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ganador del premio azorín 2023

Fernando Benzo Sáinz: "La mía no es una novela a lo Agatha Christie; es muy negra y muy española"

Foto: Rafa Molina
4/03/2023 - 

ALICANTE. Adiós a un seudónimo. Este artículo es el obituario de Hugo Vanderbilt, el nombre ficticio bajo el que Fernando Benzo Sáinz (Madrid, 1965) se ha presentado a concursos literarios desde hace 30 años. Al menos, lo era hasta el jueves 2 de marzo. Ese día, el autor enterró una parte de su yo literario al haberse coronado como Premio Azorín de Novela 2023, con la obra 'Los perseguidos'. Un certamen en el que colaboran la Diputación de Alicante y el Grupo Planeta y que reparte cinco cifras: 45.000 euros. El escritor ha confesado que ganar el Azorín es un "chute de autoestima literaria" y tras este logro ha despejado las dudas que podían surgir sobre su continuidad: "No voy a dejar de escribir", ha sentenciado. Este artículo es, a su vez, obituario, bienvenida (de un premio) y entrevista.

- Entre 10 finalistas y 206 obras presentadas, la suya ha resultado ser la vencedora. ¿Qué sensaciones ha tenido al ganar el Premio Azorín?

- Me he sentido impactado por el escenario, por lo que significa el premio y porque se va de las manos esa novela que escribes solo, en casa, y se pone a volar. Ganar el Azorín es un chute autoestima literaria; me entra la risa floja por dentro al pensar que esto es posible, que está pasando.

- Al abrir la plica se ha conocido su nombre real, sin seudónimo. Decía en su discurso que le toca despedirse de ese Hugo Vanderbilt, nombre que no sabe muy bien de dónde viene. ¿Se despedirá también de la literatura?

- No voy a dejar de escribir. Pero todavía no sé si me presentaré a otro premio. 

- ¿Se ha planteado escribir sin seudónimo?

- El seudónimo solo lo utilizo para los certámenes, en mis obras utilizo mi nombre. Pero presentarme a los premios bajo seudónimo es como un mecanismo de protección; si no gano, nadie se entera. No me he planteado escribir sin seudónimo.

- También en la plica se ha sabido que la obra que presentó como 'Calles de traición' se titula, en realidad, 'Los perseguidos'. ¿De qué diría que trata?

- Pese a la redundancia, es una historia de perseguidos, de personajes a los que persigue su destino, su pasado y que quieren escapar. Está enclavada en los años 70, en un barrio marginal que comienza su andadura por el Madrid de la época y acompaña a los personajes. Se retrata toda una época desde la perspectiva más oscura, con el tráfico de drogas, la corrupción política, la llegada a España de determinadas sustancias, mafias y entramado criminal... Es una forma de retratar nuestra historia.

Sobre los personajes, más allá de cometer crímenes, aman, sufren, viven y tienen muchas aventuras. Es una novela de aventuras y de acción, de esas que agarran del estómago, del corazón, que te hacen seguir pasando páginas. Eso pienso yo; espero que los lectores piensen lo mismo. Y, sobre todo, es una novela enormemente ambiciosa.

- ¿Esos perseguidos son perdedores, o no necesariamente?

- Son más perseguidos que perdedores. Yo no juzgo a los personajes, solamente cuento su historia, sus sentimientos, por dónde va su vida.

- ¿Se puede ser malo y tener buenos sentimientos?

- Sin duda. Los malos no son malos desde que se levantan hasta que se acuestan.

- ¿La novela se ambienta completamente en Madrid?

Madrid es mi terreno de juego. Los personajes no salen de allí en ningún momento.

Foto: Rafa Molina

- Comentaba que la novela es ambiciosa. ¿Dónde pretende llegar con ella?

- Llegar al Azorín por ahora está muy bien. Digo que es ambiciosa porque pretende que cada lector la interprete a su manera o se quede con una lectura: desde la perspectiva histórica, desde los garitos de música, desde los criminales, desde la mirada amorosa de esos asesinos...

- ¿Tiene la novela un final cerrado o podría tener continuación?

- El final es muy importante en la historia, le he dado muchísimas vueltas y me siento muy orgulloso. Los personajes empiezan siendo unos adolescentes y acaban siendo líderes del crimen organizado internacional. Lo que importa es el viaje, la experiencia vital.

- La tendencia de best sellers es de thriller o novelas policíacas. Hay un boom. Usted, como alimentador de este boom, ¿por qué diría que hay un gusto por estas historias, tanto por escribirlas como por leerlas?

- Es genial que acabe de ganar el Premio Azorín y ya estés augurando que va a ser un best seller. Yo soy consumidor de thriller y de novela policiaca, y cada uno vuelca lo que tiene en la cabeza. Es un género esencial en la literatura, principalmente en España vive un auge. Aquí es más bien el retrato de una época el que se mete en una novela policíaca, porque no es esa modalidad de descubrir quién es el asesino; los malos están clarísimos desde la página uno. No es una novela a lo Agatha Christie. Es una novela muy negra y muy española.

- 'Nunca fuimos héroes' es su novela anterior a 'Los perseguidos', en la que entra en juego ETA.

- Es la historia de un periodista que se reencuentra con el terrorista al que había intentado capturar a lo largo de muchos años y que no había conseguido.

Foto: Rafa Molina

- Policía en la novela anterior, periodista en esta. ¿Le gusta jugar con esas dos figuras de la novela policíaca?

- Me gusta narrar situaciones extremas. Y estas suelen ser por la comisión de crímenes, ya sea el terrorismo o el crimen organizado, con lo cual llevar a tus personajes a un sitio extremo es quizás el gran nervio de escribir. En ese sentido, a periodistas y policías parece que se les asocia con esas situaciones o con esas vidas extremas.

- Sus novelas están muy vinculadas con la realidad española...

- Yo escribo historias de ficción, pero que encajan con el entorno real en que nos movemos. No me traslado a mundos de fantasía. Para el lector es reconocible, si no los personajes, el mundo en el que viven.

- Con los cargos que usted ha tenido, vinculados al mundo de la cultura y la administración (y, por ende, en contacto con la política), ¿qué hay de realidad personal en sus novelas?

- Yo separo muchísimo la actividad que he llevado a cabo en la administración con la actividad literaria. Como escritor, son historias en las que deliberadamente aparco cualquier referencia a esa otra vida profesional que tengo.

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