CASTELLÓ. No fue hasta marzo de este año que la obra del pintor alicantino José Aparicio (1770-1838) protagonizó por primera vez una muestra individual con su exhibición en València. Hasta ese momento, sus pinturas habían permanecido expuestas en las salas de diferentes museos, dando a conocer su talento, pero no su historia. Ha sido pues ahora, varios siglos después, cuando el Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana ha decidido recuperar su biografía. La historia de un artista que, entre otros hitos, logró convertirse en pintor de cámara de Fernando VII.
Pero tras su paso por València y Alicante, el 'viaje' de Aparicio termina en el Museu de Belles Arts de Castelló. La exposición se mantendrá hasta el 5 de febrero de 2023 y después cada cuadro regresará a su colección de origen. Pueden verse en una misma sala pinturas procedentes del Museo del Prado, la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museo Lázaro Galdiano o el Museo Nacional del Romanticismo. "Ha sido precioso, porque su obra ha ido adaptándose a cada espacio", destaca Pilar Tébar, comisaria de la muestra. Y es que, además, tal y como cuenta la profesional, la exposición ha ido 'mutando' de ciudad en ciudad. "Han ido entrando y saliendo obras, ya que muchas no podían estar nueve meses rodando", explica.
Con todo, gracias al desarrollo de esta exposición muchos de los cuadros que pueden verse han sido previamente restaurados. Señalaba el director del Consorci de Museus, José Luis Pérez Pont, en la presentación a prensa de este martes, que muchas de las obras estaban deterioradas y, por ello, parte del presupuesto de la muestra "se ha invertido en su recuperación". "Unas obras que ahora regresarán en buen estado", ha reivindicado Pont, quien también ha puesto en valor la importancia de "recuperar a creadores que fueron referentes en su época, pero que el paso del tiempo ha abocado al olvido".
José Aparicio está considerado como uno de los mayores representantes de la pintura neoclásica en España, aunque su nombre no haya resonado con la misma fuerza que el de otros de su época. "Desde su Alicante natal es pensionado para estudiar en París y Roma, y a su vuelta, triunfa como pintor de cámara de Fernando VII y en el ámbito académico como director adjunto de la Academia de Bellas Artes de San Fernando", señala Tébar, quien intuye además que el alicantino pudo conocer en primera persona incluso a Napoleón. "No era consciente del momento histórico tan importante que estaba viviendo".
Aparicio estuvo también pensionado por el rey Carlos IV en un París posrevolucionario, donde aprendió del maestro neoclásico David y fue compañero del gran pintor romántico Ingres, con el que compartió estancia en Roma en una época en la que el emperador francés tomó el control de buena parte de Europa.
A lo largo de la exposición puede verse como su pintura evoluciona y varia según las ciudades que visita y los artistas con los que se relaciona. En efecto, para mostrar esa proceso, la propuesta se articula en torno a las diferentes etapas de su vida. Comienza con su periodo de formación en España (Alicante, València y Madrid), continúa con su etapa de pensionado en París y Roma, y termina con su vuelta a España y su reconocimiento como pintor de cámara, con una amplia selección de cuadros, dibujos, grabados y documentos, que subrayan el contexto histórico en el que se crearon.
"A través de mi investigación he podido acercarme a todas las facetas de la vida de Aparicio. Su figura es crucial para comprender el movimiento artístico del siglo XIX. Aunque resulte un nombre poco conocido por el público, esta muestra pretende en parte cambiar eso", manifiesta Tébar. Ha pasado la historiadora de arte más de tres décadas estudiando la vida y obra del alicantino. Un profundo análisis que por fin ha visto la luz con dicha muestra.
En El pintor José Aparicio. 1770-1838 puede incluso verse, a tamaño más pequeño, una obra que se suponía perdida. 'El desembarco de Fernando VI en el Puerto de Santa María (1827), un lienzo de siete metros, que terminó quemándose en un incendió que devastó el Palacio de Justicia de Madrid en 1915. No obstante, intuye Tébar que la obra no quedó totalmente destruida, puesto que a posteriori se encontraron partes del lienzo convertidos en pequeños cuadros.