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Tribuna libre / OPINIÓN

La batalla está en Bruselas

Foto: EP/CONTACTO/HATIM KAGHAT
2/11/2023 - 

Hace más de cuatrocientos años, los valencianos comenzamos a influir en Europa y, consecuentemente, a dejar nuestra huella en el mundo. Era el Siglo de Oro Valenciano (sXV), un periodo de enorme riqueza comercial ligada al comercio marítimo de nuestra ciudad y extraordinaria proyección de las artes y la literatura valencianas. 

En el ocaso de este periodo nació Luis Vives (Valencia, 1492 - Brujas 1540), valenciano del por entonces barrio judío y uno de los primeros estudiantes en la Universitat de València. Tras emigrar a París junto a su familia, se estableció en Lovaina donde entabló una estrecha relación con Erasmo de Róterdam y Tomás Moro, llevándole a las puertas de las mejores universidades del continente –entre las que destaca la Universidad de Oxford–. Con los años, su obra y pensamiento se convirtieron en uno de los principales exponentes del humanismo renacentista, influyendo en generaciones enteras de políticas públicas basadas en las necesidades del hombre, así como su bienestar físico y espiritual. Fallecido en Brujas, el cap-i-casal comparte para siempre con esta ciudad flamenca de unos cien mil habitantes su imborrable legado de compromiso cívico y europeo. Asimismo, su ejemplo muestra el camino a los valencianos: es posible influir, convencer y liderar en Europa. Tan sólo es necesario diseñar el camino para hacerlo posible.    

En perspectiva comparada, Brujas –y la Región de los Flandes– ha sabido ejercer una influencia decisiva para la defensa de sus intereses en el marco de la Unión Europea. Consolidada como una potencia turística y comercial, la ciudad se ha convertido en la localidad más visitada de Bélgica y acoge la sede del segundo puerto más grande de Europa tras Róterdam –Port of Antwerp-Bruges–. Por su parte, la industria de la región se beneficia de una importante capacidad comercial y el tejido empresarial canaliza sus necesidades a través de una continua colaboración público-privada. Políticos, empleados y empleadores reman siempre en la misma dirección para que sus necesidades se vean reflejadas en la continua batería legislativa y reglamentaria de las instituciones europeas. 

¿Y dónde se encuentra nuestra amada Comunitat Valenciana? Lamentablemente, todavía no se ha presentado a la batalla. Si bien hay quien ya ha comprendido que, tras nuestra integración en el proyecto europeo, la mayoría y más importantes decisiones se toman en Bruselas, algunos parecen olvidar este elemento fundamental de la partida. En este sentido, el término “olvidar” no es baladí. Hubo un momento en el que todos, sin excepción, parecimos comprender el verdadero significado de “estar presente en Bruselas”. ¿Me creerían si les dijera que el nombre de la capital belga se encuentra inserto en el Estatuto de Autonomía de la Comunitat Valenciana? Menuda obsesión tiene este hombre con Bélgica –pensarían–. No obstante, la realidad y la lógica se imponen en el artículo 61.1 de nuestra mayor fuente de autogobierno al establecer que la Comunitat Valenciana "tendrá una Delegación en Bruselas como órgano administrativo de representación, defensa y promoción de sus intereses multisectoriales ante las instituciones y órganos de la Unión Europea".   

Ahora bien, ¿de qué sirve comprar un barco sin contar con un capitán? Mi abuelo diría que para afrontar sus costes y asumir la ausencia de rentabilidad. Este es, exactamente, el caso de la presencia valenciana en Bruselas: contamos con una céntrica oficina compuesta por técnicos, pero sin liderazgo –o con liderazgo en remoto que viene a ser lo mismo–. 

Por un lado, las empresas valencianas –algunas de las cuales me han trasladado su inquietud– no saben a quién acudir cuando se encuentran en Bruselas y necesitan de una referencia que se mueva a la perfección entre los pasillos de las instituciones y despachos de la capital para influir positivamente en la toma de decisiones. Por otro, la Generalitat carece de una persona de confianza integrada completamente en el día a día de la Unión y capaz de aportar a cada debate desde el punto de vista valenciano. Ante esta situación, una interpretación teleológica de la citada disposición del Estatuto de Autonomía nos llevaría a la siguiente conclusión: los sucesivos gobiernos de la Generalitat lo incumplen sistemáticamente al olvidar el carácter decisivo y axial de la delegación valenciana en Bruselas para defender nuestros intereses en el proceso de elaboración del Derecho de la Unión Europea. 

Esta situación de abandono institucional ha llevado a las más grandes y poderosas compañías valencianas –como es el caso de Mercadona– a instalarse en la capital por su cuenta. Con esta medida, las empresas aseguran que su opinión se tiene en cuenta en la elaboración de toda norma que pudiera afectar a su negocio, además de conocer de primera mano, y por fuentes primarias, la agenda legislativa de la Unión. 

Es este savoir faire, como dirían por aquí, el que permite a las empresas valencianas prepararse con mucha antelación –y no por sorpresa– ante cualquier potencial normativa y, en su caso, plantearse recurrir a las instancias correspondientes del Tribunal de Justicia de la Unión en base al artículo 263 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea –que legitima a todo aquel que acredite una afectación directa e individual por el acto de la Unión Europea–. 

¿Está la Generalitat buscando a su nuevo Luis Vives, quien como él en su día con Erasmo de Róterdam y Tomás Moro, goce de estrechos contactos entre las instituciones europeas? ¿Estamos los valencianos, y nuestros intereses legítimos, representados como deberíamos en la capital normativa de la Unión Europea? ¿Se incumple a diario nuestro Estatuto de Autonomía? ¿De qué sirve una delegación sin un legado que transmitir? ¿Se atreverían aquellos poderosos valencianos del siglo XV, dueños del Mediterráneo, a salir a la mar sin capitán?

Pablo Javier Torres Méndez es estudiante del Máster en Derecho Europeo en el Colegio de Europa (Brujas, Bélgica)

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