrando el voto desencantado de la izquierda más radical.
¿Pero qué sucede por la derecha? Están tan claras las cosas por ahí? No parece que sea así y eso produce la gran parte de la indecisión entre electores que lo único que tienen claro es que van a ir a votar pero no saben a quién.
Y la pregunta es, además, ¿qué tipo de propuestas o mensajes están esperando oír ese tipo de electores? No es fácil adivinarlo pero es conveniente trabajar para tener una idea clara de ello.
Un 40% de electores que ya han decidido ir a votar no tienen tomada la decisión de a quién. Es un dato tremendo. Se decía que una campaña puede movilizar un 5% del voto. En este caso estamos hablando de mucho más. Y quien consiga diseñar el mensaje adecuado que incline la balanza hacia su formación, puede tener un éxito rotundo.
Quizá para ello haga falta analizar las cosas de otra manera y no dejar que el árbol nos tape el bosque. Y pensar mucho antes de hablar. Digo sólo quizá. Porque igual de esto de ganar elecciones, no entiendo mucho. O sí. Quién sabe.