A las televisiones de índole generalista y públicas no les hemos importado nunca. Si por aquí no hay sangre, o desgracias, no pasa nada. Somos el Mediterráneo feliz y excluido. En el tema deportivo, ya ni hablar, aunque tengamos campeonas/es del mundo. Sólo existen dos equipos de fútbol. El tercero tendrá que garantizarse su presencia a base de gestos y gestas. Pero así les va porque RTVE, por ejemplo, ha perdido miles de espectadores. Normal, sólo se miran el ombligo. Eso sí, a la empresa continúan llegando cargos con sueldos millonarios. Como siempre se ha dicho, nuestra televisión, la segunda que pagamos todos, es más que un ministerio como reconocía Jordí Carcía Candau, uno de sus ex presidentes. Un escándalo en manos de productoras privadas. Las de siempre y con los de siempre.
De hecho, van a cambiar otra vez una parrilla que se hunde con ganas o desmérito mientras por aquí les ofrecemos nuevas instalaciones con la generosidad de Presidencia/Ximo Puig. Con salir de vez en cuando se paga lo que haga falta al Estado, estilo medieval. Pagamos Eurocañón. Ribó no existe. ¿Para qué? o ¿Por qué? Total, el gris marengo y la pana ya no funcionan. Además, somos provincia. Pero eso sí, Rosalía que no falte en los informativos de supuesta gran audiencia. Algo habrá por ahí escondido que confunde el márqueting con las noticias. No es de extrañar que vengan a por más cambios. Nos decían que RTVE iba a ser la BBC, o sea, la Bien Bonita. Eso sí, está llena de cargos. Un escándalo que nadie rasca en un televisión copada por un grupo de amigos, algo así como À Punt que ya elige y decide su libertad informativa. Qué callada está la Unió de Periodistas que parece tan condescendiente y agradecida ante las censuras.
Es una más de las incongruencias a las que estamos expuestos. Luego, si no pintamos nada, para qué comprar un edificio de emisiones para RTVE. Para quedar bien con el Gobierno y de paso mantener cargos ahora que nada pinta bien. A eso lo llaman política. Pagamos a RTVE cuando nuestra À Punt se afona a la carrera desde su origen por falta de punch. Normal. A su frente no tiene ni ha tenido profesionales independientes sino mandaos. Si es un consejo rector de batiburrillo y dudosa credibilidad quien decide la parrilla de programación, todo está dicho. Y aún piden más dinero para una programación de vértigo y una audiencia de miedo. Parece ser que todavía no se han dado cuenta de que la televisión hoy es un medio subsidiario que nos cuesta un dineral pero apenas aporta casi nada. Los cargos se relevan por cupos políticos.
De las pocas cosas que he visto en nuestra RTVE, además de ese compadreo eurovisivo, es un poquito de polémica por la remodelación de la Plaza de la Reina. Intentan a ver si meten algo de miedo y de paso estorban el pastoreo municipal. Pero sin sonrojar demasiado no sea que alguien se enfade. A esa cadena nacional, como a la nuestra autonómica, les va más el concurso fácil y superficial, la tontería de tarde. Sólo se salvan sus informativos o el tiempo, aunque tampoco hacen mucho ruido. Iban a ser espejo de nuestra realidad, pero se quedan en su tele realidad. Eso tiene ser televisión al servicio de un poder blando que tampoco demuestra nada y está de vacaciones. Pues no hay aspectos que comentar y en los que incidir que sí afectan a nuestro destino y día a día.
Aquí no cambian ni los presentadores externos, aunque lleven lustros ejerciendo al dictado de unas productoras afines o de reciente creación a las que llenamos el zurrón con productos desechados en otros lugares.
Me pregunto para qué financiamos con dinero público óperas, festivales, espectáculos teatrales, conciertos de nuestras varias orquestas si luego nadie les hace caso y ni siquiera se guardan para archivo. Es una de las muchas incongruentes del llamado servicio público. En todo caso, para bandas y orquestas hay que esperar a las madrugadas, cuando todos estamos pendientes de la caja tonta que abonamos con millones y son escenario de recolocación política.
Creía que a estas alturas de nuestra propia evolución, las televisiones públicas se adaptarían a los cambios de la propia sociedad y a sus necesidades sociales, culturales o económicas. Pero no. Continúan ancladas en su pasado. Ya no nos ofrecen ni series B y menos películas de vaqueros. No están ni para conmemorar el 40 aniversario del Estatut. ¡A qué santo! Eso es mucho esfuerzo. Menuda solidaridad informativa para las comarcas. No me extraña sus deseos de independencia.
Tras ocho años casi de gobierno Titánico nuestra antigua TVV no ha dado señales de vida, pero ha contentado a unos cuantos. O a unos muchos. Sin embargo, no ha cumplido objetivos. De 30 años para abajo no es que ya no se vea, sino que se desconoce su existencia. Su atractivo es neutro.
Sin embargo, la dejamos correr con lo que os cuesta. Como otros organismos caducados que no alcanzan sus objetivo originales y nadie atiende, caso del Cónsell Valencia de Cultura que sólo interesa por un deceso que había que convertir en funeral de Estado. Total, para contentar a alguno de nuestros gobernantes que no han sabido en todo ese tiempo generar nuevos referentes ni cultivar nuevas identidades o aflorar posibles genialidades que renueven el panorama. Se ve que no están para eso. Ni nosotros para ellas. Entre los de la meseta, y los de la playa y paella, la realidad autóctona está desaparecida o al menos, desnaturalizada. A eso le llaman en el Consell Fent País, versión iluminada de la consellera Pérez Garijo: auténtica lumbrera Made in País.