¿Cómo es posible que no hagamos nada? ¿Cómo es posible que no nos revelemos? ¿Cómo es posible que sigamos impasibles ante una situación que en otras circunstancias estaríamos todos en la calle? ¿Es el contexto actual? ¿Han cambiado los pastores del rebaño o, por el contrario, es el rebaño el que ha cambiado?
Seguro que a más de uno le están rondando en la cabeza estas preguntas, pero no se atreve a contestar por lo que puede conllevar la respuesta a las mismas.
No puedo decir que sea el miedo a que la situación vaya a peor o la esperanza a que cambie a mejor, pero la realidad es que el silencio de nuestra sociedad es significativo y desalentador.
En junio de 2021, la subida del precio de la luz era la responsable ya del repunte en un 30% de la inflación. Se hablaba de una salida escalonada a la crisis por la pandemia cuando la luz alcanzaba los 130 euros por megavatio/hora. El IPC en agosto se situaba en el 3,3% y se calculaba ya que los hogares pagarían de media 505 euros de más en el recibo de la luz al final de año -pese a que el buen pastor juraba y perjuraba que pagaríamos lo mismo que en el año 2018 por la luz-. Todos callamos, agachamos la cabeza, nos esquilaron y los pocos balidos se calmaron.
Pero llego el final de 2021 y la luz subió un 72%, la gasolina un 24% y la vivienda un 23% e inexplicablemente el IPC se situaba en el 6,5%.
Este mes de marzo de 2022 la luz se ha disparado a 700 euros el megavatio/hora, la gasolina y el gasoil está tocando los 2 euros, el precio de la bombona de butano desbocado, el aceite de girasol agotado.
Nadie esperaba la irrupción de Putin en el escenario de 2022 pero al final ha sido el gran aliado de nuestros gobernantes. Y ha sido el gran aliado para poder echarle la culpa de todos los males, más allá de la guerra –único culpable-, y tapar las inacciones y las nefastas políticas energéticas, medioambientales, sanitarias, laborales, fiscales y presupuestarias que ahora están aflorando.
Es cierto que la paz social se puede comprar, como así lo han estado haciendo los distintos gobiernos de izquierdas, tanto central como autonómico, para allanar el camino con el riego de subvenciones que pagamos todos. Y más aún cuando han tocado poder los podemitas o se blanquean los apoyos de aquellos partidos que apoyan el terrorismo y los delitos de sangre.
Por desgracia, esto no ha hecho más que empezar y el mantra de los Fondos europeos como solución a todos nuestros males se ha desvanecido antes de empezar. No es posible que las últimas subidas desorbitadas y continuadas en el tiempo en los productos básicos del día a día de cualquiera de nosotros no tenga una respuesta contundente en la calle a menos que se tomen las soluciones reales y se eviten los maquillajes y consignas propagandísticas.
Hay que ponerse manos a la obra ya que estamos ante una situación de extrema emergencia económica: se debe reducir el precio de la energía. Se han cobrado muchos impuestos y la recaudación tributaria ya ha aumentado un 15%, hay que actuar directamente sobre ellos, reducir el IVA en muchos productos básicos e impuestos especiales, hay que deflactar el IRPF. No es posible que se mantengan las mismas bases con una inflación como la que venimos soportando, hay que volver a revisar y reordenar los Presupuestos tanto los del Gobierno central como los de aquí la Comunitat, hay que evitar a toda costa los gastos superfluos, que, en lugar de reducirlos aquí, el Botànic los ha aumentado. Hay que congelar las subvenciones y reorientarlas donde más se necesiten. Y, aunque nos burlemos de la propuesta de Borrell de la calefacción, ya no solo en los hogares, pero sí en todos los estamentos y organismos públicos debemos acometer un uso responsable del consumo energético- luces, aires acondicionados, calefacción, etc.- y como muestra la factura de luz de 600.000 euros que acaba de pagar la Universidad de Alicante en el mes de enero, 3 veces más que hace un año.
El silencio de los corderos se puede volver en contra de sus pastores.