VALÈNCIA. El Govern del Botànic ha regresado en las últimas semanas a la senda conocida que viene recorriendo desde hace siete años. No es un camino tranquilo, ni tampoco asfaltado: hay agujeros profundos, enormes piedras y también opositores, pero al menos es una ruta.
La marcha de la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, y la entrada de Aitana Mas causó un terremoto interno en Compromís de consecuencias todavía por definir. Las resistencias en la coalición valencianista ante las presiones de la opinión pública -y del socio mayoritario, el PSPV- para la dimisión de Oltra, elevaron la presión en el Botànic hasta un punto en el que llegó a mencionarse la posibilidad de romper el pacto de gobierno.
Finalmente se produjo, con cierto estruendo, la salida de la vicepresidenta. Tres semanas después de la misma, los sucesos posteriores acaecidos certifican cierta recuperación de la esencia del Botànic. Sigue habiendo discrepancias, cierto, pero los rifirrafes se enmarcan dentro de unos parámetros que los distintos actores del pacto encuadran dentro de la estabilidad.
Uno de los factores que ha ayudado al apaciguamiento en las relaciones ha sido la entrada de Aitana Mas como vicepresidenta del Consell. En sus comparecencias públicas, la dirigente de Compromís ha marcado territorio con algunas cuestiones importantes para la coalición valencianista, como el deseo de implantar la tasa turística o la intención de mantener la comisión política en la negociación de presupuestos.
Eso sí, con un tono que desde la formación socialista sitúan dentro de la "normalidad". "El objetivo es que entremos en una fase de discrepancia controlada o incluso que puedan pactarse las discrepancias", comentan fuentes socialistas próximas a Presidencia de la Generalitat.
Este mismo escenario no parece desagradar en Compromís. Superada la altísima tensión atravesada con el caso Oltra, la situación actual de rebajar la fiebre hasta una temperatura controlable ha sido celebrada por diferentes sectores de la coalición. Cierto es que existen cuestiones en las que la formación no va a ceder espacio, pero las reacciones más iracundas hacia el PSPV suelen limitarse a 'recados' a través de las redes sociales por parte de miembros o dirigentes de la coalición generalmente combativos frente a los socialistas o también por situarse en una especial proximidad a Oltra.
En este sentido, esta semana se han producido algunos desencuentros entre PSPV y Compromís: el especialmente destacado sobre la tasa turística que podría agravarse la próxima semana con la votación pendiente; la divergencia de opiniones respecto a la posible implantación de un peaje en carreteras del área metropolitana, o la citada futura negociación sobre los últimos presupuestos de la legislatura.
Más allá de estas cuestiones, los últimos días han servido para constatar cierta vuelta a la normalidad dentro del Botànic. Es cierto que las preguntas de Compromís en la sesión de control al presidente de la Generalitat, el socialista Ximo Puig, tienen más mordiente que en el pasado, o que se acumulan ciertos asuntos que generarán fricción a corto y medio y plazo; pero en líneas generales se percibe que, al menos de momento, las formaciones mayoritarias del Botànic le han visto las orejas al lobo.
O lo que es lo mismo, el resultado de Andalucía y algunos sondeos han señalado un escenario próximo en el que la derecha podría gobernar y, ante eso, han saltado las alarmas de la supervivencia botánica y, al menos de momento, apunta a imponerse el pragmatismo.