La guerra, el 8M, la constante subida de la vida a través del gas, la luz, la gasolina y una vez más, el dispendio público para lo que le apetece al gobierno. Esto empieza a ser más duro y a dar más pena de lo que cabría esperar.
Muchos días, muchos muertos, muchas escenas dramáticas y mucha tristeza empiezan a acumularse en las personas de bien. Tras dos años de vivir una situación excepcional pero que, pese a la gravedad y emergencia sanitaria, parecía y así queremos creer que no tenía su origen en la maldad humana, ahora nos encontramos con el viejo fenómeno de la guerra. Con todas sus aristas, con toda su brutalidad, con tantas cosas que parecía que sólo veíamos en el cine y que nos debe recordar que en el mundo no sólo esta dándose esta guerra, por desgracia, pero la invasión rusa está atacando a territorio europeo y está librándose en un país que estaba desarrollado.
En los últimos días parece que esta violencia encabezada y planificada por Putin ha tenido algún efecto positivo, y es el de la unidad y fortalecimiento del sentimiento europeo frente al enemigo ruso y también el del renacimiento del sentido de la OTAN como organización de defensa de los países que conforman el denominado bloque occidental. Se suele decir que no hay mal que por bien no venga, pero maldita sea la hora que para mirarnos y reconocernos necesitamos a un tirano comunista bombardeando ciudades y matando a civiles y a niños con total tranquilidad. Porque Putin está diseñando su guerra como los juegos de mesa, y ni las sanciones, bloqueos, declaraciones y luces con la bandera de Ucrania le parecen asustar y mucho menos detener en su locura belicista.
Aunque la mayoría de los gestos del mundo occidental están siendo eso, meros gestos, quizá tiene sentido que además de bloqueos financieros se genere una corriente de marginar y anular la imagen de la Rusia de Putin en el mundo, porque las batallas se ganan en el frente, pero también en la retaguardia, y en el siglo XXI la batalla de la imagen es un actor principal. Esa parece que la ganamos, pero toda ayuda es poca. De ahí el título de esta columna que entiendo puede llamar a la confusión, a la broma, a la idea de que este escenario bélico con ciudades destruidas, coches convertidos en un amasijo de hierro y cuerpos que yacen inertes en la calzada es una macabra metáfora de la “ensaladilla rusa”, término que hace décadas se propuso sustituir por ensaladilla nacional. Ahora muchos abrazarían la idea.
La guerra, como ya dije, debe tener sobre nosotros un efecto revulsivo que nos ayude a abrir los ojos y entender que la vida es mucho más compleja y delicada de lo que creíamos, para recuperar la sensatez perdida y la normalidad y sencillez en nuestro modo de vida y comportamiento. Las sociedades modernas avanzan hacia no se sabe donde, aprueban cientos de leyes cada mes para hacer la vida mucho más difícil a las personas y vivimos rodeados de teóricas distracciones muchas veces nocivas para nuestra cabeza (y cuerpo) que conforman un ser humano perdido y sin rumbo. Acabamos de vivir un año más la reivindicación de la igualdad entre hombres y mujeres con lemas, eslóganes y declaraciones que espero estén cargadas de bondad y humanidad. Pero a muchos nos sorprende que en la España de 2022 con una crisis de precios y de empleo galopante, se destinen más de 20.000 millones a un plan estratégico de igualdad.
¿De verdad estamos en un momento de la historia para destinar ese dineral a algo así? La subida de gas, electricidad, materias primas, transporte de mercancías y las que están por llegar, no son sólo derivadas de la guerra, ésta las acelerará e incrementará, pero por desgracia estamos en un escenario donde se debería priorizar con una madurez y seriedad (que no se da en nuestra clase política) el gasto público. Hay cientos de áreas donde invertir ese montante si de verdad quisieran mejorar la vida de las personas y ayudar a los que más lo necesitan. Sin ir más lejos para ayudar a personas con enfermedades raras sólo destinan 2,8 millones y los enfermos de ELA reclaman apoyo, ayuda y humanidad. Pero el gobierno sigue viviendo en una realidad paralela que prioriza lo último y olvida y hasta niega lo prioritario. Me duele y me entristece, pero quizá el siguiente anuncio sea: “El Gobierno de España destina más de 500 millones de euros a rotular todos los bares y ferias de España para sustituir la ensaladilla rusa y la montaña rusa por ‘ensaladilla Sánchez’ y ‘montaña Díaz’”. Lamentable.