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El desafío de Corea del Sur

Foto: AFP7/EP
2/06/2024 - 

Hace casi un mes, además de visitar Tokio, estuve igualmente en Seúl, en Corea del Sur. Se trata de la otra gran potencia económica regional del norte de Asia. Tampoco visitaba la ciudad desde que aconteció la pandemia por lo que, sin duda, me alegré de estar de vuelta. Corea del Sur, como ya he manifestado en esta columna en numerosas ocasiones, es un país digno de admiración y respeto. Es un lugar dónde se ha producido en los últimos 50 años un milagro económico sin paragón. En efecto, si a finales de los años 50 del pasado siglo Gana y Corea del Sur tenían unos ingresos per cápita muy parecidos, prácticamente 70 años después las diferencias son astronómicas. Corea del Sur, a principios de los años 60, se caracterizaba por su dependencia total de las ayudas de Occidente (especialmente de los Estados Unidos), por ser una economía de subsistencia, eminentemente rural, con intenso control de sus precios por una industria proteccionista y por una corrupción pegajosa y de difícil solución. El país había resultado devastado no solo por la invasión japonesa durante la segunda guerra mundial, sino por una guerra civil después (en el contexto de la guerra fría) que hizo que se desgajara en dos. Esta separación sigue existiendo y, además, constituye una amenaza permanente para su seguridad y su integridad territorial.

Sin embargo, bajo el severo pero eficaz liderazgo del General Park Chung-Hee, se acometió una profunda transformación del país no solo en lo económico sino también en lo social. Este es un ejemplo histórico a no olvidar de cómo las políticas adecuadas y su correcta implementación pueden contribuir al milagro de la prosperidad colectiva. Las decisiones fueron encaminadas a la apertura al comercio internacional, a mejorar la educación y a proteger las industrias estratégicas del país. Para ello se aportó, en ese momento inicial, financiación pública de forma masiva a los sectores de la industria pesada, el acero, las productos químicos derivados del petróleo, la industria de la automoción, los astilleros navales y a una incipiente industria electrónica. En paralelo, se eliminaron prácticamente todas los aranceles a la importación de los productos que Corea del Sur no tenía, pero que resultaban indispensables para todo el elenco de las industrias mencionadas. Incluso, ocasionalmente, se llegó a subvencionar la importación de los insumos necesarios para dichas industrias, lo que las hizo más competitivas permitiendo su desarrollo y crecimiento acelerado. También resultaron esenciales en este proceso el protagonismo que fueron alcanzando, precisamente en este momento histórico, los grandes conglomerados empresariales coreanos, los llamados Chaebols, término que tiene su origen etimológico coreano en la combinación de las palabras “riqueza” y “clan familiar”. 

Progresivamente, se convirtieron en los actores esenciales de la economía coreana que, por su tamaño y su diversidad, pudieron realizar inversiones masivas de capital a los efectos de convertirse en una fuerza innovadora potentísima. Los Chaebols y sus bondades y miserias se merecen una columna específica de “Noticias de Oriente” en un futuro próximo. El resultado extraordinario se evidencia en el incremento colosal del PIB per cápita coreano. Así, en hace 50 años, el país se colocaba en la pobreza extrema con 2.496 dólares mientras que, en la actualidad, ha alcanzado los 43.000 dólares per cápita. Un dato curioso es la comparación con España. En los años 70, el PIB español era muy superior al de Corea del Sur estando por encima de los 13.000 dólares, mientras que en la actualidad se encuentra ligeramente por debajo, en 42.000 dólares. Por lo tanto, a pesar de todas las dificultades pasadas y las más recientes, como la crisis asiática del 97 (que motivó su rescate por parte del FMI) o la debacle financiera de 2008 o la pandemia, en ningún momento se ha podido parar este desarrollo vertiginoso.

Gente paseando por la ciudad de Seúl, en una imagen de archivo. Foto: AFP7/EP

Sin embargo, en la actualidad, Corea del Sur está en un momento de encrucijada, de mutación de su modelo económico que empieza a mostrar signos de agotamiento. Así, con ocasión de mi reciente visita, tuve también la oportunidad de reencontrarme con amigos, empresarios y ejecutivos de grandes compañías e instituciones que me pudieron trasladar sus impresiones auténticas, genuinas y directas sobre su entorno y sobre la situación coreana. Cabe concluir que, tras una expansión notable en 2022 del 2,6%, la economía se enfrío en 2023. La contracción de la demanda global para las exportaciones coreanas combinada con las amenazas geoestratégicas (en forma de guerra en Ucrania y en Israel y Gaza) junto con una debilitamiento de la demanda interna, han producido una desaceleración de la economía que puede estar en torno del 1,4%. 

