Valencia, mi querida Valencia. Día tras día, levantamos la cabeza tras la devastadora Dana que arrasó nuestro territorio y nuestras almas. No sé cuándo esta ciudad, que tanto amo, podrá recuperar su esplendor, pero estoy segura de que lo hará. Porque si algo ha demostrado este desastre, es que la adversidad puede sacar lo mejor de las personas.
He sido doblemente afortunada. Primero, al elegir hace 24 años vivir, estudiar y crecer en esta tierra que me acogió con los brazos abiertos. Segundo, porque la tormenta no alcanzó mi zona directamente. Sin embargo, la tristeza y el dolor no necesitan un golpe directo para calar hondo: los fallecidos, las familias que lo han perdido todo, las calles que han quedado irreconocibles... todo ello nos afecta a todos como comunidad.
Pero, incluso en medio de la destrucción, hemos visto surgir algo hermoso. La solidaridad ha sido una fuerza arrolladora. Vecinos ayudándose entre sí, miles de voluntarios de toda España, recursos y ayudas que no paran de llegar. Esos gestos nos recuerdan que, aunque a veces la rutina diaria nos haga pensar lo contrario, la humanidad, la generosidad y el cuidado siguen vivos. Esta tragedia nos está devolviendo la fe en valores que creíamos dormidos.
Quiero subrayar algo que considero esencial: el papel de los migrantes en esta enorme ola de solidaridad. Latinos, chinos, subsaharianos, indios, pakistaníes… Todos ellos han sido una pieza fundamental en el apoyo a los afectados, dejando claro que la diversidad es una riqueza invaluable. Sin embargo, como mujer marroquí y española, me siento en la obligación de destacar la participación de mis compatriotas marroquíes, porque creo que en este caso hay algo más profundo que debemos reconocer y entender.
Durante 24 años en Valencia, he sido testigo del aumento preocupante y exagerado de la morofobia y la islamofobia. El rechazo hacia los marroquíes, hacia los "moros", como a menudo se nos llama, ha crecido a un nivel que asusta. Durante años, he intentado contrarrestar este odio, desmintiendo bulos, mediando en conversaciones, compartiendo mi cultura y mostrando, con actos cotidianos, que no somos enemigos ni extraños. Pero confieso que muchas veces me he sentido agotada, incluso derrotada. Sentía que todos iban en contra, partidos políticos, medios de comunicación, incluso amigos que me decían: "Pero es que tú eres diferente"... Y no soy diferente.
Lo que he visto tras esta tragedia ha sido una lección inesperada y emocionante. La respuesta del colectivo marroquí ha sido extraordinaria. Hombres y mujeres que lo han perdido todo han abierto sus casas para acoger a quienes también lo han perdido. Negocios arrasados se han transformado en puntos de apoyo. Desde el primer día, mi gente ha estado limpiando calles, cocinando comida caliente y aportando cada grano de arena necesario para la reconstrucción.
Y no puedo olvidar lo más significativo: los 37 camiones especializados en el chequeo de agua y lodo enviados desde Marruecos, con 105 operarios especializados que trabajan incansablemente en las zonas más afectadas. Esta ayuda, organizada directamente por el gobierno marroquí, fue la primera internacional que llegó a España en esta emergencia. Estos equipos, con la bandera marroquí ondeando, han sido recibidos con aplausos y gratitud por los valencianos. Es un gesto que trasciende fronteras y muestra que la solidaridad no entiende de pasaportes.
La avalancha de humanidad que han demostrado los marroquíes es una respuesta directa y contundente a años de prejuicios y odio. Es la mejor manera de combatir la desinformación, el racismo y la exclusión. Porque la solidaridad, la hermandad y el apoyo mutuo son más fuertes que cualquier discurso de odio.
Ojalá que este espíritu de unidad no se apague con el tiempo. Que esta lección de humanidad y solidaridad nos ayude a construir una sociedad más justa, inclusiva y unida. Porque si algo hemos aprendido es que juntos somos más fuertes, y que el odio nunca podrá contra el amor y la generosidad.
Que esta Dana sea recordada no solo por el dolor que dejó, sino también por las manos que se unieron para levantarlo todo de nuevo.
Boutaina El Hadri firma como "valenciana y mora"