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La decadencia conyugal del Botànic: "Sólo quedan las ganas de llorar"

1/11/2021 - 

VALÈNCIA. En 1981, cantaba Jeanette 'Frente a frente', versioneada años después de forma brillante por la banda jerezana 'El hombre burbuja'. Probablemente, el pasaje más desgarrador y triste de la letra se encontraba al principio del tema y en el estribillo: "Queda, qué poco queda, de nuestro amor, apenas queda nada (...) Sólo quedan las ganas de llorar, al ver que nuestro amor, se aleja. Frente a frente, bajamos la mirada pues ya no queda nada de qué hablar, nada". Una aterradora descripción sobre el ocaso de una relación sentimental.

El problema en el Pacto del Botánico, especialmente entre PSPV y Compromís, es que están obligados a seguir hablando entre ellos aunque cada vez tengan menos ganas de hacerlo y existan menos sentimientos arraigados de aquella jubilosa relación inicial sellada en 2015. "Nunca fue amor, fue sólo sexo", es una ironía que aplican algunos dirigentes políticos del Consell sobre determinados acuerdos y que, en más de una ocasión, también han utilizado para referirse al Botànic.


Más allá de las metáforas y las cuestiones emocionales que, conviene no olvidarlo, también son fundamentales en las relaciones políticas, los hechos señalan que el Botànic ha cosechado un fracaso colectivo con la última negociación presupuestaria. Es cierto que ha habido acuerdo finalmente, aunque por primera vez desde que gobierna la alianza de izquierdas, este no se ha producido dentro del marco legal -antes del 1 de noviembre- que sitúa el Estatuto de Autonomía y la Ley de Hacienda Pública valenciana.

Desde el entorno del presidente de la Generalitat, Ximo Puig, se intenta vender el acuerdo como un buen resultado. Pasaron, eso sí, de amenazar con prorrogar las cuentas a alcanzar un pacto en menos de 24 horas: no pasa nada, 'pelillos a la mar' y a mirar hacia delante. Una cosa es cierta, podría haber sido peor (una prórroga), pero entonces el PSPV no podría haber culpado a Compromís. De hecho, nadie podrá decir que los socialistas, con el secretario autonómico Alfred Boix a la cabeza, no trataron de apurar las opciones -el viernes especialmente- para alcanzar un pacto y entrar dentro de los plazos legales.

Y aquí precisamente es donde viene una de las situaciones que, durante años, ha venido socavando las relaciones dentro del Botànic. "La culpa es de Mónica Oltra. No ha habido acuerdo para presentarlos dentro del plazo legal porque no le ha dado la gana". Esta afirmación u otras en términos similares, las hacían varios altos cargos socialistas del Ejecutivo este fin de semana sobre el papel de la vicepresidenta del Consell y referente de Compromís respecto a la negociación presupuestaria. Es más, algunos se preguntaban cómo el viernes era tan complicado llegar a un acuerdo y el sábado se había cerrado con un solo día más de conversaciones. "Ha sido para intentar hacer una demostración de fuerza de que podían retrasarlo", concluía otro cargo socialista preguntado por este diario.

El problema de estas reflexiones es que en la otra orilla, Compromís y en concreto el entorno de Oltra defienden un relato totalmente diferente. Aseguran que los documentos con los cálculos exactos sobre los ingresos no llegaron hasta la recta final de la semana, con lo que no era posible aclarar todas las partidas de gastos. Una discusión que los socialistas rechazan, asegurando que todo estaba claro y que se limitaba a que las consellerias de la coalición valencianista recortaran el dinero suficiente para cuadrar las cuentas.

Aunque parezca una contradicción, probablemente no sea lo más relevante quién tiene razón -o dice más verdad- en este asunto (que a buen seguro estará a mitad de camino entre ambos relatos). 

La cuestión es que a lo largo de días cómo estos, los dos bandos saben lo que dicen los unos de los otros antes, durante y después de las negociaciones; los dos bandos leen los medios y saben o intuyen a través de quiénes hablan; los dos bandos tienen cada vez más rencillas pendientes y están cada vez más hartos los unos de los otros. Pese a que son políticos y saben lo que son este tipo de negociaciones, tras seis años y medio de conflictos recalentados, es difícil que no se genere un 'fumet' de bilis. Y todo eso no es gratis: aunque las cosas se reconduzcan, cada vez es más pesada la mochila del rencor y más grueso es el abrigo que evita generar empatía.

La comisión no fracasa, fracasa el Botànic

Por otro lado, como siempre cuando hay un 'patinazo', en este caso presentar fuera de plazo legal unas cuentas por primera vez, la batalla suele dirigirse a ganar el relato de los hechos. Es decir, lo mencionado anteriormente sobre quién -o qué- tiene la culpa del desaguisado.

En este punto, se ha señalado a la recientemente creada comisión política para la negociación presupuestaria en la que están representados todos los partidos del Botànic. Un órgano que pidieron Oltra (Compromís) y el vicepresidente segundo, Héctor Illueca (Unides Podem), y al que el presidente de la Generalitat, Ximo Puig, accedió. La citada comisión está creada para que los diferentes socios del Botànic dispongan e intervengan en mayor medida en un debate global de los presupuestos, que antes se llevaban con una negociación de corte bilateral entre la Conselleria de Hacienda, dirigida por los socialistas, y cada uno de los departamentos.


Señalar la comisión como culpable del retraso es tan fácil como poco serio. Obviamente, los presupuestos no han dejado de aprobarse en el plazo legal por este órgano en sí, especialmente cuando los miembros del órgano informan a sus superiores -los que tienen la última palabra- de cómo van las cosas y en qué punto de la negociación se encuentran. Es una mera herramienta que, eso sí, probablemente haya servido a Compromís para calibrar mejor su papel de negociación al conocer las cuentas globales y apretar más las tuerzas al socio mayoritario, el PSPV.

¿Qué se desprende de todo esto? Que la convivencia es cada vez más difícil y desnaturalizada. Que los enfados se resuelven, que también decía Jeanette, "con un beso y a la fuerza", y no con una apasionada y sincera reconciliación. 

Todos lo saben. En el PSPV, no son pocos los que sueñan ya con que Oltra no esté en la siguiente legislatura y pasar a tener que entenderse con algún dirigente de Més Compromís (Bloc) como Vicent Marzà. Claro que ahí cabría preguntarse si la izquierda sacaría los suficientes escaños para gobernar si Oltra no fuera la candidata de Compromís. Y también si otro interlocutor, como Marzà, sería un más asequible o no para los socialistas. 

En cualquier caso, resulta obvia la decadencia de la fórmula botánica, especialmente por las relaciones cada vez más costosas y difíciles entre Puig-Oltra y sus respectivos entornos. Se antoja complicado que se produzca un reseteo que permita una mejoría notable de la convivencia en el año y medio -si no hay adelanto electoral- que queda de legislatura, por lo que todo apunta a que los distintos actores seguirán representando estos mismos papeles con los dedos cruzados para que esta edición del Botànic (II) guste lo suficiente a la audiencia y no termine con el regreso de la derecha al poder.

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