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La Marjal de Almardà-Almenara, del peligro de desaparición a la excelencia

9/05/2021 - 

CASTELLÓ (EFE/Rosabel Tavera). Los disparos fotográficos de aficionados de todo el mundo han sustituido a la munición de cazadores en la valiosa Marjal del Belcaire-Palancia, conocida también como de Almardà-Almenara, cuyos flamencos campan tranquilamente por este humedal gracias a los 40 años de lucha de Acció Ecologista-Agrò.

La labor de esta entidad conservacionista, que custodia esa marjal de 1.500 hectáreas, ha contribuido a evitar la desaparición de este enclave protegido y su protección frente al urbanismo destinado al turismo de sol y playa, que ahora goza de un grado de excelencia y muestra su esplendor a cientos de amantes de la naturaleza y ornitólogos que acuden a visitarla.

Así lo explica a EFE el integrante de Agrò Enric Amer, mientras observa un grupo de flamencos "junior" que se dejan ver con actitud tranquila desde los miradores a los que se accede desde la Casa Penya, el centro de interpretación y voluntariado de la naturaleza que es el resultado de "muchos años de custodia del territorio de la Marjal de Almenara" y un "reto para la gestión compartida que permite implicar a la sociedad civil en la conservación de su territorio".

Una joya que bordeó el desastre

Amer, luchador incansable e implicado desde hace casi 40 años en la recuperación de este espacio, echa la vista atrás y relata los acontecimientos socioeconómicos que han marcado la vida de este humedal, que, si bien hoy se muestra en su esplendor, ha pasado varias décadas en un declive que ha estado a punto de destruirlo por completo.

Explica que este territorio húmedo se sitúa entre las cuencas de los ríos Belcaire y Palancia. Sus aguas se filtran de manera subterránea y resurgen a través de manantiales que vierten agua a la superficie para inundar el humedal litoral.

Esta zona húmeda estaba cubierta a finales de los 50 por arrozales y poco a poco se fue introduciendo el cultivo de la naranja.

Alrededor de los 90, los agricultores, explica Amer, "confiaban en que se secaba el terreno y plantaban, pero la zona se fue salinizando" y dejaba de ser apta para cultivar. Al mismo tiempo, toda la Vall de Segó experimentó un auge de muchas variedades de naranjas que llevaron a una sobreexplotación de los acuíferos, ya que además se regaba por "manteo".

La salinización, sumada a la caída de los precios en el sector citrícola que provocó el abandono o reconversión de muchas fincas, ha jugado un papel fundamental en la recuperación de la zona, para la que la Confederación Hidrográfica del Júcar aprobó un plan para restaurar el equilibrio y recuperar los dos acuíferos del Palancia y el Belcaire.

En este contexto se planteó la presa de Algar, construida en el año 2000 -con el fin de recargar los acuíferos- y puesta en marcha en 2017 (después de las necesarias pruebas para su funcionamiento óptimo), la cual ha sido "clave" para pasar de este proceso de "casi desaparición a la excelencia".


Un ejemplo internacional de salvación medioambiental 

En apenas cuatro años, afirma Enric Amer, ambos acuíferos "se han recuperado" y en la Unión Europea se cita este caso como ejemplo de recuperación, junto a otro ocurrido en China, y de cómo actuar para recuperar este agua "de dentro de las montañas".

Así, desde 2017 "aquí ha habido algo gordo", la Font de Quart ya no se seca y los manantiales "que estaban en estado crítico" ya no están sometidos a la presión que soportaban y traen un agua hasta la marjal "que en un 80 % es de mucha calidad".

Entra en juego en esta recuperación la influencia que ha ejercido Agró en la zona contra la presión urbanística, que ha logrado paralizar desde los años 80 cinco grandes PAI -alguno de ellos proyectaba la construcción de 1.300 segundas residencias- que pretendían sumar a la zona al tirón del turismo de sol y playa.

La organización ecologista defiende haber sido crucial para que estas 1.500 hectáreas protegidas estén libres de la presión urbanística y mediante acuerdos de custodia (para no edificar y no plantar) se ha podido "naturalizar lo máximo posible el terreno".

Un "mosaico" de realidades que hacen que ahora el lugar haya recuperado su riqueza natural y se siga permitiendo los cultivos de verano en el Asegador de Quartell (con el preciado melón de marjal a la cabeza), y los arrozales de La Llosa y Xilxes.

Y todo con el creciente apoyo de las Administraciones Públicas y los ayuntamientos, que son cada vez más sensibles con la conservación del espacio natural y se implican en su mantenimiento.


Se ha llegado así a un punto con una gran biodiversidad, que ha sido capaz de atraer a una colonia de flamencos que pasan por aquí sin faltar a su cita desde hace cuatro años.

Una colonia que tiene ahora más de 600 ejemplares, los cuales no han parado de posar para aficionados a la ornitología, expertos llegados de toda Europa y vecinos y visitantes que están dejando de mirar solo hacia la playa para volver la vista atrás y disfrutar de este espacio.

Lo más importante desde el punto de vista ornitológico, indica Amer, es la variedad de especies "delicatessen" en el humedal como la "camallonga" o avoceta común (recurvirostra avosetta), los flamencos, las fochas y los "coll verts" o ánade real o azulón.

También sobresalen los "rovellats" o ibis -con más de 1.000 ejemplares-, de la familia del Ibis egipcio (el ave con un papel clave en la religión del Antiguo Egipto en la que era la personificación del dios Thot), el cual hacía 30 años que no aparecía por la zona.

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