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MEMORIAS DE ANTICUARIO

¿Es España un Estado radial también en el arte?

30/01/2022 - 

VALÈNCIA. Madrid, como consecuencia de su capitalidad estatal, es la primera ciudad que conocen muchos visitantes que llegan a nuestro país, y sus fantásticos museos son la carta de presentación de España. La capitalidad tiene sus servidumbres, de eso no hay duda, pero es indudable que también tiene sus beneficios en forma de inversiones, por ejemplo, en cultura (museos, Teatro Real… ya saben). No es una circunstancia que se de sólo en el quilómetro cero de las carreteras españolas, y eso sucede también en el resto de capitales europeas en las que se concentran los más importantes centros museísticos de cada país. Sin embargo, hay ocasiones en algunos tenemos la impresión, y más en unos tiempos de descentralización, que quizás se deberían tomar decisiones teniendo en cuenta otros criterios, menos automáticos,  que parece que no se ponen sobre la mesa.

Muchos de ustedes conocerán ya que el Museo del Prado ha adquirido, a través de la Junta de Calificación del Ministerio de Cultura, una importante tabla de Juan de Juanes, sobre la que se había solicitado, por el propietario, un permiso de exportación para su venta fuera de España, pero que le fue denegado. La primera pinacoteca española que en muchas ocasiones es informada por la Junta de estas situaciones, advertida de la existencia de esta importante obra, formalizó una oferta y la adquirió para enriquecer, más si cabe, su ya extraordinaria colección pictórica. Bien hecho por el Prado. Lo que desconocemos es si los expertos del Ministerio únicamente pusieron sobre aviso al Prado o también ofrecieron la posibilidad de adquisición a, por ejemplo, el Museo de Bellas Artes o incluso el Estado valoró la posibilidad de adquirir la obra para las salas del edificio al otro lado del puente de la Trinidad.

Para el caso que nos ocupa no es baladí recordar que el Prado ya atesora una quincena de obras del artista valenciano, e incluso con la llegada en su día de Miguel Falomir a la dirección se decidió dedicarle toda una sala al llamado “Rafael español”. La razón de esta gran cantidad de Juanes hay que hallarla, entre otras vicisitudes, a la “adquisición”, por parte del monarca Carlos IV de las tablas que formaban parte del retablo dedicado a la vida de San Esteban que se hallaban en la iglesia del mismo nombre situada junto al Almudín. Para que la localicen fácilmente, es la iglesia donde se halla la pila bautismal de San Vicente Ferrer. Algo que he conocido recientemente es que esta adquisición regia se llevó a cabo porque así fueron ofrecidas las tablas al monarca puesto que se tenía intención de desmontar el retablo (de hecho, en la propia ciudad había algún interesado en la compra). El caso es que finalmente el Borbón se las llevó a Madrid sobre el mes de marzo de 1801.

Sala de Juanes en el Prado

En cuanto a la tabla adquirida por el Prado formaba parte, concretamente estaba situada en el ático, de un retablo dedicado a San Sebastián originario de la Cartuja de Vall de Crist. Retablo que hoy se ha perdido como tal, pero del que se conservan la mayoría de las tablas. Cuatro de ellas, de las siete que lo componían, las custodia hoy el Museo de Bellas Artes de València por lo que, en base a criterios lógicos y museológicos, el destino natural de la tabla debería ser nuestro museo. El Estado debió estimar como primera opción la adquisición de la misma, para así completar las cuatro tablas citadas, pero no sucedió así. La moderna museografía más allá de cuestiones puramente “patrióticas” tiene entre sus objetivos reunir en la medida de lo posible las obras que han estado juntas desde su origen por constituir una serie (por ejemplo un apostolado, o una serie temática de un autor) y no en separarlas puesto que la lectura de las obras en su conjunto y bajo un mismo techo es mucho más fácil que si se disgregan. De hecho, la política de adquisiciones de los museos tiene como uno de sus ejes esta idea de completar la colección completando de nuevo el puzle en su día desecho, o también complementar obras relacionadas con otras, como por ejemplo la adquisición de bocetos previos de otras que ya tienen en sus salas, etc, con el fin de dar más coherencia a la colección.

Dama de Elche

Museo Arqueológico Nacional, una colección que hoy sería imposible

Uno de los mejores museos de España es sin duda el Arqueológico Nacional y si todavía no lo han visitado no deberían esperar a hacerlo, ya no sólo por las piezas que atesora sino por la cuidada museografía que resume en sus salas lo fascinante de la historia de España. Pero dicho esto hay que añadir algo también: es un museo de otro tiempo en cuanto a las colecciones (como lo son también, en otro orden de cosas, el Louvre o el British), que se pudo configurar como consecuencia de unas políticas determinada emanadas de regímenes anteriores a la Constitución, de carácter fuertemente centralista por la cual las más importantes piezas arqueológicas halladas en nuestro país se trasladaban a Madrid para su estudio, catalogación y conservación.

El estado de las Autonomía, su naturaleza descentralizadora ha cambiado las tornas de forma radical, por lo que es algo evidente y poco discutible que, si hoy fuera hallada la Dama de Elche (descubierta en 1897 y devuelta por Francia en 1941)  la de Baza (hallada en 1971) o el tesoro de Guarrazar (hallado a mediados del siglo XIX y devuelto en gran parte por Francia en 1941), no saldrían de la comunidad autónoma y casi diría del término municipal, por lo que hoy habría que viajar al sur de la Comunitat, a Toledo o a Granada si se quisieran contemplar. De hecho, si fueran llevadas a la capital autonómica, València en el caso de la dama de Elche o a Sevilla en el caso de la de Baza, tendríamos conflicto. Hoy en día la política museográfica tiene como finalidad exponer las obras lo más cerca del lugar si hay condiciones de seguridad, aproximándolas al contexto geográfico donde fueron halladas, y por esta razón en las últimas décadas han proliferado muchos pequeños museos ya no en importantes ciudades sino en municipios y lugares arqueológicos.

Otro debate es si muchas de estas piezas deberían volver a sus lugares de origen para ser expuestas en el contexto donde fueron halladas. Hoy en día quizás dejaría las cosas como están: un museo de la importancia del arqueológico, que ponga en relación unos territorios con otros, que unifique lo mejor de la arqueología y el patrimonio español para quien lo visita y tras ello, tal como se ha producido, una descentralización en cuanto de lo que se vaya encontrando en los numerosos yacimientos existentes en el país. No obstante, esta no es una cuestión Madrid versus el resto de España: cerremos el objetivo y no miremos únicamente a la centralidad nacional como causa de todos los males de este tipo: aquí mismo, en València, también hay centralidad. Tengamos en cuenta que en nuestro museo de Prehistoria o en el propio Museo de Bellas Artes se conservan piezas u obras que provienen de yacimientos situados en localidades que podrían reclamar que se restituyeran a estas para su exhibición allí, como por ejemplo el mismo guerrero de Moixent o retablos traídos de iglesias de pequeñas localidades como consecuencia de las desamortizaciones en el siglo XIX.

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