El pasado 3 de julio se celebró en el madrileño Palacio de los Duques de Pastrana la cena conmemorativa del trigésimo aniversario de la fundación, con personalidad jurídica propia, de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE). Siendo sinceros, el Palacio de los Duques de Pastrana nunca existió, aunque todavía hoy recibe ese nombre el edificio. Lo que sí existió fue un Palacete de Pastrana, pero sucumbió deteriorado hace mucho tiempo. Entonces, ¿dónde demonios se celebró la cena? En un edificio de estilo afrancesado con amplios jardines todavía más afrancesados. Y no es de extrañar porque ordenó construirlo el empresario francés Louis Guilhou a mediados del siglo XIX. Ahora ese edificio es de la ONCE, que lo dedica a organizar distintos de reuniones.
La de la CRUE fue desde luego un completo éxito, con asistencia de más de treinta rectores, varios expresidentes de la CRUE y cuatro ministros socialistas. Junto con los tres anteriores ministros de Universidades, el astronauta Alegría, el economista Subirats y el filósofo Gabilondo, nos acompañó la médica Marisú Montero, actual ministra de Hacienda y vicepresidenta del gobierno español. Curiosamente, la titular del ramo, Diana Morant, no asistió. Según se rumoreó, su ausencia se debió a un problemilla de salud.
Tras un breve concierto en los jardines, inauguró el acto Eva Alcón, catedrática de Filología Inglesa, rectora de la universidad Jaume I y actual presidenta de la CRUE. En su discurso, de duración moderada, nos ilustró sobre algunos de los problemas a los que deben hacer frente las universidades en la época de la inteligencia artificial.
Deambulando por los jardines durante los entremeses, me topé con Pepe Luján, rector de la universidad de Murcia, y con Juan María Vázquez, consejero de universidades del gobierno murciano, ambos muy afables. Ya nos estaban llegando noticias de la victoria de Kessler sobre Beatriz en la UPCT. La sorpresa no fue propiamente la victoria, que algunos ya se barruntaban, sino la magnitud de la diferencia: 65 a 35. Aplastante. Ya antes de las elecciones habíamos detectado que la carrera estaba bastante igualada. Eso siempre es mal síntoma para el rector titular. Y el motivo es bien sencillo: es más fácil que los profesores oculten su voto, o incluso mientan, cuando uno de los candidatos ocupa el Rectorado. Después de todo, todavía es rector y nunca se sabe qué medidas puede adoptar antes del día de la votación. Así que una prudente reserva suele extenderse entre las filas de los profesores. En consecuencia, cualquier encuesta que no prediga una clara victoria al rector en ejercicio debería alarmarlo. Y las conversaciones boca a boca nunca dieron una clara ventaja a Beatriz.
"La apuesta del colectivo de gestores y administrativos por Kessler quedó patente desde un principio"
Ahora bien, tampoco nadie pudimos imaginar que la diferencia a favor de Kessler iba a ser tan grande. Eso indica que probablemente se movieron muchas personas influyentes a su favor. La apuesta del colectivo de gestores y administrativos por Kessler quedó patente desde un principio. Además, algunos representantes de los estudiantes interpretaron que las elecciones se adelantaron para dificultar su participación. En realidad, Beatriz adelantó las elecciones para tratar de pillar por sorpresa a su rival y que no le diese tiempo a culminar su equipo, pero los estudiantes no lo vieron así. Y, claro, muchos se inclinaron por Kessler. Para colmo, el ganador ya había completado su equipo hacía tiempo, solo que no lo había ido divulgando excesivamente. Repasando sus componentes, se llega a la conclusión de que es políticamente neutral.
