VALÈNCIA. Tenía que recaer en un investigador metido de lleno en una de las carreras científicas y tecnológicas más apasionantes de la actualidad, la de los nuevos materiales, con implicaciones estratégicas que van mucho más allá del laboratorio. Verdaderamente mucho más allá. Guillermo Mínguez (Sevilla, 1981) investigador del Instituto de Ciencia Molecular (ICMol) del Parc Científic de la Universitat de València, recibe el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes, en el área de Ciencia y Tecnologías Químicas, que se entrega por primera vez. Pide calma para que las tecnologías en las que trabaja maduren, pero también atrevimiento para invertir en un campo que podría ser crítico en el futuro.
-Este no es un premio a la trayectoria, sino al potencial de un investigador. Lo interesante es saber dónde te ves dentro de un par de décadas, hacia dónde vas.
-Creo que tengo los pies en la tierra y me gusta ir paso a paso. Este premio es un reconocimiento a todo lo que estamos haciendo en el grupo, significa que vamos por el buen camino, que estamos haciendo las cosas bien. Hacemos investigación puntera, estamos abriendo nuevos temas y están siendo acogidos muy bien por la comunidad científica. El premio nos sirve para asentarnos.
-¿Y en qué ámbito del conocimiento quieres ser referente?
-Lo que hacemos es generar nuevos materiales, cosas que no se conocían. Es un poco la ilusión de un niño cuando juega con los legos y va a construir algo nuevo. Eso es lo que hacemos nosotros, pero con materiales que puedan tener una funcionalidad. Se trata de hacer cosas que nadie ha hecho antes.
-Avelino Corma me dijo una vez en la cafetería del AVE: "La química es la única ciencia capaz de crear"
-El momento eureka! es muy bonito. Cuando piensas que algo puede funcionar, lo llevas al laboratorio, sale y, en ese momento, tú eres la primera persona que lo ve, es una sensación única. Eso es lo que nos gusta transmitir a la gente joven que empieza con nosotros, porque es lo que engancha de verdad en la ciencia.
-La presión que hay ahora mismo con el tema de los materiales es brutal, por motivos geoestratégicos, por la electrificación de la economía, por la escasez… ¿La sentís?
-Sí, una de las cosas que intentamos realizar también en nuestro laboratorio, no sólo por el hecho de la escasez de materiales, es aplicar metodologías más verdes, como el uso de disolventes compatibles con el medio ambiente, que no generen tantos residuos. Porque si queremos aplicar estos materiales los tendremos que hacer a gran escala, y el uso de disolventes puede ser un problema para la industria.
-Sales de Sevilla, acabas en Valencia. Normalmente la gente se va de su ciudad para ir a una de las grandes capitales del conocimiento. Pero, de hecho, hay muchos otros ejemplos de científicos que, como tú, apostáis por España. ¿Cuál es la lectura que podemos hacer?
-Mi trayectoria es un poco atípica porque hice el doctorado en Inglaterra, que es algo menos común, y después no volví a mi casa. El Instituto de Ciencia Molecular está en la primera línea de la vanguardia. Somos Unidad de Excelencia María de Maeztu, un centro espectacular que ha estado creciendo mucho estos últimos años. Es una maravilla cómo trabajamos aquí, los medios de que disponemos.
-A veces devaluamos lo que tenemos, es cierto. Pero también lo es que la gente que está en el MIT o Harvard, cuando viene, dice: “Medios hay en España, pero falta ambición”.
-Lo que falta a veces es financiación. Durante la pandemia hemos visto la importancia de la ciencia, ha sido fundamental, hemos tenido la vacuna en un año, a una velocidad brutal. Lo que ha funcionado ahí es el dinero que se ha puesto. Está habiendo una inyección de financiación buena, pero necesitamos un apoyo a largo plazo, que esto se mantenga. La ambición la tenemos, nos gusta mucho la ciencia, los españoles somos unos científicos y científicas estupendísimos, de primer nivel. Nos hace falta tener el dinero para llevar a cabo estos proyectos.
-¿Cuál es el potencial de las redes metalorgánicas (MOF) en las que estáis trabajando?
