tribuna libre

Felipe Garín Llombart: humano, demasiado humano

7/09/2023 - 

VALÈNCIA. Felipe Garín fue un ser humano excepcional. Lo fue todo en el mundo de la historia del arte y la cultura españolas y protagonizó un cursus honorum que sigue siendo citado por los compañeros de profesión como ejemplar. Aunque la mayor parte de los lectores lo sabrán, conviene recordar que Felipe Garín, entre otros cargos, fue profesor universitario, director del Museo de Bellas Artes de Valencia, director del Museo Nacional de Cerámica y de las Artes Suntuarias González Martí, director del Museo del Prado, director de la Academia de España en Roma, presidente de la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior y director del Consorcio de Museos de la Comunidad Valenciana. Que Felipe ocupara todas estas plazas de enorme responsabilidad institucional en entidades públicas no es casual, es fruto del esfuerzo y el trabajo. Y resulta siempre necesario subrayar que en la base y justificación de los altos cargos que desempeñó se encuentra su condición de profesor universitario de Historia del Arte y funcionario por oposición. Un puesto que garantizó su acceso a la profesión gracias a sus méritos académicos y desde el que desempeñó su labor científica y docente. Desde todos los puestos que ocupó, y hasta el final de sus días, el maestro de maestros puso todo su empeño en situar el arte valenciano en el lugar que se merece. Él reclamó a Sorolla y a Benlliure y gracias a su buen hacer muchos genios de la historia del arte de esta tienen hoy un lugar en el panorama internacional.

Felipe Garín fue, con Facundo Tomás y Tomás Llorens, el artífice del renacer cultural de la Comunidad Valenciana en democracia. Los tres, profesores, amigos y compañeros, ocuparon puestos de responsabilidad e hicieron salir a esta tierra de una época oscura reclamando para Valencia el papel central en la cultura española que siempre había tenido. Pero Garín fue, además de un excelente historiador del arte, un habilísimo diplomático. En su persona se conjugó una educación exquisita con un trato siempre amable y un innato don de gentes y, gracias a estas dotes, consiguió llevar adelante proyectos que en manos de otro hubieran sido impensables. En una sociedad cada vez más tendente al individualismo fue una persona capaz de aunar voluntades para remar en la misma dirección. Pienso en la complejísima empresa del traslado, restauración y exhibición de las monumentales escenas que Joaquín Sorolla pintó para la Hispanic Society of America de Nueva York entre 1912 y 1919. Una operación de esta envergadura, que se convirtió sin ninguna duda en el acontecimiento cultural de la década de los 2000 en España, es impensable sin Felipe Garín. Entre 2007 y 2010 los formidables lienzos de Sorolla, después de ser restaurados, llenaron de colas quilométricas Valencia, Sevilla, Málaga, Bilbao, Barcelona y Madrid. Las publicaciones vinculadas con la muestra, en la que de nuevo encontramos al desaparecido equipo Garín-Llorens-Tomás, significaron un antes y un después en los estudios sobre Sorolla, pero el éxito social que tuvieron las exposiciones es algo que no ha vuelto a repetirse. Sin Felipe Garín y su capacidad para arrastrar con su imparable personalidad a políticos, estudiosos, patrocinadores, funcionarios y compañeros, nada de aquello hubiera sido posible.

Felipe Garín fue, además, una persona querida. Yo había coincidido con él en situaciones académicas debido a nuestra común condición de historiadores del arte y profesores, pero hasta 2020 no había tenido ocasión de profundizar en el trato personal. Gracias al Museo de Bellas Artes he tenido esta oportunidad durante tres años. Cuando tomé posesión del cargo de director del Museo la primera vez que sonó el teléfono de mi despacho fue debido a una llamada suya. Telefoneó para poner a mi disposición su experiencia y su amistad. Les aseguro que la administración no es un lugar particularmente confortable para los recién llegados, pero Felipe lo hizo un poco más fácil. El 3 de diciembre de 2020, ya bastante enfermo, impartió en el Museo de Bellas Artes una de sus últimas conferencias, si no la última, «La Navidad en el arte». Después, el 14 de mayo de 2021, Felipe Garín presentó una conferencia impartida por mí con el título «El Museo de Bellas Artes de Valencia en la encrucijada». Estas fueron las últimas veces que coincidimos en un acto académico, aunque todavía visitó el Bellas Artes en alguna ocasión. En esta casa mis compañeras más experimentadas recuerdan sus años en la dirección con enorme afecto. Dicen que de los directores y directoras que han pasado por esta sede él fue el más empático. Cuentan que en una España todavía en blanco y negro él trataba a las personas, y en particular a las mujeres, como iguales, y que su autoridad no se aplicaba con órdenes, sino con sonrisas. Ellas le siguen llamando don Felipe; por algo será.

Yo, personalmente, lamento mucho la pérdida de Felipe Garín Llombart. Con él se desdibuja una época excepcional de la historia de la Comunidad Valenciana y también de España. El tiempo de una democracia joven en el que todo parecía posible y los méritos eran la propia tarjeta de vista. Con Felipe, además, se va una forma de hacer las cosas basada en las buenas maneras. En el tono reposado y las palabras medidas. En el convencimiento de que, muchas veces, la educación es la llave del éxito. En un mundo en el que casi nadie está ya así en el mundo confío en que su modelo perviva. Pese a la diferencia de edad, espero parecerme algo a él con la práctica y que en el futuro mis compañeros me recuerden como don Pablo. El será, para muchos, siempre don Felipe.


Pablo González Tornel
Director del Museu de Belles Arts de València

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