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reflexionando en frío / OPINIÓN

Inmigrantes, en España ya no se vive tan bien

3/09/2024 - 

Me hacen mucha gracia las excursiones altruistas de filántropos sin causa a los países africanos, presumen en sus redes sociales de su solidaridad de salón luciendo su halo de superioridad occidental. Se creen que han descubierto América, o más bien África y sus memorias. Mantienen una compostura parecida a la de aquel último superviviente televisivo que saciaba su hambre en directo tomando todo tipo de delicias entre bambalinas y recuperaba el falso sueño perdido en una confortable cama de colchón viscoelástico. Pedro Sánchez fue a África pero no disimuló su renuncia a los privilegios políticos, cosa de agradecer en estos tiempos populistas en los que a lo mejor nos hubiese sorprendido con una tienda de campaña usando el colchón de la etapa de Mariano Rajoy en La Moncloa.

Seguimos convencidos de nuestra propia importancia, de que gozamos del estado de bienestar que nos hacía atesorar cierta patente de corso sobre determinados países tercermundistas, podíamos permitirnos el lujo de mirar con alivio el panorama deprimente de patrias lejanas. Ahora, la cosa ha cambiado. Evidentemente no se puede comparar la vida que tienen los jóvenes de Mauritania a mí edad con la mía, seguro que saldríamos ganando. Sin embargo, ya no podemos ir tan de sobrados como antaño, cuando la opulencia nos permitía construir casas en territorio africano y caritativamente pensábamos que estábamos haciendo una obra magnánima dejando un poco de nuestro mundo en el suyo; ahora somos nosotros los que no tenemos techos en los que cobijarnos. Gracias a Dios vivimos en un país desarrollado, no tenemos que sufrir los males de muchos países necesitados, sólo hay que ver la oleada de inmigrantes que arriesgan su vida para venir a España; imagínense las penurias que pasarán para verse obligados a arrancar sus raíces y meter sus pies en unos tiestos tan deficientemente abonados como estos.

Antes en España se vivía bien, ahora simplemente se vive. Todavía no somos conscientes porque gracias a Dios la base de las cotizaciones y el tránsito económico que hace que la economía se mueva sigue dominada por los boomers, y seguirá así hasta que esa generación continúe cobrando sus pensiones una vez se hayan jubilado. La cosa cambiará cuando el peso del desarrollo económico esté en las nuevas generaciones y tengan que sostener el sistema esos a los que se les considera ricos ganando 23.000 euros al año. Antes ser mileurista despertaba la compasión solidaria de tus allegados y ahora ganar un poco más del salario mínimo es sinónimo de ser un acaudalado. Mientras tanto los precios de algunos bienes fundamentales como la vivienda no dejan de subir y España va camino de consumar una revolución de la precariedad.

Proyectamos esa superioridad moral en muchos países en aspectos culturales e intelectuales, partiendo de la premisa de que tenemos ese gen autosuficiente fruto de nuestras circunstancias cosmopolitas, sin embargo, nuestro país ha dado pasos hacia atrás en términos educativos. Relacionándose con el entorno uno se da cuenta de que la sociedad posmoderna a desevolucionado, se palpa en el ambiente, en una farándula patria que acude en masa a ligar al Mercadona poniendo una piña boca abajo; vivimos en una simulación, en una realidad que está convirtiendo a la comedia satírica No mires arriba en un drama de cine independiente. Decía el otro día en una entrevista el conseller de educación José Antonio Rovira que su departamento va a fomentar la lectura en el nuevo plan educativo y me acordaba de una cosa que dice un amigo sobre qué leyendo un libro al año uno ya lee más que la mayoría. Nos creemos ilustrados y desarrollados por haber estudiado una carrera pero en realidad matamos nuestro tiempo desgastando nuestra huella dactilar del dedo índice pasando vídeos de Tik Tok. Un país es las personas que lo forman, y mientras miramos con recelo o compasión a los que vienen de fuera no somos conscientes de qué nos estamos convirtiendo en un país desarrollado con una sociedad subdesarrollada.

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