Figura Juan Monzó, que fue director general de Universidades con el PP, e Ignacio Segado, que fue candidato a la Alcaldía de Cartagena por el PSOE. Ambos competentes y dialogantes, pero políticamente opuestos. Esa neutralidad es marca del propio ganador, persona religiosa y afable, pero poco significada políticamente. Eso implica que no es de extrema izquierda, pues se sabría si lo fuese. Y quizás por eso ni Luján, ni Vázquez recibieron la noticia de su victoria con desagrado. A juzgar por sus plácidos rostros, se lo tomaron con tranquilidad. Puede incluso que con una pizca de satisfacción. De hecho, no se había acabado la cena cuando ya habían llamado ambos a Kessler para felicitarlo. Uno se pregunta hasta dónde llegaron las influencias a favor del ganador en la campaña electoral. Se dice que un potente exrector se volcó a favor de Kessler. Y, desde luego, el resultado a su favor en el sector relacionado con la Defensa fue abrumador. Ahora todo el mundo está expectante preguntándose qué programa aplicará. Una frase ha gustado a los círculos más cartageneros: quiere hacer de Cartagena una ciudad con ambiente universitario. En cierto sentido, eso sería volver a la etapa fundacional, cuando un servidor pretendió exactamente eso.
En opinión de varios rectores, el discurso de la vicepresidenta fue excesivamente parcial. En vez de unas palabras protocolarias, se dedicó a criticar el acuerdo de las regiones gobernadas por el PP de implantar unas pruebas de acceso comunes. En la mesa donde me ubicaron, acompañado por dos rectoras y cuatro rectores, fue motivo de discusión. Se constató la conveniencia de favorecer la igualdad de oportunidades de los estudiantes en el acceso a los títulos más demandados, pero también quedó clara la dificultad de homogeneizar las pruebas. Intencionadamente o por error, la vicepresidenta dijo que la CRUE era la voz de las universidades públicas, con gran disgusto de los varios rectores de las universidades privadas allí presentes. De hecho, la rectora de CEU San Pablo, Rosa Visiedo, no aplaudió al finalizar el discurso. Todavía más tajante, Josefina García Lozano, rectora de la UCAM, abandonó su mesa en esa etapa y no volvió hasta que acabó el discurso. Lo mismo recibió alguna llamada urgente. Nunca se sabe. Lo que sí se sabe es que la UCAM sigue adelante con su extensión en Madrid, dejando de momento aparcado el proyecto de Málaga.
Como presidente fundador de la CRUE me dieron un corto turno de palabra. Lo usé para aclarar que decidimos fundar la CRUE para disponer de un órgano de coordinación universitaria estrictamente académico, pues el Consejo de Universidades, presidido por el ministro, era un órgano mixto de rectores y políticos. De hecho, nuestra decisión fue bien acogida por instituciones similares europeas, como las organizaciones estrictamente rectorales de Francia y Alemania. También aclaré que tomamos otras dos decisiones: nuestra asociación aspiraba a cubrir todo el territorio nacional, evitando disgregarnos en asociaciones regionales, e integraríamos tanto a las universidades públicas como a las privadas, evitando que naciesen dos hemicrues. Algunos rectores de privadas, creyendo que había replicado a la vicepresidenta (y en parte acertaron), me lo agradecieron.
Luego tomó la palabra Gabilondo. En un tono muy emotivo, nos confesó que se sintió muy unido a los rectores en su etapa de ministro. ¿Estaba tratando de difuminar el hecho de que la CRUE nació como órgano estrictamente académico? Algunos así lo pensaron.
Entre los rectores con los que compartí mesa estaban Ignacio Berdugo, de la universidad de Salamanca, y Luis Arroyo Zapatero (en efecto, primo del presidente Zapatero), de la universidad de Castilla La Mancha. Ambos son especialistas en Derecho Penal y, aunque no lo divulgaron, estaban tramando elaborar una carta pidiendo modificar el artículo 573 del Código Penal para separar más claramente las protestas violentas del terrorismo. Como buenos socialistas, querían ayudar al Gobierno de Sánchez a dejar claro que el Tsunami separatista catalán no había sido terrorismo. Ya han firmado 72 personalidades su carta, que tiene un interés puramente de futuro, pues el caso Tsunami ha decaído por haber superado en un día el juez competente el plazo legal para tramitarlo. Pero Berdugo y Arroyo se movieron. Digno de alabanza. Todo eso y algo más dio de sí la cena de la CRUE. El menú, bastante sabroso. La bebida, a voluntad.