-Son materiales porosos análogos a las zeolitas, pero con muchas más posibles aplicaciones, con una versatilidad muchísimo mayor. Son unos legos moleculares que nos permiten ir más allá. Podemos tener toda la tabla periódica en estos materiales; metales de todo tipo, con lo que ello implica, desde propiedades magnéticas a luminiscentes para sensores; o catalizadores. Con la parte orgánica podemos cambiar la química del poro, para que sea hidrofílico o hidrofóbico. Y podemos tener sistemas biocompatibles, que se puedan utilizar para transportar medicamentos, para llevar una cura anticáncer al pulmón y que se libere en él.
-En enero se publicaba un paper tuyo con otros investigadores en el que habláis de CO2, de la posible captura de ese gas.
-Al ser un material poroso, lo utilizamos para la separación de gases, para intentar capturar CO2 o metano. El problema es esa cantidad de aplicaciones y centrarse en una sola. Es muy divertido poder cambiar tanto.
-¿Podrían ser los materiales de ese mundo más sostenible al que aspiramos?
-Ayudarán a tener ese mundo, a que el CO2 que liberamos lo podamos atrapar y después lo podamos usar para otra cosa. En esa dirección estamos trabajando.
-A los científicos no os gusta esta pregunta, pero ¿qué perspectiva de tiempo ves?
-No es que estemos lejos, es que al final hace falta inversores que apuesten. Si quieres aplicar un material, tienes que escalarlo. Nosotros trabajamos en laboratorio a escala de gramos.
-Siendo materiales que concuerdan con estos aires de cambio y apuestan por la sostenibilidad, debería haber más interés.
-De hecho, hay empresas ya dedicándose al escalado de este tipo de materiales para el mercado. Más que un tema de ambición, es más el hecho de la aplicación desde el punto de vista de la empresa, que quiera hacer algo muy diferente. En el extranjero rápidamente cogen e implementan este tipo de materiales, pero aquí parece que nos cuesta un poco más. Porque no es una inversión con retorno a corto plazo, sino más a largo plazo. Esto es algo que necesita tiempo y madurez para llegar.
-Obtuviste una ERC Grant en la categoría de Consolidator, ¿cuál era el objetivo del proyecto de investigación?
-Me la concedieron en 2016 y acaba este año. El objetivo era desarrollar este tipo de materiales porosos para, en lugar de hacer el poro cada vez más grande, ir a lo contrario, hacia un poro cada vez más pequeño, de modo que se pueda utilizar en procesos como la separación de gases.
-¿Y qué has conseguido?
-Lo primero ha sido unos años felicísimos llenos de resultados en un montón de ámbitos, y materiales en los que el poro pequeño hemos demostrado que sirve para la separación efectiva de CO2 del nitrógeno. También hemos podido implementar propiedades magnéticas que nos sirven como sensores para poder ver de alguna manera cuándo tiene lugar la absorción e implementar propiedades que no solo capten el gas, sino que además nos chiven que ya está incorporado. Estos materiales se están utilizando para almacenar, porque fíjate: si tienes una botella vacía de agua con un litro de gas y la llenas de MOF hasta arriba, cabe el triple de gas dentro, porque aumenta la superficie.
-¿Podría ser una excelente vía para solucionar el problema del transporte de CO2 e hidrógeno?
-Para tener un coche de hidrógeno, necesitas tener un tanque de hidrógeno. Si lo llenas de MOF tendrás el triple de gas.
-La de los MOF sería, por consiguiente, en tu opinión, una de las tecnologías emergentes por las que debería apostar España
-Los materiales porosos tienen tantas aplicaciones que es algo apabullante, de verdad. Otra cosa que hemos hecho en el laboratorio ha sido llenar este material poroso de antioxidantes de modo que puedes hacer un film protector para el envasado de comida, así se estropea menos. Uno de los mayores generadores de CO2 son los desechos de comida que pasa a estar en mal estado. Con esto, alargas su vida útil de la comida. Estos materiales se pueden usar también para la desulfuración del diésel, se provoca la oxidación de ciertas moléculas de azufre que después son solubles en agua y se pueden limpiar. Son dos cosas diferentes que no tienen nada que ver y en las que hemos trabajado. Al final, lo bonito de esto es que te permite estudiar cosas muy diferentes.