“La derecha se dedica a la crispación porque son perfectamente conscientes de que no van a sumar y no van a gobernar en muchos años”. En junio de 2020, con la derecha dividida en tres y los nacionalistas encamados con Sánchez, la profecía de Pablo Iglesias parecía una apuesta segura. Pero tres años después, las derechas son dos, las izquierdas se deshinchan y los nacionalistas se sienten despechados con el presidente (“somos un kleenex para él”, Ortuzar dixit).
La sociedad europea se desplaza hacia la derecha. Vivimos tiempos de incertidumbre y la clase media quiere confianza y seguridad. El vuelco electoral del 28M ha devuelto la esperanza a Génova, que ya ve a Feijóo durmiendo en la Moncloa. Desaparecido Ciudadanos, con Vox a su derecha y el PSOE volcado a la izquierda, este “Partido Popular de las Autonomías” tiene la oportunidad de ocupar el centro por primera vez en solitario.
Si además de reivindicar el 78, Feijóo analiza las elecciones de aquella época, descubrirá un curioso paralelismo con la situación actual. Procedente del franquismo, Suárez buscó la moderación dejando a Alianza Popular el papel de derecha dura. Hoy Feijóo puede otorgar ese papel a Vox y seducir al caprichoso electorado de centro, así como a los abstencionistas y nuevos votantes que quieran apostar a caballo ganador.
Guste o no, hemos pasado del bipartidismo al bibloquismo y la España real, la que no tiene el Twitter abierto en el móvil, ha aceptado que el Partido Popular se apoye en Vox siempre que su influencia no se note demasiado. El problema de Feijóo no será pactar con Abascal cuando no le den los números, ni siquiera sentar a gente de Vox en su consejo de ministros, sino qué políticas deja en manos de un partido nacionalista español que ha resuelto sus dudas internas en favor del sector más radical.
El pacto para gobernar juntos la Generalitat Valenciana es un buen ejemplo de dónde va a poner los límites la sociedad española. Vox podrá proponer perfiles aceptables para carteras como agricultura o hacienda, pero los pactos pasarán factura si le dan responsabilidades de gobierno en áreas como educación, justicia o asuntos sociales. Además, personajes como García-Gallardo, Le Senne o Massó están muy alejados de la imagen institucional que le conviene a Feijóo.
Para aprovechar el viento a favor, el Partido Popular ha de distanciarse de Vox situándose hábilmente en el centro de los dos ejes de la política española actual: el económico y el identitario, que incluye debates tan divisivos como la nación, el feminismo, la inmigración y el ecologismo.
Mientras la campaña socialista insiste en que la economía va como una moto, la ciudadanía sigue sin recuperar el poder adquisitivo previo a la pandemia, debido a un hundimiento del PIB superior al de nuestros vecinos y a una inflación desbocada en los últimos años. Los datos macroeconómicos, mejores de lo esperado, no van a convencer al que tiene dificultades para salir adelante y está deseando votar por el cambio.
Feijóo ha dado muestras de querer conquistar el centro económico. El fichaje de Garicano para la fundación Reformismo21 da una idea de por dónde podría conducirse la política económica de su gobierno. Sabe que los votantes del Partido Popular pueden asumir perfectamente la agenda reformista de aquel Ciudadanos que fue capaz de pactar programas de gobierno con Sánchez y con Rajoy.
En el eje identitario, la mayoría ha dicho basta a las cesiones a los nacionalistas (indultos, trajes a medida en el Código Penal, financiación asimétrica…) y a una forma muy particular de entender el feminismo, que ha tenido como desastroso colofón la rebaja de penas a más de mil hombres condenados por violencia machista. No parece difícil deshacer sin estridencias los despropósitos identitarios del gobierno sin entrar en ninguna guerra cultural como quiere Vox.
El reto de Feijóo va a ser pilotar con éxito la cooperación con Abascal, algo que Suárez nunca llegó a conseguir con Fraga, a pesar de que le habría dado cómodas mayorías en el 77 y en el 79. Gracias a la coalición PSOE-Podemos, Feijóo dispone de un manual completo de los peligros que afrontará si no limita eficazmente la influencia de su socio extremista. La resaca del 28M demuestra que un error de cálculo podría llevarle a perder esa posición de referencia central que ahora está en condiciones de conquistar.
Josep Verdejo es periodista y máster en política europea y en políticas públicas