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FOTOGRAFÍA

Felipe Hernández: "Se puede ser original, incluso siguiendo los códigos estéticos de una tribu urbana"

El fotógrafo madrileño reúne en el libro Ecstasy & Wine (Colectivo Bruxista, 2021) un centenar de retratos de punks, mods, rockers y góticos contemporáneos realizados entre 2009 y 2015. Muchos de ellos son conocidos personajes de la fauna nocturna valenciana

23/09/2021 - 

VALÈNCIA. Los códigos estéticos están al alcance de todos -cualquiera puede cubrirse el cuerpo de tatuajes o cortarse el pelo a lo Swinging London -; pero la actitud, el aplomo con el que una persona se adueña del espacio visual de los demás como por embrujo, eso no es tan sencillo de conseguir. No tiene que ver necesariamente con la ropa que te compras ni con el vocabulario que escoges para redondear al personaje. Y muchos menos con el hecho de haber nacido con un tipo de belleza canónica.

Tanto en el siglo XIX como en el XXI, el dandismo siempre ha sido un artificio delicado. Un gesto de rebeldía, una forma de estar en el mundo. Baudelaire, que era un dandi en toda regla, decía que el dandismo era “el último resplandor del heroísmo en la decadencia”. Y algo de eso intuimos en los chicos y chicas que aparecen en Ectasy & Wine, el libro del fotógrafo madrileño Felipe Hernández (Madrid, 1985) que publicará a mediados de octubre la editorial Colectivo Bruxista. El centenar de retratos reunidos en el libro -que toma prestado el título de un disco de la banda de shoegaze My Bloody Valentine- fueron tomados entre 2009 y 2015. Es una selección eminentemente anacrónica de punks, mods, rockers, góticos y demás tribus urbanas, en las que conviven elementos del pasado y actitudes del presente. Como bien apunta el editor Alejandro Alvarfer en el epílogo del libro, son “miembros de subculturas en un tiempo postsubcultural”. Últimos bastiones de pureza en un ecosistema -el underground- sometido a un permanente proceso de desintegración.

En estos retratos, apunta Alvarfer, “hay reciclaje, reformulación y esa voluntad de resistencia a través del estilo que caracterizaba a las subculturas primigenias. Son fotos que nos hablan del ansia incontenible (y en ocasiones contradictoria) de autonomía, realización, individualidad y sentido de grupo que las define. Imágenes para una arqueología del presente. Nos muestran restos vivos de un pasado que en cierta medida sigue siendo el nuestro, en pugna interminable con las fuerzas del mercado, que no dejará de intentar convertir lo anacrónico en su versión descafeinada, la nostalgia”.

La fórmula perfecta

Felipe empezó su trayectoria profesional en conciertos y festivales, trabajando para medios como Vice o Ruta 66. Pero pronto descubrió que lo que realmente le interesaba fotografiar era lo que ocurría fuera del escenario. Entre el público, en el backstage, en los pasillos, los cuartos de baño o las puertas de locales como el Siroco, el Fun House, el Weirdo, el Wurlitzer, La Lata de Bombillas o el Magazine Club de València. “Empecé a hacer estas fotos sin intención concreta, por impulso -nos cuenta-. Fue seis años después cuando pensé en reunir algunas de ellas en un libro. Primero hablé con Koln Studio, que son amigos y han maquetado siempre mis fanzines. Después conocí a los chicos del Colectivo Bruxista, editores del fanzine Bruxismo, especializado en subculturas urbanas. Por aquel entonces ellos ya tenían en mente dar el salto y convertirse en editorial. Les pareció que mi libro encajaba muy bien con su línea”.

“Acabé dejando la fotografía de conciertos porque me parecía un poco aburrida, pero gracias a mis colaboraciones con esos medios pude conocer y retratar a algunos artistas que me gustan mucho”. [Algunos de ellos están también en ese libro, como Paul Weller, Roky Erickson (13th Floor Elevators), Billy Gillespie (Jesus and Mary Chain, Primal Scream) o Michael Kastelic (cantante de los Cynics)]. “También hay cosas curiosas, como la foto de Daniel Bernabé, que se la hice mucho antes de que se hiciese un escritor conocido por libros como La trampa de la diversidad. Ahora está más relajado, pero antes tenía un aspecto bastante mod”.

