Los empresarios también advierten cómo otros países productores devalúan su moneda y eso les puede hacer vender más
CASTELLÓN. El Comité de Gestión de Cítricos (CGC), la patronal nacional que representa a los comercios privados, advierte de las “distorsiones” que se pueden producir en los mercados citrícolas comunitarios y más aún, en los extracomunitarios, a consecuencia de las turbulencias que en los últimos tiempos vienen sufriendo las monedas de muchos países emergentes, casi todos potencias productoras y exportadoras. Ese proceso, junto con el incierto desenlace que se atisba una vez se consume, el 30 de marzo del 2019, el brexit son a –a juicio del CGC- nuevos factores desestabilizadores "que amenazan el normal desarrollo de la campaña de naranjas, mandarinas y limones”. Los envíos al mercado británico –el tercero en importancia para España con casi 300.000 toneladas por campaña- se podrían complicar cuando se consume la salida del Reino Unido y éste pase a ser un país tercero para la compra de naranja estatal, por lo que desde el CGC se reclama al Gobierno español que “reduzca a la mínima expresión las cargas burocráticas” en las partidas que se dirijan a tal destino.
Como es bien sabido, las depreciaciones o las devaluaciones suponen, en la práctica, una ‘inyección de competitividad’ al sector exterior de ese país puesto que súbitamente se abaratan sus productos en el extranjero. En el caso de los cítricos, este fenómeno ya se ha apreciado con crudeza durante las dos últimas campañas, concretamente, desde que en noviembre del 2016 el Banco Central de Egipto devaluó su moneda y la dejó fluctuar después. A consecuencia de ello, la libra egipcia ha acumulado en dos años una depreciación sobre el euro del 107% y del 102% sobre el dólar.
Tal medida ha ayudado a disparar las exportaciones de cítricos egipcios a la UE un 24% hasta convertirse en el primer proveedor mediterráneo (tras pasar de las 269.000 toneladas de la campaña 2015/16 a las 335.000 de la 2017/18). Más aún, el hundimiento de su moneda respecto al dólar, también resultó decisivo en otras plazas de especial interés para el sector citrícola estatal, como China, donde en la temporada 2016/17 Egipto aumentó sus ventas de naranjas un 204% y en la 2017/18 en la que, a falta de datos oficiales, podría consolidarse como primer proveedor destacado del gigante asiático.
Parecido camino podría tomar en la actual temporada Turquía, que este verano ha visto agravada su inestabilidad por la crisis diplomática generada con EEUU y que en el último año acumula una depreciación del 65% de la lira turca con respecto al euro y del 105% si se consideran los dos últimos años.
“La competencia con Egipto y con Turquía es ya de por sí complicada porque tienen costes laborales y exigencias sociales y medioambientales mucho más bajas que las españolas, pero es que ahora, además, cuentan con la ventaja de la moneda para vender si cabe más barato”, señalan desde el CGC. En este sentido, la asociación de exportadores reclama a la Comisión Europea (CE) que extreme los controles fronterizos en materia de calidad y fitosanitarios porque la euforia monetaria podría facilitar la incorporación a los circuitos de exportación a Europa de operadores “poco profesionales”, apuntan las fuentes de la patronal citrícola estatal.
No en vano, en diciembre del 2017 la CE ya tuvo que advertir por carta a las autoridades egipcias sobre los problemas de residuos de plaguicidas detectados y sobre la necesidad de un mayor control sobre los riesgos de contagio a las plantaciones europeas en materia de plagas y enfermedades de cuarentena. De igual manera, el ejecutivo comunitario ha decidido mantener por segunda temporada consecutiva los controles especiales a los limones de Turquía con el fin de verificar el cumplimiento de la normativa europea sobre límites máximos de residuos de pesticidas, tras detectar un alto número de partidas que los incumplían.
El brexit suma además un factor de incertidumbre añadido, si cabe más relevante, apuntan las fuentes del CGC. Las perspectivas comerciales podrían variar radicalmente según se confirme, antes del 30 de marzo próximo, un tipo de ruptura u otro. En cualquier caso, a partir de tal fecha el Reino Unido pasará a ser un tercer país y tal cosa tendrá repercusiones serias, como la reintroducción de controles en frontera (trámites aduaneros), problemas logísticos y burocráticos. Los obstáculos y las incógnitas serían mucho mayores si no se llega a una solución pactada de retirada y por ello dejara de aplicarse entre las partes el derecho comunitario durante el periodo de transición acordado entre Bruselas y Londres, que va desde el 30 de marzo del 2019 hasta el 31 de diciembre del 2020.
Esta situación de dudas e inseguridad podría afectar también a la cotización de la moneda británica e incluso hay consultoras que auguran que el euro podría alcanzar la paridad con la libra, lo que supondría elevar la depreciación ya consolidada desde la fecha del referéndum –junio del 2016- del entorno del 15% a por encima del 30%. Para aliviar el encarecimiento en los envíos que pudiera conllevar tal proceso (que otras potencias competidoras podrían compensar con sus depreciaciones y menores costes) y el cuello de botella que con toda probabilidad se generaría –más aún tratándose de productos perecederos como los cítricos- el CGC reclama a las autoridades españolas estar preparado para cualquier escenario, así como dos cuestiones concretas. De un lado, se pide no implementar ninguna traba o control en origen que no exija en destino el receptor. Del otro, se insiste en que, en el momento en el que el Reino Unido pase a ser un país tercero, se impida cualquier reexportación desde este país de cítricos procedentes de otras latitudes hacia la UE para así evitar que esquiven los controles fitosanitarios europeos y que se puedan introducir más plagas y enfermedades foráneas.