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el muro / OPINIÓN

Inmobiliaria Generalitat S.A.

30/01/2022 - 

Por destino y gracia de nuestra Generalitat Valenciana nos estamos convirtiendo socialmente en agencia inmobiliaria S.A. Y por ahí que estamos comprando inmuebles a precios realmente importantes, aunque nadie nos informe con detalle de la letra pequeña de esos acuerdos que nos han hecho ya titulares de los edificios de Correos de Castelló y Elx, tenemos cerrado ya el de Valencia y vamos detrás de la sede de Alicante.

El acuerdo por el edificio de Correos, ubicado en la propia Plaza del Ayuntamiento del Cap i Casal, se nos va a 24 millones de euros, sin contar gastos. Hace apenas unos meses, nuestra Generalitat S.A. también anunciaba la adquisición del Palacio Tremolar, ubicado junto al Palacio del Almirante, sede de la consellería de Hacienda, por algo así como cinco millones de euros a los que habrá que añadir los gastos de rehabilitación, dotación y conservación como futura sede funcionarial. Los llenarán con cuadros del IVAM o del San Pío V. Es lo que toca. Sale gratis

Si empezamos a sumar, lo bien cierto es que se nos va un pico en la compra de edificios históricos y estatales en un momento en el que no estamos para tirar la casa por la ventana, y menos aún, dirán algunos, para aligerar las arcas de la empresa pública de comunicaciones, que bien podía haber sido menos recaudadora visto su afán liquidador. Aún así, no seré yo quien se posicione en contra de la compra de los históricos edificios de Correos, levantados principalmente en la España del primer tercio del siglo XX y que son majestuosos y suntuosos como señal del poderío que las comunicaciones postales y telegráficas comenzaban a ser, instituciones pujantes y de evolución social. 

Edificio de Correos de Castelló.

Tampoco diré nada en contra del inmueble construido en Valencia por Miguel Ángel Navarro Pérez. Es un edifico magnífico. Por tanto, es sin duda una buena noticia, pero al mismo tiempo tendremos que ser conscientes de lo que ponemos en manos de nuestra autonomía cuando desconocemos su uso y estado de conservación real y sólo de su adquisición millonaria. Más aún desconociendo también que pasará en un lustro.

Pero aún así, hay que admitir que el edificio es una pieza emblemática, inmenso, reflejo de una sociedad boyante durante décadas, hoy en decadencia  pero figura clave de nuestra historia y realidad social, económica y de progreso arquitectónico. Al menos no vamos a perder un edificio que podría haber sido convertido en un centro comercial o incluso en un hotel de lujo, como ya sucedido con otros palacetes y edificios históricos de nuestra ciudad repleta de franquicias en antiguos comercios actualmente en manos de firmas anónimas o fondos de inversión.

Lo que no me gusta es que las autonomías se conviertan en mecenas estatales y de un patrimonio que ya era público y, por tanto, hemos pagado en varias ocasiones: construcción, uso, mantenimiento y ahora compra. Por mucho que nos quieran vender, estas adquisiciones entre las mismas administraciones públicas no dejan de ser una forma de ayudar al Estado a la hora de aligerar costes de mantenimiento de sedes oficiales que van en declive por el avance de las tecnologías y esa denominada obsolescencia programada sin que hayan existido planes de reconversión, agujero estatal que ya es como un hermano díscolo en la familia.

Le ha faltado poco a nuestro Ayuntamiento para decir que de paso, él se queda con el antiguo edificio de Hacienda ubicado en Guillem de Castro, otro emblema ciudadano de mucho fuste y con una ubicación casi paradisiaca. Según el Ayuntamiento, hay dinero para estirarse un poco, aunque aún no haya hablado de cifras pero sí de los más de diez millones extras que necesitaría para su puesta al día. Somos inversores, por lo visto.

El antiguo edificio de Hacienda ubicado en Guillem de Castro. Foto: KIKE TABERNER

No es esta una reflexión o la apertura de un debate sobre la conveniencia o no de evitar quedarnos sin inmuebles históricos, muy bien situados y escaparates de nuestra realidad histórica. Todos ellos lo valen.

Otra opción lo consideraríamos un auténtico error. Supondría poner en manos privadas edificios históricos como ya hemos puesto bancos que sin embargo ningunean a nuestras personas mayores y hasta equipos de fútbol que pertenecían a esta sociedad pero tirados por las escotillas de un barco casi hundido gracias a las innumerables vías de entrada de agua por culpa de una gestión provinciana y nefasta desde el punto de vista político u negado a la evidencia.

Lo que debe de preocuparnos a estas alturas de nuestra realidad es saber realmente qué van/vamos a hacer con todos ellos. Ahí está el dilema, lo realmente preocupante. Asuntos como estos no se pueden dejar en manos políticas. Hoy compran y mañana ni se acuerdan.

Tenemos bastantes ejemplos de edificios históricos adquiridos o gestionados por nuestra administraciones públicas que nadie sabe qué hacer con ellos. Y eso sí es preocupante. Por tanto, no podemos ni debemos dejar en manos políticas el uso de estos inmuebles que al igual del caso de Madrid pueden acabar convertidos en meras dependencias administrativas para uso y disfrute de políticos y funcionarios, algo que parece va a terminar ocurriendo con el rehabilitado monumento histórico de Sant Vicent de la Roqueta donde aún no ha aparecido el santo y vibra con el metro y no por su espíritu.

La sede de Correos en la plaza de Gabriel Miró de Alicante. Foto: RAFA MOLINA

Ya que lo hemos pagado entre todos, estamos obligados a pensar qué vamos a hacer con ellos y no dejarlos en manos de políticos y gestores que pagan pero con los ojos vendados sobre su futuro inmediato. Menos aún al gusto de presupuestos participativos que igual proponen una feria de vanidades y venta de ropa interior los domingos o de abalorios, tan al gusto de esta clase política de rebajas y mercadillo.

Tenemos demasiadas experiencias y evidencias de errores cometidos. No se trata de un simple debate entre expertos sectoriales. Más bien diría que es obligación social, como sucedió con el cauce del Turia que todos hemos asumido como un logro con el paso del tiempo, pero sobre el que todos opinamos. Este tipo de inversiones cruzan el meridiano. No es comprar un pisito. Es mucho más importante. Cualquier error puede ser un desperdicio o convertirse en una nefasta inversión. Los edificios de Correos o el de Hacienda son emblemas sociales y arquitectónicos. No deben terminar como sedes administrativas que llenar de funcionarios afortunados, como sucedió con Tabacalera y otros estandartes arquitectónicos. Estos políticos no están dotados de absoluta sabiduría. Además, están de paso pero son capaces de convertir la principal plaza de Valencia en un tenderete patriótico de ropa interior.

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