A largo plazo, salvo golpe de timón, el peso de la economía coreana en el mundo se puede ver gravemente disminuido por la necesidad de cambios estructurales y por el impacto de unas dinámicas demográficas negativas. Es verdad que se han realizado esfuerzos, por parte del gobierno, para reducir la dependencia energética de Corea del Sur de las importaciones de productos fósiles de Rusia y que los resultados han sido exitosos al haber conseguido disminuir dichas importaciones casi en 50,7%. Sin embargo, para garantizar la supervivencia del milagro coreano, probablemente se tengan que acometer cambios más profundos. La consultora Mc Kinsey sostiene que el éxito de Corea del Sur se ha debido básicamente a dos grandes saltos (exitosos) hacia adelante. El primero tuvo lugar entre los años 60 y 80 del pasado siglo, cuando el modelo productivo del país se deslizó desde una economía muy básica de supervivencia a un modelo en el que la industria pesada y petroquímica fueron esenciales. El segundo se produjo entre los años 1980 y 2000, cuando apostó por ser un líder en la fabricación de productos de alta tecnología.

Una trabajadora de un local en la ciudad de Seúl, en una fotografía de archivo. Foto: AFP7/EP

Para poder explicar cuál puede ser la dirección del proceso de cambio que está teniendo lugar en la actualidad, conviene viajar al Yongin, a 40 kilómetros de Seúl, donde un ejército de excavadoras están trabajando día y noche para hacer realidad el proyecto de creación de un “cluster” industrial para la fabricación de chips, en el que se incluirán las tres plantas más grandes y potentes del mundo en la fabricación de este tipo de productos. El proyecto de Yongin arrancó en 2019 y no se completará el primer “cluster” hasta 2027. Este macro proyecto, que supondrá una inversión cercana a los 470.000 millones de dólares, es la respuesta coreana en la guerra global de los semiconductores. ¿Porque se han convertido en un industria esencial y estratégica? Por una razón sencilla: la fabricación de los chip es vital en el desarrollo de una industria aún más relevante y la que sirven, la de la Inteligencia Artificial (AI). 

Este posicionamiento clarísimo puede no solo rescatar a la industria de semiconductores coreana, sino también a todo su modelo económico así como llegar a ofrecer soluciones a los problemas demográficos y de productividad del país. Es cierto que la puesta en marcha de Yongin no está resultando exenta de dificultades. Sin un apoyo de todas las fuerzas políticas coreanas (por el interés general de Yongin) en cuanto asegurar la enorme cantidad de suministro de energía que necesita (requerirá desde energía renovable hasta la construcción de nuevas plantas nucleares), el proyecto podría no hacerse realidad. Lo que es claro es que evidencia la confianza en el enorme incremento de la demanda de hardware relacionado con la AI (incluyendo los llamados chips de memoria Dram que son necesarios para modelos de lenguaje extensos y sofisticados). Y es vital que el proyecto de Yongin avance con rapidez para evitar que los competidores les puedan ganar la mano. 

En este sentido, tanto los Estados Unidos como Japón están, a través de ayudas públicas a sus empresas, incrementado su capacidad de fabricación de chips. Esta situación obliga, en este momento, a las grandes empresas coreanas a concentrar las fuerzas de inversión y de innovación en el propio territorio de Corea para que la competitividad esté garantizada. Cabe afirmar que, en la actualidad, los coreanos son muy capaces en tres de los cuatros pilares que conforman la AI: en la parte lógica, la de memoria y almacenaje y los servicios en la nube. Ahora, tiene la oportunidad de tener acceso a los algoritmos de IA más sofisticados (que constituyen el cuarto pilar). El empresariado coreano es consciente de que el hardware es muy relevante pero van más allá: para seguir progresando saben que tienen que subir en la cadena de valor para incrementar su cuota de mercado en el ámbito del diseño y el software. Esto implica un mayor esfuerzo inversor en alianzas estratégicas con los mayores productores globales de modelos de lenguaje extensos y sofisticados. 

Sin duda, esta nueva era que estará dominada económicamente por las industrias relacionadas con la IA, constituye una nueva oportunidad para que Corea del Sur supere su modelo económico basado en la manufactura y se consolide, como ha hecho en el pasado, como un nuevo líder en la industria. Si bien es cierto que los éxitos pasados no garantizan los éxitos futuros, existen numerosos precedentes para concluir que Corea del Sur saldrá triunfal de esta nueva mutación de su economía.

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