El director alicantino compite en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián y opta al premio Dunia Ayaso
VALÈNCIA. Un día cualquiera de 2015, de camino en autobús a casa de unos amigos, el director alicantino Javier Marco y su pareja, la guionista Belén Sánchez-Arévalo, experimentaron una sensación de extrañeza. En el pasaje había personas alegres y expectantes; otras, con una expresión de desconexión de la realidad. El ambiente estaba cargado de emociones y ensimismamiento. La explicación llegó unas parada más tarde. La línea pasaba por el centro penitenciario de Soto del Real. Sus compañeros de viaje eran familiares de presos.
De la observación aquel día de una mujer con la mirada pérdida nació uno de los protagonistas de la que ha sido su ópera prima, Josefina. El otro personaje está inspirado en los detalles que les explicó un amigo funcionario de prisiones.
Su película, cuyo estreno está previsto el 5 de noviembre, retrata el cruce de caminos entre una costurera de mediana edad que visita semanalmente a su hijo encarcelado y un solitario funcionario de prisiones.
“Es la historia de un amor tardío, la historia de la soledad de dos personas con carencias emocionales, la historia de una familia rota. Sus protagonistas tienen vidas familiares atípicas y es su encuentro el que los completa como personas”, concreta Marco.
En la larga preparación de su debut, el director y la guionista han aprendido que los visitantes no pueden pasar comida a la cárcel y que hay mujeres trabajando en el módulo de hombres. También que como en el cine de abogados, el presidiario está ligado a todo un imaginario facturado en Hollywood.
“Entramos en una prisión con la sensación de que todo iba a estar lleno de rejas, pero nos dio, en cambio, una sensación de colegio o de centro social. Además, puede que los internos en EE.UU. vayan iguales, de color naranja, pero aquí, cada uno, viste a su manera”, detalla el director, que con Josefina opta tanto al premio Kutxabank en la sección Nuevos Directores del Festival de San Sebastián como al Dunia Ayaso, concedido “a aquellas películas que trascienda los estereotipos y lugares comunes que con tanta frecuencia falsean la realidad de las mujeres, sus posibilidades y su memoria histórica”.
Marco tenía en mente qué actores quería que interpretaran a sus protagonistas, Emma Suárez y Roberto Álamo, y tuvo la suerte de que ambos le dieran el sí, quiero. Para el papel del joven encarcelado hicieron, en cambio, casting. “Vino gente muy buena, que hizo pruebas excelentes, pero en Miguel Bernardeau había algo: no podías dejar de mirar la pantalla. Muchas veces son las tripas las que te dicen y a mí me daba igual su éxito en Élite, sino que fuera la mejor opción para el rol”, explica el director sobre al intérprete valenciano.
La trama rebosa de referentes a la pandemia, hay una bicicleta estática, un abrazo que reconforta más que el sexo, cenas en soledad y paseos nocturnos con un perro. Marco, sin embargo, asegura que no era la intención. De hecho, aunque rodaron con ellas, no hay ni rastro de mascarillas en la gran pantalla. Son detalles de la trama que ahora se registran desde la experiencia del confinamiento.
“Queríamos sacar la covid de la historia, pero es verdad que todo lo que enumeras tiene ahora más fuerza. Son dos personas solitarias que necesitan contacto físico y sentir que conectan con otra persona”, argumenta.
Esa misma vivencia, extraordinaria e impensable, les ha facilitado colar un elemento mágico en la trama que suspende la credulidad y ya es marca de la casa. “Es cierto que corremos el riesgo de que el espectador no se lo crea, pero el guion tiene muchas lecturas, hay quien puede aprehenderlo de manera realista”.
La película está llena de silencios elocuentes que obligaron a los actores a un gran trabajo de contención y de esmero en la expresión facial y corporal. Sánchez-Arévalo ha dispuesto de seis años para modificar el guion inicial, atravesado por una voz en off que ahora consideran ambos impensable, porque en este tiempo han depurado su cine, traduciendo muchos de los diálogos iniciales a imágenes.
La experiencia no los apea, sin embargo, del formato corto. Este ingeniero de telecomunicaciones devenido director de cine asegura que le sigue interesando contar historias en pocos minutos. “Puedes experimentar más, buscar cosas nuevas, no tardas siete años en sacarlo adelante ni hay tanto dinero de por medio. Aunque no ha sido el caso, normalmente, las distribuidoras y productoras te restan libertad, mientras que los cortometrajes te los produces tú y haces lo que quieres”, compara.
El realizador tiene en mente la diferencia de extensión, que no de calidad, entre la novela y el relato en el ámbito literario. “Una vez ruedas un corto es hacer lo mismo pero durante más tiempo. El rodaje pasa de tres días a cinco semanas, pero todo vuelve a pasar por llegar al set, puesta en escena, ensayo y rodaje”.
Su próxima meta, no obstante, es un largo a partir de la pieza que le reportó este año el Goya al mejor cortometraje, A la cara. El proyecto ha sido seleccionado para el programa de ayudas Residencias Academia de Cine. Desde este próximo octubre hasta junio de 2022, pulirá y enriquecerá la ampliación de este relato sobre una mujer que se enfrenta al hombre que la insultó amparado por el anonimato y la impunidad que dan las herramientas sociales.
Javier coescribió el guion junto a Belén durante el confinamiento. La COVID 19 hizo saltar por los aires el rodaje de Amianto, premiado con el Proyecto Corto de Movistar+ en Cinema Jove.
Encerrados en un piso de 39 metros cuadrados, en el estupor de la pandemia, el tándem creativo empezó a imaginar qué iba a ser al salir del piso de la presentadora de televisión a la que da vida en el corto original Sonia Almarcha y si el hater de Twitter interpretado por Manolo Solo habría aprendido la lección de no hacer daño a la ligera.
Ahora cuentan con el cortometraje como carta de presentación a las productoras, aunque Marco avanza que para su versión en largo volverán a rodar el arranque de la trama.
“Los cortometrajes están bien contados y los sueles dejar en alto, así que hay veces que las películas basadas en un corto son peores, pero en esta continuación hay mucha chicha, como el odio en las redes sociales. Hay muchísimo que investigar y urge hablar de ello. Es un buen proyecto como segunda película, porque volvería a ser una película barata”. Y el alicantino avanza que volverá a colarse la magia.
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