¡Hola Europa! Hoy no hay foto de paisaje porque es muy grave lo que acaba de pasar este fin de semana. El eje geopolítico se inclina hacia el Este mientras Europa debate el “estado de su Nación" a las puertas de una guerra global que amenaza sus fronteras. Consciente o inconscientemente, la presidenta von der Leyen anuncia una gran ampliación hacia Rusia y Asia central, prevista para 2030, mientras abandona la frontera sur que es la que a nosotros nos importa y nos preocupa.
Se lo ha contado en vivo y en directo la Presidenta italiana, Giorgia Meloni, que la invitó a pasear por Lampedusa. La pequeña isla italiana, en el extremo más meridional de la bota, con 6.300 habitantes, han llegado por sus costas en los últimos tres días 10.000 inmigrantes de forma ilegal. Es un goteo constante que se suma a los 127.000 inmigrantes irregulares que han desembarcado en los puertos italianos desde las costas africanas en lo que va de año, más del doble que en todo 2022.
Alemania acababa de bajarse del barco, negándose a aceptar más inmigrantes magrebíes y subsaharianos procedentes de Italia. Su colaboración en el reparto voluntario recomendado por la Comisión Europea era, no obstante, simbólico, casi ornamental. Su excusa, y la de otros países, es la acogida de refugiados ucranianos que huyen de la guerra con Rusia y que entran por las fronteras del Este desde hace un año. Recordemos que los refugiados ucranianos son familias, con exclusión de hombres en edad militar, que huyen de las zonas en conflicto.
Los refugiados de la guerra de Ucrania llegan legalmente y de forma provisional -hasta 2024-, bajo el paraguas de la Directiva 55/2001, que se aprobó al finalizar la guerra de los Balcanes y nunca se aplicó. Desde 2022, se ha activado con condiciones estrictas y con derechos temporales: acceso a trabajo, vivienda, educación, sanidad y una cantidad de dinero por miembro familiar que permitan una integración mínima sin distorsionar la convivencia y evitando la marginalidad. Todo esto es lo que Europa no puede ofrecer a los cientos de miles de inmigrantes africanos y asiáticos que cruzan cada año mares y fronteras para establecerse en este minúsculo continente, El Dorado.
Por eso, Von der Leyen dejó un mensaje ambiguo en Lampedusa: “Seremos nosotros los que decidamos quién llega a Europa y no los traficantes”. Mientras tanto, hacia oídos sordos a la solución planteada por Meloni: el bloqueo naval. Ya se hizo hace 15 años con los piratas somalíes que amenazaban a los buques atuneros y llegaron a secuestrar el de Pescanova. La respuesta de la Unión Europea fue contundente: la Operación Atalanta. Prorrogada hasta 2022, esta misión militar protege hoy los barcos del Programa Mundial de Alimentos, disuade y reprime la piratería vigilando el tráfico de drogas y armas, y las actividades pesqueras en el Cuerno de África y el Océano Índico occidental.
En su lugar, la Presidenta de los europeos repitió un decálogo elaborado por los tecnócratas de Bruselas, contradictorio en cada uno de los diez puntos, ante una cada vez más anonadada Meloni. El rostro de la Presidenta italiana durante la rueda de prensa explicitaba el bochorno que sentía en casa propia y antes sus ciudadanos. El “Plan para Lampedusa 2023” que desembarcó Von der Leyen en la isla europea tiene los mismos visos de naufragar que la mayoría de pateras que cruzan el Mediterráneo, convertido en una fosa común merced a las mafias de un lado y los que alientan la desesperación desde el otro.
Resumido: 1) Pretende “reforzar el control de Frontex para la identificación y registro de los migrantes en el puerto de llegada”, aunque suelen venir sin papeles. 2) “Apoyar el traslado de personas fuera de Lampedusa", con el mecanismo de reparto voluntario que Alemania acaba de suspender. 3) “Intensificar los retornos a los países de origen -Guinea, Costa de Marfil, Senegal y Burkina Faso-“, lo que hasta ahora no ha funcionado. 4) “Prevenir las salidas con acuerdos con países en tránsito como el de Túnez”, cuyo Gobierno acaba de dinamitar. 5) "Intensificar la vigilancia fronteriza en el mar con las misiones navales en el Mediterráneo”, que no están habilitadas legalmente para bloquear las salidas en origen. 6) “Tomar medidas para limitar el uso de buques no aptos para el mar -pateras- y contra las cadenas de suministro y la logística de los traficantes”, lo que ha de hacerse en la costa africana. 7) "Aumentar el apoyo de la Agencia Europea de Asilo para aplicar procedimientos rápidos y el rechazo de las solicitudes infundadas”, cuando se sabe que la mayoría son inmigrantes económicos y no perseguidos políticos. 8) “Campañas de concienciación para desalentar el cruce del Mediterráneo con admisión humanitaria”, mientras las ONG’s -con sede fiscal en el Norte de Europa y Estados Unidos- les dan un móvil y el teléfono del guardacostas. 9) “Cooperación con ACNUR para garantizar la protección a lo largo de la ruta”, como ya viene ocurriendo con las ONG’s que ayudan al desembarco- y 10) “Implementar el Memorando de Entendimiento (MoU) UE-TU”, con Túnez.
El último punto es el más divertido, porque Túnez, el país más pequeño del Magreb, inestable en estos momentos, acaba de boicotear el Memorándum firmado en julio denegando la entrada al país de una misión de observación del Parlamento Europeo -ver foto del documento en exclusiva para Valencia Plaza-. La Unión Europea le hacía guardián de nuestras costas a cambio de treinta monedas, perdón, unos millones de euros. El resultado era una Túnez desbordada con los inmigrantes en tránsito hacia Europa y el abandono de estos inmigrantes en medio del desierto, algunos de ellos buscando la ruta alternativa desde Libia -país en guerra-, peligrosa hasta el infinito por las cadenas de las mafias y por el sol del desierto, un mar de arenas sin horizonte donde muchos acaban naufragando.