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La gente intensa, creer en algo y la camisa blanca de Carolina Herrera

24/09/2023 - 

ALICANTE. “Ese es muy intenso para ti. Tú necesitas a alguien que no sea como tú, porque os pegaríais de ostias, pero que entienda tu tiempo.” me dijo mi amiga cuando hablaba con un chico que, sinceramente, no era para mí. Hace unos me acordé de él. Instagram es el cajón de sastre en el que guardamos todos los amores rotos, antiguos amigos y enemigos vitales, así como gente que no hemos llegado a conocer y conservamos de los años de la vida. Se acababa de mudar con su novio a un “pisito de amor”. Así lo definió. Menos mal que hice caso por una vez a mi amiga. Nunca llegué a conocerlo. No me veo compartiendo con nadie el colchón más que con mi amiga R., que es sonámbula y es graciosísimo dormir con ella. Una vez terminamos con todos los ventiladores de una casa en aquella habitación y ella les hablaba, me hablaba a mí, pero nunca supe que decía. Esa es la única intensidad que quiero en mi vida.

Este chico creía en el amor y en la intensidad. Me parece precioso que haya gente que sigue creyendo en el amor en un mundo en el que parece que cuesta sentirlo. Todos debemos de creer en algo. Yo creo en el orden de las buenas palabras, por ejemplo, siempre que tengan la intención de decir algo contundente y llegar a otros. En las imágenes poderosas y en ser fiel a lo que queremos decir de nosotros mismos. Comulgo mucho con Carolina Herrera en eso. “Las influencers son algo que parece tener mucha importancia, pero que yo no entiendo mucho, ellas no tienen su estilo. Se ponen lo que les dan para un show. No tienen el estilo de la moda, tienen el estilo del dinero.” aseguró Herrera sin miramientos tras contar que en uno de los shows que hizo a las diez de la mañana todas aparecieron vestidas de noche con trajes de tul. “Estas chicas te van a ayudar a vender tus colecciones teóricamente, pero salen de allí y se cambian inmediatamente porque se van al desfile de cualquier otro diseñador”.

Qué vestimos tiene una fuerza poderosísima desde tiempos de antaño. Elijo esto, pero no aquello porque no me gusta. ¿Cuántos decidimos llevar prendas en la adolescencia que sabíamos que no nos favorecían, pero se llevaban y con eso era suficiente? Solo las personas fieles a su estilo consiguen sus propósitos en la moda. Herrera es el claro ejemplo de ello. Mírenla, siempre impecable con su camisa blanca. Tiene un estilo diferente. Está construido por prendas atemporales y distinguidas. Logró empoderar una prenda que muchas veces pasamos por alto debido a su sencillez, sin embargo, es el único complemento que necesitamos para crear atuendos realmente memorables y acertados. Hacemos referencia a la camisa blanca. No es un secreto que la musa de la estética elegante tiene una maestría en el uso de la camisa blanca. Esta se ha fijado como su amuleto e identificación estilística. Sin duda, esta prenda podría llamarse la camisa CH.

Tras treinta y siete años en la moda, cuando salió tras su desfile de 2018 a anunciar su retirada de la firma que lleva su nombre llevaba eso: una camisa blanca. “¡No me estoy retirando! Estoy avanzando", aseguró. Y aunque no se trate de una retirada, sí es un punto y aparte en la historia de esta venezolana que no comenzó a diseñar hasta pasados los 40 años, edad tardía que no le ha impedido alcanzar el olimpo de los diseñadores más respetados del mundo de la moda. Lo ha hecho desde un estilo clásico y depurado que desde el primer momento reflejaba el gusto de la clase alta neoyorquina en la que Herrera se introdujo con una gran facilidad tras llegar a la ciudad en 1980.

Desde niña había estado en contacto con el mundo de la moda -a los 13 años asistió a un desfile de Balenciaga- y había trabajado como publicista para Pucci en Caracas. Pero fue su amistad con los más modernos de aquella época, desde Mick y Bianca Jagger a Andy Warhol, la razón de su entrada en el mundo de la moda, de la mano de Diana Vreeland, todopoderosa editora de Vogue, el puesto ahora ocupado por Anna Wintour.

Su primera colección la presentó en el Metropolitan Club de Nueva York y su éxito fue tal que pronto empezó a vestir a personalidades como Elisabeth de Yugoslavia, Ivana Trump, Kathleen Turner y Nancy Reagan. Aunque su mejor embajadora fue Jacqueline Kennedy, a quien vistió durante doce años. Incluso se encargó en 1986 del traje de boda de su hija, Caroline Kennedy. Además de haber vestido a lo largo de los años a varias de las primeras damas de Estados Unidos, como Laura Bush, Michelle Obama y Melania Trump.

Porque la seña de su trabajo ha sido siempre una sutil y discreta elegancia con un corte impecable, pero no exento de detalles de lujo, algo muy del gusto de estas damas consortes de la política o de actrices como Renée Zelwegger, que suele acudir a los Oscar con vestidos de la casa. Todas ellas han disfrutado de la máxima de Carolina Herrera: "Tengo una responsabilidad con la mujer de hoy. Hacer que se sienta con confianza, moderna y, sobre todo, hermosa". Y ella lo ha logrado con sus diseños atemporales, en los que no se ha dejado influir por las modas pasajeras y que siempre ha apostado por las líneas sencillas y depuradas.

Sus eternas camisas blancas, que ella sabe llevar como nadie, la exquisitez de sus vestidos de noche, los colores puros y los estampados discretos han vestido a la mujer Carolina Herrera desde hace 37 años. Aunque sí se ha dejado llevar por las modas en lo que a negocio se refiere. Es una de las diseñadoras que más ha explotado su logotipo, que firma desde perfumes a carritos de bebé, lo que ha llevado a su firma a registrar unas ventas anuales de 1.400 millones de dólares.

La publicidad más eficaz de una diseñadora novata que empezó con 42 años en la moda serían sus distinguidas clientas, empezando por su vecina, Jacqueline Kennedy, a la que vestiría y reinventaría hasta su muerte, en 1994. A Carolina Herrera, María Carolina Josefina Pacanins Niño, la tacharon de tener un capricho de señora desocupada cuando quiso dedicarse a este mundo. Hija del comandante Guillermo Pacanins Acevedo, gobernador de Caracas entre 1950 y 1958, y María Cristina Niño Passios, pertenece a una familia venezolana acomodada, acostumbrada a las fiestas y las galas. Durante su infancia, a los trece años para ser exactos, su abuela le presentó a Balenciaga y estaba acostumbrada desde pequeña a vestir con la Alta Costura. En su primer baile lució un vestido de Lanvin. Antes de la primera colección, que la presentó en abril de 1981, ya había una compañía constituida. Aquella primera colección fue un bombazo social, con Andy Warhol y Bianca Jagger en primera fila, dos de sus incondicionales. Aunque cosechó malas críticas en la prensa especializada, la colección se vendió bien. Y hasta hoy, que sigue siendo la imagen de la firma a pesar de estar desvinculada de la parte creativa de esta.

Y así, sin más, descubrí que yo, al final, solo creía en la elegancia –y no hablo de combinar buenas prendas, que esta iba mucho más allá–.

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