el tintero / OPINIÓN

El discurso oficial y el pensamiento real

La sospecha que tengo hace tiempo sobre si nos creemos lo que decimos públicamente o en cambio todos somos un poco Dr. Jekyll y Mr. Hyde y jugamos con esa doble moral, y abusamos del clásico haz lo que yo diga y no lo que yo haga

15/12/2021 - 

En las últimas semanas y en sendos eventos públicos, jornadas y mesas redondas de carácter profesional, he asistido a dos situaciones o comentarios que me han servido para certificar algo que llevaba tiempo sospechando. El abismo cada vez mayor entre la realidad o quizá la verdad y el discurso público, oficial y políticamente correcto. Todos sabemos que, en los últimos años, cada vez con mayor intensidad y especialmente en los períodos de gobiernos de izquierdas, se generan una serie de parámetros, dogmas, expresiones e ideas que con facilidad impregnan todo: la comunicación, la educación, la sanidad, la política y hasta la vida cotidiana de las personas llegando a consolidar (o no) una nueva forma de pensar.

En otras ocasiones hemos recordado los -ismos más típicos del siglo XXI: ecologismo, feminismo, pacifismo, etc. y todo lo que ello conlleva. Tres asuntos de gran actualidad son el uso del lenguaje inclusivo, la ideología de género y de manera más global la sostenibilidad, repetida hasta la saciedad en cualquier circunstancia. Temas que parecen tener unas sólidas bases científicas y de pensamiento, asuntos que deben impregnar nuestro comportamiento en el ámbito público hasta límites ridículos y que para quienes huimos de dogmatismos civiles, intentamos poner en relativa cuarentena y de alguna manera mantenerlos a raya. Pero ¿qué hacer cuando quienes los abanderan también se sinceran? No les negaré que mi rostro emite una leve sonrisa, producto del pensamiento que me lleva a concluir que no todo está perdido.

 

Bajaremos al terreno siempre respetando el anonimato de los protagonistas, pero intentando transmitirles esta reflexión que quizá compartan o quizá no. En una interesante jornada del ámbito jurídico, una preparada y culta ponente explicaba con pasión y de manera brillante el trabajo realizado para dar a las leyes una visión de género partiendo del hecho que el universo jurídico está realizado y pensado por y para los hombres. En un momento de la exposición y producto de la fuerza que tienen los asuntos políticos y mediáticos, la ponente comentó el tema de los juguetes que tradicionalmente se vinculan a niños y niñas, sea por su color o su temática y defendió la postura oficial, ese discurso que todos conocemos y rápidamente y con una sinceridad que es de alabar dijo: “este tema lo hablo con mi hijo de 18 años y no entiende nada y me dice “¿Qué mas da que las niñas jueguen con muñecas y los niños con coches?”. Y en ese momento pensé, cuántas personas pensarán exactamente eso y no se atreven a decirlo.

Pero aún hay más, todos sabemos de sobra que la sostenibilidad es el futuro del planeta, de hecho, si usted se pone de pie y no se sostiene, mal vamos. Así que en todos los foros habidos y por haber, la palabra sostenibilidad sale unas dos mil o tres mil veces. En uno de esos foros profesionales y de prestigio tuve el placer de escuchar a dos directivos de empresas líderes en el sector de la alimentación, y ambos pusieron en duda que todo pudiera ser sostenible y especialmente las industrias que se autodenominan ecológicas, es más, como conocedores directos uno de ellos explicaba que es imposible cumplir uno de los famosos ODS, el que apela al hambre cero y no apostar por la agricultura intensiva y por el uso de fertilizantes y demás productos que pueden garantizar que los alimentos lleguen a la creciente población mundial.

Son sólo dos ejemplos, pero creo que habría muchos más sobre el discurso que desde la política y los medios se lanza constantemente y la realidad de los hechos y la realidad de lo que piensan muchos, mayores y también jóvenes sobre el exceso de dogmas que en muchas ocasiones son difíciles de creer o de asimilar. Probablemente el camino será el de alcanzar un equilibrio, el de utilizar las palabras con mesura y no gastarlas de tanto usarlas y en definitiva de ser más honestos y acoplar nuestro pensamiento y acciones a nuestro discurso.