EL CUDOLET / OPINIÓN

El fariseísmo de adelantar la Navidad a la Navidad

3/12/2022 - 

Conocí una Natividad de la falda de mi madre e impresionado por el bigote de mi padre. Una Navidad con principios. Unos principios basados en las tradiciones. El día de la Nochebuena, en casa, después de comer sopa de arroz y un ligero cocido se preparaban las bandejas de alpahaca para presentar los turrones y dulces al resto de familiares. La casa se engalanaba de guirnaldas, luces y demás enseres, y el comedor, una vez al año, abría sus puertas a la opulencía.

Cortaba los turrones junto a mi padre con el sonido de fondo de los villancicos de un moderno tocadiscos. Dos días antes, me tocaba desempolvar el Belén y adornar un árbol que solía ser de pino natural para después llevarlo al compost. Luego vendría el de plástico. Tras la cena me acercaba a los Maristas a escuchar la misa del Gallo. Al finalizar el canto nos esperaba en el comedor del colegio un buen grapado de mazapanes y turrones acompañado de sidra el Gaitero. El cava era para los más mayores.

El veinticinco era una jornada de estreno. La magna reunión de abuelos, tíos, primos, padres y hermanos se celebraba en Noel, un restaurante de Las Arenas o en casa de la abuela. Regresabas a casa premiado de entrenas y sino era muy tarde, la feria de atracciones era la última parada del Nadal. Al día siguiente el cine, otra butaca obligatoria. Borrón y cuenta nueva. 

El desapego a la Navidad ha venido años después al alcanzar la mayoría de edad. No soy creyente, ni creo en la divinidad de reyes y magos, o de reinas y magas, pero respeto tal festividad de la misma manera que ellas me respetan a mí. Las navidades son fechas en el que reaparece el buenísmo, los buenos propósitos y la hipocresía, que campa por su anchas. Hace ya dos décadas que la navidades han dejado de ser navidades.

Me cuesta mucho aceptar la instalación en las calles de luces y árboles durante el mes de noviembre. O el continuo bombardeo publicitario al que nos tienen sometido. A la Navidad le ha pasado lo mismo que a la verdura y a la fruta, ha dejado de ser de temporada. Antinatural. Finaliza el verano y parece que estemos en pleno diciembre.

También me jode mucho que las navidades sean un atractivo turístico. Ya lo son desde sus orígenes. Vuelves a casa por Navidad. El encendido de luces en pleno mes de noviembre en la ciudad de Vigo es un claro ejemplo. Y para colmo las ansiadas rebajas, hoy obsoletas, las han sustituido por el viernes negro. Por desgracia hemos llevado a la Navidad a coquetear con el fariseísmo. Por desgracia la Navidad, ya no es un regalo, es un producto más de consumo de una globalización liderada por un capitalismo que ya no distingue ni las estaciones en el calendario.

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