No se trata de recuperar las Alianzas de las Civilizaciones ni planetarias que oímos con el Gobierno de Zapatero. La tendencia es revitalizar alianzas eficaces entre la esfera público-privada y la sociedad civil para que cada uno ponga de su parte y ganemos todos. Los grandes avances no podrán llegar sin la colaboración, incluso entre marcas o partidos “enemigos” o competidores, y ese es uno de los mayores retos.
El próximo sábado se celebrará en la Comunitat la manifestación para reclamar una financiación justa. Llevamos desde el 2009 sufriendo un sistema que nos castiga, nos sitúa en inferioridad de condiciones y nos convierte en ciudadanos de segunda. Ni PP ni PSOE han sido capaces de poner fin a esta injusticia crónica. Ahora parece que se empieza a ver la luz al final del túnel, pero la razón es, fundamentalmente, por la unión de toda la sociedad civil. Una alianza entre instituciones, políticos, agentes sociales y las empresas que ha demostrado que es la mejor herramienta de presión para que avancemos de las buenas intenciones a los hechos.
Donde también vamos tots a una veu es en la defensa del Corredor Mediterráneo, otra reivindicación histórica. Lo escenificaron con gran éxito en Madrid la semana pasada en un acto promovido por el sector empresarial. Se trata de una infraestructura clave para el progreso de nuestra Comunitat y de España, ya que su puesta en marcha supondría aumentar en más de 2 puntos el PIB de todo el país.
Entonces, la pregunta es obvia, si son dos reivindicaciones justas y aportan importantes beneficios para nuestra Comunitat ¿por qué aun no son una realidad? Porque la solución final está en manos de los políticos, y entre lo que han tardado en alinearse todos en defensa de estas cuestiones, entre disputas políticas y campañas electorales pasa el tiempo. Los políticos solo entienden la amenaza de las urnas y ante la movilización social es cuando reaccionan.
La escenificación de esta unión es clave para avanzar en estos proyectos vitales para nuestro desarrollo, pero también establece una vía imprescindible de cooperación necesaria entre los distintos sectores de la sociedad.
Porque si la colaboración y el acuerdo siempre han sido significativos para desarrollar la empatía y la asertividad, ahora son el camino para afrontar nuestro devenir.
Así lo entiende el mundo de la empresa, siempre más adelantado y más cercano a lo que pasa en la calle, ellos lo llaman el cobranding. Se trata de una alianza estratégica donde ambas partes aportan valores y ambas salen beneficiadas. Un camino abonado por las grandes marcas que buscan generar sinergias y favorecer el trabajo en equipo para aportar cada una lo mejor de sí, complementarse y ofrecer un producto mejor.
Los ciudadanos también hace tiempo que practican la economía colaborativa, aprovechan las nuevas tecnologías para comprar, vender, compartir o alquilar bienes y servicios, un ejemplo sería Blablacar. Se trata de un consumo más cooperativo que ha revolucionado el mercado al entender una forma diferente de vestirnos, viajar, alojarnos o movernos por la ciudad, tenemos múltiples ejemplos consolidades como Wallapop o Airbnb.
En este nuevo modelo el protagonismo pasa del individuo a la comunidad que juega un papel crucial, porque se trata de hacer circular los bienes y servicios a través de ella, fomentando la economía circular.
Las colaboraciones también son un ejemplo en la evolución de la industria musical. Los artistas priorizan las participaciones con otros colegas porque saben que multiplican sus efectos y consiguen llegar a mucho más público, sobre todo, cuando se unen dos artistas de diferentes mundos. Actualmente, un tercio de las canciones que se vuelven éxitos son colaboraciones.
En una sociedad postpandemia en crisis económica, social y emocional, sumada a la crisis climática imparable, el desamparo está generalizado y se necesitan gobiernos e instituciones fuertes. El cortoplacismo y el relativismo son los enemigos del sentido de Estado.
El filósofo alemán Markus Gabriel dice que la posmodernidad es un pensamiento paradójico que nos lleva a caer en el relativismo, al considerar que no existe lo universalmente importante. Apuesta por una Nueva Ilustración y asegura que “no nos hallamos ante un asunto puramente académico sino ante la cuestión, más general, de quiénes somos en tanto que seres humanos, y quiénes deseamos ser en el futuro”, y reclama “una cooperación profunda entre las ciencias, la política, la economía y la sociedad civil, caracterizada por la confianza mutua”.
Una confianza mutua que será la base para reforzar los lazos y construir nuevas fórmulas de colaboración para poder afrontar, entre todos, los desafíos que nos esperan que no son pocos.