Normalmente busco una mezcla de actitud, códigos estéticos y físico que me llame la atención. Mucha gente piensa que la estética en sí es banal, pero a mí me sigue pareciendo que, cuando se junta con otros elementos, nos dice mucho de la persona que hay detrás. Se puede ser original, incluso siguiendo los códigos estéticos de una tribu urbana”. “Los que conocemos todo esto vemos enseguida si realmente tienes delante a alguien que solo sigue los aspectos más superficiales de una moda o si hay autenticidad detrás -continúa-. Por ejemplo, en el mundo mod he visto a muchas personas vestidas de marca de arriba abajo, con todo muy pensado, pero en las que, por alguna razón, algo no funciona”. Antes, si alguien llevaba una chupa de cuero o una determinada camiseta de grupo era porque pertenecía a un lugar subcultural concreto. Ahora no necesariamente es así. La moda lo ha invadido todo, y el ecosistema de las tribus urbanas se ha desvirtuado un poco.

Las fotografías que aparecen en el libro llegan solo hasta 2015. “Dejó de apetecerme sacar la cámara por las noches -explica-. Ahora he vuelto y me he dado cuenta de que todo está mucho más mezclado, lo que no tiene por que ser malo. Los propios tiempos que corren lo explican. Por ejemplo, hace años no veías a gente de la escena soul en una fiesta electrónica, y ahora sí”.

Mirar desde dentro

La presencia de Felipe en los ambientes de punk, garage y pop sixties es natural porque él mismo es un gran aficionado a la música. Empezó a coger la cámara cada vez que salía de fiesta, aunque no hubiese ningún encargo profesional que lo exigiera. Bailar en los conciertos, charlar, beber… siempre con la cámara a cuestas. La idea detrás de este proyecto no era realizar una serie de retratos en estudio a “gente guay”, sino captarlos en su propio ambiente, y de forma improvisada.

“Hacer fotos por la noche tiene sus ventajas. La primera de ellas es la cercanía y la facilidad del acceso a la gente. Y sí, la mayoría están afectados por el alcohol, pero eso también puede llegar a tener un punto positivo, dentro de unos límites. Al retratarles por la noche y en su propio contexto, en un ambiente en el que se sienten cómodos, el resultado es mucho más natural. Por otra parte, hay un factor importante y es que yo también estoy como ellos, no es como si se te acerca una persona ajena. De hecho, para este libro no me he ido a un parque de skate o a un garito de trap o reggaetón, porque en ese caso yo sería una especie de intruso. Esto es un proyecto más personal”.

Las principales desventajas de fotografiar a la fauna nocturna tienen que ver con las limitaciones técnicas; pero Felipe tiene un talento especial para el flash. “Las fotos están resueltas utilizando flash directo, porque se han tomado en sitios oscuros, cada uno de ellos iluminado a su manera, y además con el tiro limitado. Pero nada de eso me importa, porque mi prioridad ha sido siempre la idea de que todo surja de forma natural y espontánea”.

La gran cantera del underground valenciano

Felipe Hernández es un asiduo al Funtastic Dracula Carnival de Benidorm desde la primera edición. En este anti-festival colorido y salvaje ha encontrado muchos modelos. La cantera de personajes singulares es enorme. Los lazos del fotógrafo con València se estrecharon mucho en los siguientes años, en los que visitó la ciudad para visitar amigos y asistir a conciertos. Por esa razón, también encontramos en este libro un buen número de retratos tomados en salas como 16 Toneladas, Spook, Excuse o el desaparecido Magazine Club. Un amplio abanico de personajes de todas las edades: África Mansaray (cantante de Power Balance y Podium); Andrés Sanabria, vocalista de Mausoleo, cuando tenía poco más de 18 años y llevaba el pelo a lo Cedric Bixler-Zavala; el ilustrador Mik Baro; Jaume Bored, Leandro (Ton Ton Macoutes), el músico y dibujante de cómics Don Rogelio J y Patricia Álvarez, de Chiquita y Chatarra, son solo algunos de ellos.

“Para mí, la escena underground valenciana siempre se ha diferenciado de la de otras regiones de España por las ganas, la actitud y la abundancia de personajes peculiares. También me gusta mucho lo mezclada que está la gente de diferentes edades. Eso también lo he querido reflejar en el libro: no me interesaba sacar solo a jóvenes”.

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