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análisis Cp

Éxito insuficiente de EH Bildu

Foto: EP/Iñaki Berasaluce
22/04/2024 - 

VALÈNCIA. Las elecciones vascas de 2024, al final, han sido similares en un aspecto fundamental a las demás elecciones autonómicas desarrolladas en el País Vasco desde 1980: en todas y cada una de ellas el Partido Nacionalista Vasco venció nítidamente en votos. Y sólo una vez, en 1986, los socialistas vascos lograron aventajar al PNV en escaños. Esta vez ha habido victoria del PNV en votos (en torno al 35%) y empate entre este partido y EH Bildu en escaños (27). Dado el resultado del PSE, 12 escaños, suficiente para lograr la mayoría absoluta tanto con el PNV como con Bildu, un primer vistazo a los resultados podría llevarnos a pensar que, al final, en el País Vasco ha pasado lo de siempre. El PNV ha ganado en votos claramente, volverá a gobernar en coalición con el PSE. Todo sigue igual, circulen.

 
Pero este análisis ignoraría la magnitud del ascenso de EH Bildu, una coalición de partidos cuyo origen en la izquierda abertzale y su vinculación con ETA siempre les había hecho moverse en torno al 15%-18% de los votos, que es lo que solía sacar Herri Batasuna. Un porcentaje relevante, sólido, pero inevitablemente minoritario, y abocado además a no tener ningún papel político relevante, a no pactar o condicionar nada, porque los que hacían política y condicionaban de verdad eran los terroristas de ETA. Tiene mucho mérito que EH Bildu haya logrado romper esas fronteras tan nítidas y tan estables y haya atraído a votantes con otros orígenes y preferencias, la mayoría de los cuales apoyaron a Podemos o a otras opciones electorales en anteriores comicios, o bien son nuevos votantes que buscan una opción progresista vinculada con el territorio. Tiene mucho mérito, en suma, hacer la transición desde Herri Batasuna hasta una "ERC" o "Bloque Nacionalista Galego" en tan poco tiempo, y con tanto éxito electoral. Bildu ha empatado con el PNV en escaños y se ha quedado muy cerca en votos (32%).

Hace doce años y medio desde que ETA finalizara su andadura. Es mucho tiempo, pero tampoco el suficiente para considerar que los terroristas y sus acciones son historia. Por eso, Bildu tiene esencialmente el mismo problema que tenía Herri Batasuna: nadie quiere / nadie se atreve a pactar con ellos, salvo Pedro Sánchez en el Congreso, porque necesita sus votos. Pero, por lo demás, Bildu, a efectos de la política española, sigue siendo un activo tóxico, que el PSOE y Sánchez emplean porque no les queda otro remedio (no salen las cuentas). Esto lo saben bien en Bildu, y precisamente porque necesitan ganar "respetabilidad" a toda costa aceptan vender muy baratos sus votos (de hecho, se los regalan al Gobierno en cada votación). Porque lo que tiene valor para ellos es convertirse en un partido de izquierdas homologable a otros, sin el terrible pasado que arrastra EH Bildu. A ojos de sus votantes, sobre todo de sus nuevos votantes, que son muchos (Bildu ha pasado de sacar el 21% de los votos en 2016 al 27% en 2020 y el 32% ahora; es decir, casi ha aumentado un 50% sus votos en ocho años), y a ojos de sus potenciales socios y de los votantes de sus potenciales socios, que tarde o temprano se verán en la tesitura de decidir si aceptan que su partido apoye a Bildu para conseguir el Gobierno Vasco.

 
Ese partido, vistos los resultados de ayer, tendrá que ser el PSOE, que ha mejorado ligeramente sus resultados (sube de diez a doce escaños, con un porcentaje de votos similar) y se convierte en el socio imprescindible para formar Gobierno. Es, por tanto, un buen resultado para los socialistas vascos y también para el PSOE y el Gobierno español, que pueden mostrar solidez en una de las comunidades autónomas más propicias a sus intereses en las últimas Elecciones Generales.

El resultado socialista muestra estabilidad, pero también hay que prestar atención a los movimientos que ha habido en el campo de la izquierda. La subida de Bildu en estos últimos ocho años no ha afectado apenas al PSOE, pero sí lo ha hecho al "espacio del cambio" que surgió a la izquierda del PSOE a partir de las Elecciones Europeas de 2014. Podemos obtuvo 11 diputados en 2016 (de hecho, venció al PSOE, que sacó 9), bajó a 6 diputados en 2020 y ahora se queda fuera del Parlamento Vasco. Por su parte, el partido que en teoría venía a integrar a Podemos y a reformular su espacio, y contra el cual está enfrentado a muerte desde hace meses (en inveterada tradición cainita de la izquierda española), Sumar, ha conseguido un escaño, por Álava. Un magro resultado que, sin embargo, permite salvar los muebles a Sumar, aunque sólo sea porque no se quedan fuera y Podemos sí. Muy buenas noticias para el PSE, que vuelve a su función de partido bisagra indispensable y casi único referente de la izquierda españolista en Euskadi, y no tan buenas para el PSOE, que ve cómo su socio indispensable de Gobierno se desinfla a ojos vistas.

Imanol Pradales, próximo lehendaari. Foto: EP/H.Bilbao 
En la derecha, el panorama es mucho más estable. El PP obtiene un diputado más que en 2020, y se queda con siete. Lejos quedan los tiempos de Jaime Mayor Oreja, las ensoñaciones de la derecha española por alcanzar la Lehendakaritza (2001), pero también los tiempos en los que (Ley de Partidos que ilegalizó al espacio de Batasuna mediante) el socialista Patxi López logró alcanzar dicha presidencia del Gobierno Vasco apoyándose en el PP. Ahora mismo, el PP es un actor menor de la política vasca, con un resultado que es peor que el de 2016 (cuando consiguió 9 escaños). Es un resultado, al igual que el del PSOE, que se vuelve bueno por salvar los muebles y sobre todo por comparar con la competencia, si bien en el País Vasco los partidos que compiten o competían con el PP por la hegemonía en la derecha española nunca tuvieron apenas peso. Vox sacó un escaño en 2020 y lo mantiene en 2024. Ciudadanos nunca logró ningún escaño en el País Vasco, y UPyD obtuvo en su día un resultado similar al de Vox (un único diputado por Álava).

Las elecciones vascas, en resumen, nos han confirmado el considerable movimiento de tierras en el espacio de la izquierda y el crecimiento sostenido de EH Bildu, que sin embargo no es suficiente para superar al PNV. Este partido ve en riesgo su hegemonía, en parte gracias a un sistema electoral que otorga los mismos diputados (25) a cada provincia vasca, a pesar de que Vizcaya (donde tiene su granero histórico el PNV) concentra más población que Guipúzcoa y Álava juntas. Pero seguirá gobernando, a buen seguro, los próximos cuatro años. Y en el campo de la política nacional, los dos grandes partidos, PSOE y PP, consiguen unos resultados aceptables que son mejores si contrastan con la clara decadencia de las formaciones que se postulan como alternativa. Algo que es mucho más evidente en el caso de la izquierda, donde Sumar no ha hecho el ridículo, como sí hizo en las recientes elecciones gallegas, pero se muestra como un proyecto desdibujado y marginal, incapaz de penetrar en comunidades autónomas en las que el electorado cuente con una opción específica del territorio, dígase BNG en Galicia, EH Bildu en el País Vasco, y ya veremos qué pasa con els Comuns en Cataluña frente a la competencia de ERC y PSC.

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