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en la frontera / OPINIÓN

Estado de calamidad

3/11/2024 - 

Tras la tragedia de la gota fría algunos se han lanzado al monte para buscar culpables: se escribe en caliente, fundamentalmente en redes sociales y canales de washap. He llegado a ver a un tipejo quejándose de que a los inmigrantes que vienen en pateras se les aloja en hoteles mientras que los damnificados de València han tenido que dormir en polideportivos. Basura que no merece ni réplica.

En el PSPV-PSOE, también Compromís, hay un especial empeño en la tarea de acoso y derribo contra el presidente de la Generalitat, Carlos Mazón, por no haber avisado a tiempo en el envío masivo de SMS a la ciudadanía de todos los pueblos afectados. Eso se produjo a las 20 horas del pasado martes, cuando la calamidad ya se había cebado en los pueblos del área metropolitana de València, con epicentro en Paiporta. Hay quien piensa que el Gobierno tenía que haber decretado el Estado de Emergencia, como cuando la Covid. Pero no se decretó: por ley, son las comunidades autónomas quien tienen potestad para gestionar este tipo de catástrofes, salvo que se decrete la máxima alerta, que no se decretó. ¿Las relaciones Estado-Comunitat, o viceversa, han sido las idóneas en el inicio de la tragedia? No. Hay que repensar las cosas.

Los cargos públicos del PSOE y Compromís han mantenido una correcta discreción: mandan a sus adláteres a escribir en redes lo que les venga en gana, sin matizar nada, ni siquiera que la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) nunca previó que podrían alcanzarse cuotas de hasta 700 litros por metro cuadrado. Solo Gerard Fullana (Compromís) ha ladrado contra la ausencia del secretario autonómico de Emergencias, Emilio Argüeso, desaparicido en las horas más críticas de la tragedia. Habrá tiempo de pedir responsabilidades políticas, cuando toque. Ahora lo que procede es seguir rescatando cadáveres (hay centenares de avisos de familiares de desaparecidos) , desenfangar la zona afectada, y atender las necesidades básicas de los damnificados. Increíble y emotiva la marea humana de personas que están acudiendo a la llamada "zona cero".

También procede que el Estado, el ministro Óscar Puente, y la Generalitat, se entreguen en cuerpo y alma para detectar todos los desperfectos (carreteras, puentes, autovías, líneas de tren) y empezar a sacar la calculadora para el inmenso presupuesto que va a hacer falta para la reconstrucción; con reflejo en los Presupuestos u otras vías oficiales. Una cantidad ingente para el erario, tanto del Estado como de la Generalitat. Como me apunta Miquel González, el mandato de Mazón va a dar un giro radical en función de las nuevas prioridades de la Comunitat.

En medio de un cúmulo de pequeñas mezquindades, yo me quedo con la foto institucional de Pedro Sánchez y Carlos Mazón, dando una imagen de normalidad democrática (pese a que un poco antes, Núñez Feijóo, también en València, ya disparara contra el Gobierno de la nación). Y también con la imagen del jefe del Consell con el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, en una amplia jornada de trabajo mantenida el pasado viernes, y coincidiendo con la racanería de la ministra de Defensa, Margarita Robles, para mandar más medios del Ejército. También me quedo con la solidaridad de otras comunidades y provincias poniendo a disposición de València medios materiales y humanos.


Aunque es anecdótico, el viernes me quedé de cuajo viendo en las televisiones un vídeo de la consellera de Turismo, Nuria Montes, en Feria València que es donde se ha improvisado una morgue. En tono de sargento chusquero ordenó a las familias que no se acercaran por el recinto, que se quedaran en casa, y que ya recibirían información de los juzgados para poder recoger los cadáveres. Lo de sargento chusquero es poco. ¡Qué falta de modales, de sensibilidad, de empatía! Bien es cierto que a las horas pidió disculpas... Admitidas. Pero no es de recibo la reacción primera, la más espontánea. Doña Montes se lo tiene que hacer ver. Contrasta, y mucho, con el aplomo que ha venido demostrando Carlos Mazón y otros cargos públicos. Perder los nervios no conduce a nada.

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