Pese a los beneficios que ha generado, el mármol se ha convertido en el hermano pobre de la industria. El sector agoniza desde hace tiempo; las empresas van cayendo y los grandes siguen desangrándose con expedientes de regulación de empleo. El último, el de Levantina, conocido esta semana pasada, y que va a dejar sus factorías de Novelda y El Pinós tiritando después de otro recorte, en 2019, que ya fue doloroso. Hoy es una quinta parte de lo que fue.
La crisis del mármol es fruto de la globalidad y de la transición que está viviendo el sector frente a otros productos, más económicos y otros productores. Si uno analiza las caídas de firmas como Intermarmor o MarmolSpain, ambas en concursos de acreedores que acabaron con la liquidación de las compañías, hay elementos comunes. Caída de ventas, primero del interior (crisis inmobiliaria en España), últimamente del exterior; aumento de los costes (algunos derivados de la guerra de Ucrania, otros no) y aparición de nuevos productos y nuevos competidores. Son factores comunes que se podrían aplicar a otros sectores productivos, pero quizás el problema del mármol es que quién quiere mármol no tiene otra alternativa que pagar su precio. Para el mármol el mercado es el que es: difícilmente se pueden hacer piezas de colores o de ingredientes diferentes.
Aunque ahora también va de modas (el mármol tiene más competidores, más baratos y de diferentes gamas), la alternativa, en otros campos, siempre fue transformarse, o apostar por el producto de calidad, algo que quizás el mármol no puede hacer, o no puede hacer en la provincia de Alicante. Porque sí es cierto que algunos empresarios, como los hermanos Esteve, lo vieron con tiempo: vendieron en su día su parte de Levantina y se instalaron en Castellón con la marca Neolith para producir piedra sinterizada (posteriormente, vendieron parte de la firma a un fondo italiano, Investindustrial). O la misma Levantina, que en 2022 también aterrizó en la Plana para producir porcelánico, un proceso que ha iniciado recientemente.
Mientras todo esto ha sucedido, es decir, los más proactivos han cambiado de lugar, y los tradicionales han mantenido a duras penas el negocio (porque el mercado exterior les mantenía), el territorio ha permanecido impasible sin capacidad de ofrecer alternativas. Ni dentro del sector de la piedra natural, ni en sus diferentes variantes y productos, como sí ha hecho la provincia de Castellón. Tampoco la administración (ni la de ahora ni la antes) tuvo el mármol en sus prioridades, como sí al turismo o a la agricultura. Alguna esperanza hay en el reciente plan de reindustralización, pero mucho me temo que el mármol no es una singularidad.
Quizás la desgracia del sector del mármol es que representó una de las peores caras de la crisis financiera de 2011 y de lo que fue la administración Camps: todavía permanece inmóvil el esqueleto del que iba a ser el Instituto Técnico de Mármol en Novelda. A ello hay que sumar el affaire de las subvenciones que se recibieron para su construcción, que acabaron juzgadas, y con la cúpula del Instituto de la Construcción (Aidico) sentada en el banquillo, posteriormente absuelta de un supuesto fraude.
Más tarde, es verdad que la parte socialista del Botànic intentó buscarle una salida con una sede del Distrito Digital, pero el ímpetu se perdió con el tiempo. Hoy posiblemente esté en los papeles de algún plan, pero se programa poca salvación. Solo las autoridades locales, que pasan cada día por delante de él, de manera inmerisecorde, buscan una salida honrosa, un futuro al menos mejor, como en su día lo tuvieron otros proyectos faraónicos como Terras Mítica, Ciudad de la Luz u otros auditorios megalómanos que tuvieron que pagar su penitencia hasta ver la luz… El mármol no ha tenido ni penitencia.
Pues eso, crisis tras crisis, casi todas golpearon al mármol del Vinalopó, sin que nada ni nadie (bueno, lo dicho, los más avispados buscaron la alternativa fuera) pudiera conseguir que el mármol fuera otra vez un producto atractivo, con un coste asumible (más allá del lujo) y ajustado a la oferta del momento. En definitiva, que no ha tenido una segunda oportunidad. De momento, todo agoniza ante un mercado que se ha demostrado cambiante y de constante transición. Y más que lo será ante la dificultad de encontrar personal para determinadas profesiones, como el martes denunció la presidenta de la empresa familiar, Maite Antón. ¿A qué joven convences ahora para ir a trabajar a la cantera? Como no sea con una tablet con la que accione una máquina, difícil. Pues ese es el drama. Y además, con un mercado menguante y con alternativas más atractivas y económicas en el mercado.