El artista plástico, desde su confinamiento en su estudio en Vilafamés, dónde continúa trabajando, reflexiona sobre la creatividad y el arte en estos difíciles momentos
CASTELLÓ. Todos sabemos con más o menos rigurosidad qué significa crear, pero aún tenemos el significado de la palabra "arte" en un cajón cerrada bajo llave sin querer abrirlo por si nos da un susto de muerte. Crear es fácil, o eso parece, es tan fácil como su definición: "Dar realidad a una cosa material a partir de la nada". ¿Pero qué pasa cuando el acto de crear se convierte en algo más? ¿Podemos crear sin partir de algo material? ¿Son las ideas un acto creativo? Para ello a veces hay que sacudirse el polvo y abrir ese cajón donde guardamos el sentido de la palabra arte, hay que tirarse en paracaídas sin saber con total seguridad si éste se abrirá a tiempo antes de un fatídico final. Tal vez no solo sea cuestión de miedo, es posible que la pereza también forme parte de nuestra ignorancia.
Las ideas no siempre se materializan, no siempre son llevadas a la realidad, es por esto que preguntarse si una idea es o no creación, nos hace dar la vuelta y abandonar en el intento.
Ésta reflexión no trata de poner etiquetas o declarar una guerra semántica, para ello ya están los lingüistas. Sólo trata de exponer el concepto del acto creativo que precede a la obra final acabada.
Los artistas, que a veces se confunden con creadores y viceversa tienen una notable diferencia: el acto creativo. Un creador no tiene por qué ser artista pero un artista...¿Debe ser un creador?
El acto de crear a nivel artístico no es más que una fuerte tormenta de ideas que acaban con mejor o peor resultado, pero realmente la palabra arte está escondida en ese acto a veces mágico; a veces intuitivo; a veces azaroso, y termina por apartar el sentido final de la obra acabada.
Cual chamán en pleno ritual, los artistas entran en un trance ideológico del que se desprenden de toda realidad sin pensar en ningún momento en el resultado final. Apartan sus miedos, sus quehaceres, sus motivos vitales y se olvidan de pagar el recibo de la luz, el seguro del coche o cualquier otra cosa banal y puramente material. Resulta irónico pensar que sólo esa obra una vez acabada será lo que ayude al creador a sobrevivir en un círculo consumista.
Y aquí llega la incertidumbre del acto de crear: ¿Tan solo es creador el artista cuando está en pleno proceso creativo? ¿Qué pasaría si durante la comida, con sus facturas encima de la mesa, con su perro mirándole para hacerle un guiño y ofrecerle bajo la mesa un trozo de carne...está pensando; meditando; estudiando la idea que más tarde llevará acabo en el proceso material? ¿Estaría creando? ¿Se encuentra en proceso creativo aun sin ningún componente físico ni matérico?
La idea cuenta como creación, la idea cuenta como arte y por tanto, lo material pasa a un plano reducido que convierte al creador en un simple individuo que sabe manejar herramientas para concluir la obra. El artista sin proceso creativo no aplicado a lo material, no es más que un artesano en el más absoluto sentido de la palabra, respetando la figura del artesano por encima del contexto.
Una vez terminada la obra, ya no le pertenece, ya no es una idea, ya dejó de ser creación y forma parte de un mundo consumista, material, banal y transferible, como todo lo que tiene precio y nombre.