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La despedida de Rafa Nadal

3/05/2024 - 

VALÈNCIA. Una vez escribí que la primavera era la estación en la que cada domingo había una final de tenis con Rafa Nadal. Ya no. El tenis es ahora un acertijo para el mallorquín. Cada día llega a la pista, chequea su cuerpo y tiene que descifrar hasta dónde puede llegar. En Madrid, a diferencia de Barcelona, del Godó, tuvo algo más de recorrido y volvió a sentirse tenista, pero un tenista que está muy lejos de la leyenda que ha ganado 22 títulos de Grand Slam. Nadal no ha anunciado todavía que está en el epílogo de su carrera, en su última temporada, pero se intuye. El cuerpo no le da para más.

Él aún se resiste a decir que esto se acaba. Quizá porque ha luchado como un demonio por volver a las canchas de tenis y permitirse la licencia de soñar con otra proeza. Una más. Pero si no se produce una evolución inesperada en las próximas semanas, este Nadal es menos Nadal. Es ley de vida. Tiene 37 años y 11 meses, y, sobre todo, viene de un año y medio parado por una lesión dura de pelar.

Cada día, París, la capital de ese imperio que es su palmarés, está un poco más cerca. En ese torneo, en Roland Garros, donde ha ganado 14 veces y donde tiene uno de los récords más asombrosos del deporte (112 victorias y tres derrotas), enganchó a millones de aficionados. Yo recuerdo que en una final de Roland Garros te daba tiempo a anular tres o cuatro planes: decir que no a una comida porque Nadal jugaba la gran final, posponer el café porque el partido se estaba alargando, no llegar al cine porque iban al cuarto set y dejarlo ya todo porque empezaba el quinto.

Su calidad y, sobre todo, creo, su espíritu de lucha, de no rendirse jamás, enamoraron a millones de aficionados de todo el mundo, pero, especialmente, le convirtió en un ídolo insuperable en España. Eso se vio en el Masters 1000 de Madrid durante unos días que el público vivió con la intensidad de una despedida de soltero. Y donde se despidió aclamado por sus seguidores. Fue un rato verdaderamente emocionante. Desde que iba a comenzar el último punto, su último punto en un torneo en España, y los 12.000 espectadores de la Caja Mágica se pusieron en pie para aplaudirle, hasta el homenaje, con las lonas cayendo torpemente, y Nadal tratando de mantener intactos los diques de las emociones porque eso se lo reserva para la despedida de verdad.

En un rincón, sentado en su banco, Jiri Lehecka se hizo diminuto, como para no estorbar después de haber liquidado al ídolo español, y se emocionó viendo y sintiendo la pasión y la devoción que el público profesa por su icono, por su Hércules del deporte. “Espero haber sido un ejemplo positivo para las nuevas generaciones, que al final creo que esto es lo importante”, dijo Nadal, que conjugó el verbo esperar por pura humildad, pues tiene la certeza, no puede ser de otra forma, de haberlo hecho. Porque no ha habido otro deportista más modélico en España que Rafa Nadal. Por eso se vino abajo la Caja Mágica con la hinchada española rompiéndose las manos para aplaudir a su ídolo.

El siguiente paso, ahora, es saber si está listo para adentrarse en un Roland Garros donde, aparentemente, no tiene nada que ganar. ¿Qué tiene que ganar alguien que ya lo ha ganado todo y que llega con un físico limitado? Yo creo que, como mínimo, tiene que ganarse la última muestra de respeto del público de Roland Garros, el torneo que lo encumbró especialmente. Todavía puede ganar puntos importantes que le empujen a soltar los puños como granadas de mano. Aunque él asegura que no volverá a la Philippe Chatrier si no se ve competitivo. El apetito lo mantiene, pero no le vale solo con eso. “Si no puedo ir a la cancha y soñar, incluso si es en un porcentaje mínimo, mínimo, para mí no tiene sentido. Prefiero todos los recuerdos que tengo”, ha asegurado Nadal.

La duda es si está preparado para la despedida. París, dónde si no, le reserva una segunda oportunidad: el torneo de dobles de los Juegos Olímpicos junto a Carlos Alcaraz. Después, tras la temporada de tierra y los Juegos, todo es mucho más incierto. Quizá ya haya alguien organizando o perfilando una despedida a lo grande, con otras leyendas a su lado. Alguien como Rafa Nadal no merece un adiós por la puerta de atrás en la segunda ronda de un torneo menor. Todos queremos emocionarnos una vez más, admirarle un día más, llorar con él y sentirnos orgullosos de ser su compatriota.

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