VALÈNCIA. Desde hace un tiempo parece que el mundo va de crisis en crisis. Entre otras, cabe mencionar la financiera de 2008, la ola de refugiados en 2015, el Brexit en 2016, la pandemia en 2020 y recientemente la de Ucrania y las tensiones entre China y Taiwán. Es para preguntarse si el planeta se ha vuelto un poco loco, ¿cierto? Indudablemente los eventos se producen cada vez con mayor frecuencia y algunos coinciden en el mismo periodo de tiempo. Un fenómeno al que no estábamos acostumbrados y que ahora parece que será la 'nueva normalidad'.
A todo ello habría que sumar el enorme reto que significa el cambio climático y su impacto para la tierra y toda la sociedad. Es gracias a ello que en occidente empezamos a cuestionar el modelo de generación de riqueza que se sostuvo a raíz de una cada vez mayor globalización. Ahora, las tensiones geopolíticas han hecho cambiar el paradigma y amenaza el modelo al que nos habíamos acostumbrado. Un patrón basado en energías asequibles y materia prima o mano de obra barata de otros países. Los recientes problemas en las cadenas de suministro finalmente han destapado que tanta interconexión global e interdependencia también tenían su lado 'oscuro'. Bloqueos de rutas comerciales, conflictos armados o tensiones sociales son muchas de las consecuencias que nos ha traído.
Todo esto lógicamente también influye en la toma de inversiones y básicamente cambia el criterio de orientación a la hora de invertir. Antes nos fijábamos en el potencial de expansión de un modelo de negocio, hoy predominan factores como la fortaleza general del negocio en momentos disruptivos y la capacidad de rápida y flexible reorganización en momentos disfuncionales como por ejemplo los cuellos de botella en la cadena de suministro. Con esto, indudablemente los inversores tienden a orientarse más por empresas del ámbito local. Y todo muy en línea del famoso dicho 'más vale malo conocido que bueno por conocer'. Así, la proximidad es un factor determinante en la valoración adecuada de los criterios que más importan a los inversores en esta era del postcovid.
Como consecuencia, lo que suena familiar y lo que tenemos cerca cobra mayor importancia y los inversores son muy conscientes de ello. Saben que los momentos de emergencia son una fuente de inspiración para el desarrollo de nuevas ideas rompedoras en los mercados. Y así de atentos están, ya que el antiguo modelo de globalización ofrece mucho juego para vestirlo con traje nuevo, uno más adecuado para los tiempos que corren, por supuesto.
Las oportunidades estarán en torno a todo lo que ayude a reducir el impacto medioambiental y ofrezca menor dependencia de terceros. Esto es, por ejemplo, todo lo que posibilite garantizar el acceso a fuentes energéticas más eficientes y de menor codependencia. O todo lo relacionado con avances científicos en innovación y desarrollo (I+D). No es ningún secreto que existe un enorme potencial en las nuevas 'tecnologías limpias' que mejoran la producción y reducen su coste.
Cambio de paradigma
El cambio de paradigma en la manera de prosperar es un reto especialmente complejo para Europa, ya que no puede cambiar las estructuras de un día para otro. Como primer paso será importante definir qué tipo de producción estratégica debe repatriarse con el fin de incrementar la autosuficiencia en momentos delicados. Otro paso es potenciar las 'energías limpias' y darles un mayor enfoque a la reutilización de materiales que se generan en los residuos. Es algo que ya se está haciendo pero que necesita otro empuje adicional para que se imponga como costumbre habitual.
Sin duda, las oportunidades de inversión del futuro se situarán alrededor de estas temáticas dentro del profundo cambio en la manera de cómo pensamos generar riqueza durante los próximos 20 años. Valdrá la pena analizar el hervidero de ideas que se generara aquí en España alrededor de estos cambios, y que en algunos casos lograrán despertar el interés inversor. ¡Por falta de talento o de ideas no será, desde luego!
Christian Dürr es socio director de ETICA Patrimonios EAF